
El filósofo Gabriel Albiac en la entrevista en El Debate
Gabriel Albiac: «La desaparición de la figura ‘padre’ o ‘madre’ produce individuos mentalmente castrados»
El filósofo y escritor Gabriel Albiac plantea en su ensayo 'El eclipse del padre' una crítica de la razón woke
La desaparición de la figura que represente la autoridad, el borrado de la figura del padre en la sociedad, es uno de los objetivos de la llamada «razón woke» para imponer sus dogmas a una sociedad donde la escala de valores se ha destruido.
El filósofo y escritor Gabriel Albiac —columnista del diario El Debate— traza en su último ensayo, El eclipse del padre (La Esfera de los Libros), un diagnóstico de la reconfiguración de identidades, jerarquías y discursos al amparo de una reconfiguración de la autoridad por parte del wokismo donde la disolución de la familia es la columna vertebral.
— Este libro lo dedica a la desaparición de la figura paterna en la sociedad de hoy arrastrada por la ideología woke… ¿puede explicar brevemente la tesis?
— Para entender lo que se intenta hacer hay que entender que el humano es un animal simbólico. Es decir, un animal cuya identidad no nace con el nacimiento, sino que se configura inmediatamente con las estructuras del lenguaje. Y esa identidad está básicamente tejida en una trabazón de arquetipos míticos.
Un momento de la entrevista
Esos arquetipos míticos no son voluntarios. Son las estructuras que te vienen dadas con la lengua y que, por lo tanto, construyen un yo de una manera o de otra. La estructura básica con la que la subjetividad humana se configura es la de una ley que aparece articulada entre los dos polos simbólicos, de ‘padre’ y ‘madre’, que construyen inmediatamente, en la propia identidad, los modelos masculino y femenino.
Es decir, construyen al animal humano como un animal sexuado, y hay que utilizar el término sexuado en el sentido fuerte del término. Sexuado no es únicamente diferenciado genitalmente. Sexuado es configurado subjetivamente en función de determinadas orientaciones representativas.
Lo primero que hay que decir, y yo creo que eso desde Freud lo deberíamos tener todos perfectamente claro, es que, uno, la subjetividad y, en particular, el inconsciente, no son colonizables. Dos, la estructura de la subjetividad y, en ella, ese factor configurante que es la estructura de la sexualidad, no es elegible. Es algo que viene dado con la propia estructuración del individuo en tanto que tal individuo.
— Eso lo trata de romper la ideología woke…
— ¿Cuál es, en mi opinión, el disparate básico de esa ideología que se designa como woke, y que en última instancia ha terminado por convertirse prácticamente en una secta, y que ha acabado por extenderse a una especia de lugar común?
En mi opinión, lo que caracteriza a lo woke es un voluntarismo prácticamente delirante, un voluntarismo en el límite del delirio. Un voluntarismo que parte de la idea de que la subjetividad puede ser construida a la medida en función de lo que el sujeto puede hacer con ella.
Cualquiera que conozca un poco la filosofía clásica, no digo ya el mundo que parte de Freud, sino, la filosofía clásica, sabe perfectamente que es al revés. Que no es la voluntad la que configura la subjetividad, sino que es el sistema de deseos que han configurado la representación del mundo de un sujeto el que desencadena su voluntad en uno u otro sentido.
En primer lugar, es una perfecta necedad decir que la identidad de un sujeto puede ser reconfigurada a voluntad. ¿Pero qué demonios nos creemos que somos? ¿Dioses legendarios, dioses míticos?
Los individuos no tienen género. Los individuos tienen sexo
No, mire usted, somos curiosos sujetos hablantes que están determinados brutalmente por el conjunto de causas, de realidades, de historias de determinaciones a los que han sido sometidos.
En segundo lugar, ¿de qué demonios me está usted hablando cuando me dice que podemos elegir género a voluntad?
Los individuos no tienen género. Los individuos tienen sexo. Género es una palabra que en las lenguas latinas define la caracterización de las palabras. Y, naturalmente, cuando decimos que las palabras tienen género, no estamos diciendo que tengan sexo. A nadie se le ocurriría decir que ‘la catedral’ tiene sexo femenino. O que ‘la casa’ tiene sexo femenino. Tienen género femenino. Los humanos tienen sexo.
Y se olvida un tercer factor determinante, porque es corpóreamente determinante. Los mamíferos, y específicamente, los mamíferos hablantes, que somos nosotros, están genitalizados. Tienen características genitales diferenciadas. Y eso no se puede abandonar nunca. En la perspectiva de Freud, en su momento, dice una sensatez básica: la anatomía es un destino inalterable.
Cuando usted habla de ese cambio de genitalidad, de lo que está hablando es de una amputación, y de una amputación mayor, no una amputación menor. Una amputación mayor con consecuencias atroces.
Si lo que usted está diciendo, donde dice que cambia de género, es que usted va a pasar de tener una libido masculina a una libido femenina, que eso es la sexualidad, no otra cosa, usted está loco.
