Frida Kahlo y el autorretrato con el que desbancó a Diego Rivera

La relación de Frida Kahlo y Diego Rivera fue siempre tormentosa. El 21 de agosto de 1929 se casaron en una pequeña ceremonia con un puñado de amigos: artistas, fotógrafos y militantes del Partido Comunista. Ella tenía 22 años. Él, 43. Allí irrumpió la exesposa de él, Lupe Marín, para levantar la falda de la novia y mostrar sus piernas, una más delgada que la otra como secuela de la espina bífida que padecía. Ese tono de burla, esa desproporción –física y, en aquellos tiempos, artística– entre «El Elefante y la Paloma» marcaría su relación.

Las continuas traiciones de Diego Rivera, que buscaba amantes con las que se iba de viaje durante días abandonando a su mujer a la soledad y al dolor de su enfermedad, marcaría el carácter, pero también la pintura, de Frida Kahlo. Según la propia mexicana, esas mujeres «eran jóvenes pintoras de 'talento sobrenatural'», talento que «siempre está en razón directa de la temperatura de los bajos de Diego».

Ese desprecio hacia el talento artístico de Frida ha tenido hoy, por fin, su justa compensación. El autorretrato Diego y yo, de Frida Kahlo, acaba de marcar un precio récord para una obra de un artista iberoamericano en subasta. Ha sido en Sotheby's donde, una vez más, ha tenido lugar la millonaria subasta: el cuadro se ha vendido en la sede de Nueva York por 34,9 millones de dólares, cuadruplicando además el anterior máximo histórico de la propia pintora mexicana de 8 millones de dólares logrado en 2016.

La obra, de pequeñas dimensiones –30 centímetros de alto y 22,4 de ancho–, es un autorretrato en primer plano de Frida Kahlo, que ahondó en la exploración de su conciencia, sus emociones y sentimientos a través de diversos autorretratos. La artista lo completó en 1949, pocos años antes de su muerte, y superó el récord ya en la primera puja en la sede neoyorquina de Sotheby's, que fue de 26 millones de dólares.

La pieza, vendida por última vez hace tres décadas, simboliza la tempestuosa relación entre Kahlo y Diego Rivera, que aparece dibujado sobre la frente de la mexicana y que a su vez tiene un tercer ojo, un elemento con el que trata de representar la continua presencia de su marido en su mente. Las lágrimas de Frida son otro recurso recurrente en su obra, y dan fe de la dolorosa relación y el sufrimiento que portaba consigo la mexicana.

La mayor artista de Iberoamérica

«El precio alcanzado esta noche sitúa a Frida Kahlo en el centro de la escena junto con los grandes titanes de la historia del arte, y como uno de los artistas más codiciados del mercado actual», subrayó Sotheby's en un comunicado nada más terminar la puja. Hasta el momento, se desconoce la identidad tanto del comprador como del vendedor.

Esta multimillonaria venta no solo ha situado a Frida Kahlo en un lugar predominante en el mundo del arte, sino que se considera que ha hecho justicia respecto a la consideración de su arte en comparación con el de su marido. De hecho, el cuadro no sólo ha superado el anterior récord de la mexicana, situado en 8 millones de dólares, sino que también se quedó a una gran distancia