— En el libro reflexiona sobre el mito griego de Edipo, que mata a su padre y mantiene relaciones con su madre. ¿Por qué recurre a esa imagen para explicar lo que está sucediendo hoy?
— No solo el mito de Edipo. He intentado jugar con el conjunto de la mitología griega, porque para los hombres de nuestra tradición, es decir, para los hombres europeos, hay tres tradiciones que se cruzan. Es el famoso eje Jerusalén, Atenas, Roma. Nosotros somos hijos de la tradición bíblica, somos hijos de la filosofía griega, y somos hijos de la tradición cristiana y, en nuestro caso, más específicamente católica.

Cubierta de 'El eclipse del padre'
Yo he partido de la tradición griega porque es la primera en teorizar explícitamente la relevancia del mundo de los mitos.
Los que nos hemos dedicado a la historia de la filosofía, yo que he sido Catedrático de Filosofía durante muchos años, durante muchos años he dado clases de filosofía griega, sabemos que los griegos tienen una inmensa ventaja, que es la distancia que mantienen con sus mitos.
La relación de los griegos con sus dioses es muy especial. Es eso lo que ha podido producir la filosofía, porque es lo suficientemente distante como para que los griegos puedan hablar a sus dioses de tú a tú, y puedan, por lo tanto, analizar esos arquetipos simbólicos que la relación con la trascendencia genérica, poder analizarnos en modo muy objetivable, muy directo.
El Dios de la tradición monoteísta, ya sea en la tradición judaica, ya sea en la tradición cristiana, es sustancialmente distinto a los humanos y, por lo tanto, no se puede proyectar sobre Él un teatro, una escena, de nuestros propios comportamientos para analizarlos. Se puede solamente plantear las categorías más de carácter absoluto.
Lo que se forja en el mundo griego es el sistema de obsesiones, el sistema de fascinaciones, el sistema de horrores
Pero el griego tiene la inmensa ventaja de que puede poner en escena a sus dioses, recordemos a Homero. Homero te presenta continuamente a los dioses luchando en el campo de batalla con los hombres, pero lo que es todavía más significativo: muestra a los dioses en el Olimpo reproduciendo a los bandos que se están enfrentando en el campo de batalla, como si fuera una doble partida de ajedrez que se juega permanentemente en dos territorios.
La maravilla, ya desde Homero, pero sobre todo en el siglo V ateniense es la capacidad que tienen, Homero primero, pero después Sófocles, Eurípides, Esquilo…, en tomar esas paradojas, esos conflictos que todo hombre analiza en su cabeza y tener la capacidad de proyectarlos en escena sobre grandes arquetipos en los que se refleja la relación con la trascendencia y la inmanencia.
Y eso es lo que a mí me fascina en el mundo griego. Lo que se forja en el mundo griego es el sistema de obsesiones, el sistema de fascinaciones, el sistema de horrores. El sistema, al fin y al cabo, de mitos (mito no significa más que relato), el sistema de relatos en el cual nosotros nos vemos presos continuamente.
Todos los grandes mitos, todos los grandes arquetipos que atormentan al sujeto humano, ese sujeto precario que tiene, encima, la condición de poder hablar, es decir, que sabe que es precario, son esos poquitos que la tragedia griega ha codificado.
— Ahí recurre a Sófocles, Eurípides, Esquilo…
— Yo retorno a Sófocles, a Eurípides, a Esquilo entre otras cosas para tratar de solventar algunas falsificaciones estruendosas: la idea de que la mujer ha carecido de papel social hasta a partir de la segunda mitad del siglo XX. Eso es un perfecto dislate.
En la nominación de ‘mujer’ está continuamente latiendo en el inconsciente humano el significante ‘madre’
Estamos hablado de mujeres y pensamos que estamos hablando de una cosa empírica… En la nominación de ‘mujer’ está continuamente latiendo en el inconsciente humano el significante ‘madre’, de la misma manera que en la nominación ‘hombre’ está latiendo el significante ‘padre’.
El significante ‘madre’ y el significante ‘padre’ son esenciales porque han sido los elementos que han configurado el lenguaje en sus distintas esferas. De algún modo decir ‘padre’ es decir ‘ley’, es decir ‘sintaxis’. De modo que decir ‘madre’ es decir el conjunto de elementos que afectivan la ley y afectivan la sintaxis.

Gabriel Albiac en la redacción de El Debate
A partir de ahí es fascinante, entendiendo eso, analizar tanto el texto homérico como la tragedia griega. Porque de repente te llevas sorpresas, para el que parta de la idea de que las mujeres no pintaban nada en la sociedad griega.
Lees, por ejemplo, los versos de la llegada del cadáver de Héctor a Ilión, donde están esperándole para rendirle los honores guerreros que le corresponden.
Previamente, el padre de Héctor, rey de Troya, ha estado en el campo de los aqueos, reunión entre hombres, en donde se deciden cuáles son las condiciones del cadáver de un guerrero.
Pero, a continuación, cuando el cadáver entra en Troya, después de las negociaciones entre Aquiles y el padre de Héctor, la función de los hombres pasa a ser completamente secundaria. Y entonces es la primacía de la simbólica femenina la que se apodera del cadáver de Héctor y completa la liturgia del héroe.
El relato trágico es una continuación del relato homérico. Es el momento de las desdichas, de las catástrofes que acontecen a los héroes aqueos cuando retornan de Troya a sus respectivos hogares, y son destruidos todos de un modo que aterra al espectador de la obra, porque el modo en que son destruidos los héroes que han vencido en Troya es mucho más terrible que el modo en que han sido destruidos los héroes de Troya.
Los héroes de Troya han sido destruidos en combate, cosa que para los griegos es el honor más alto. Mientras que el retorno de los héroes se va a producir en la aniquilación en familia. Y en esa aniquilación en familia el papel de las mujeres es absolutamente preponderante.
Es lo que se trata de analizar en todo un capítulo dedicado a las mujeres griegas en el que se va siguiendo cómo el destino, la Moira, el destino de destrucción de los héroes, se ejerce a través de esa presencia descomunalmente potente e las mujeres griegas.
— Cita también el legendario tema de The End de The Doors, o al replicante Roy Battey de la novela de Philip K. Dick Sueñan los androides con ovejas eléctricas. ¿Se puede decir que ese ataque de lo woke al padre y a la familia ya se había intuido como distopía?
— El combate contra el padre es una continuidad, una vez más, atemporal. Un hijo varón no puede construir su identidad más que con la confrontación con el espejo que tiene delante: el padre es el espejo. Cuando tú lees la Carta al padre de Franz Kafka, lo ves perfectamente claro.
Si en esa confrontación con el padre no se logra una resolución exitosa, es decir, una resolución en la cual se llega a la edad adulta construyéndose como padre del padre, si no se llega a esa solución se llega a problemas extremadamente trágicos.
El conflicto con el padre, el choque con el padre, no tiene nada de patológico, al contrario. Es la condición de configurar una identidad. Por eso el libro no se llama La confrontación con el padre, ni La destrucción del padre. Se llama El eclipse del padre. Es decir, el desdibujamiento, la desaparición del arquetipo simbólico y las condiciones que eso tiene.
Si tú eliminas, en un eje de coordenadas, uno de los dos vectores, lo que te queda es un espacio donde no queda el menor sentido. Si tú suprimes el elemento que ha operado como eje del sistema de coordenadas, lo que se produce es una descompensación absoluta y un desquicie completo.
Todos los psiquiatras lo saben perfectamente. Allá donde desaparece una de las figuras simbólicas, sea la figura ‘padre’, sea la figura ‘madre’, la formación, la estructuración de la mente del sujeto queda fuertemente conmocionada. La desaparición de una de esa figura produce individuos mentalmente castrados y esa castración mental tiene consecuencias muy fuertes.
— Se ha desprovisto de autoridad a los profesores, ahora también a los padres. ¿Cuál es el objetivo de esta ofensiva?
— La figura del ‘profesor’ es una de las investiduras de la figura ‘padre’. Cuando hablo de ‘padre’ no estoy hablando de un individuo físico con gafas y barba. Estoy hablando de una función que genera el sistema de autoridad y de sentido.
Porque, naturalmente, tú puedes decir que hablar conforme a lo que la sintaxis ordena es una esclavitud, agrede mi libertad. No: hablar conforme a lo que una sintaxis establece es el único modo de que usted no se vuelva loco. Es el único modo de que usted no acabe en un manicomio, sencillamente.
Porque, si no hay sintaxis, no hay posibilidad ninguna de construir el mundo. Usted no construye el mundo con los ojos, lo constituye con la lengua.
En ese momento tú tienes ese espejo proliferante que es toda la realidad de ese sistema de relación autoridad-orden cuyo primer arquetipo es la relación infantil con la presencia de ese padre enorme que presenta Kafka en su carta, pero, a continuación, se va estructurando el mundo en función de los criterios de orden que eso establece.
Borrados los criterios de orden, todo el mundo sabe perfectamente en qué se ha convertido la función del profesor, en general, en las sociedades modernas, pero de un modo atroz en España. En un infierno.
Ya me dirás qué es un pobre profesor de primaria o de enseñanza media al que se priva, ya no solo de la autoridad administrativa, que se le ha privado, sino de la autoridad simbólica. Y que, por lo tanto, no solo tiene que hacer frente a la criatura, sino que a continuación tiene que soportar que los padres de la criatura vengan a decirle que cómo se atreve a tratar de imponer un criterio de autoridad a su criatura. Que su criatura está ahí para ser feliz, no para aprender.
Mire usted, pues si lo que pretende es que su criatura acuda al sistema de enseñanza para ser feliz, llévela directamente al manicomio, porque le está conduciendo usted, necesariamente, al manicomio. La vida no es una secuencia de felicidades. La vida es una secuencia de conflictos en los que la relación entre el querer y el poder es inmensamente compleja. Por lo tanto, el primer aprendizaje es que no puedes tener todo lo que quieres.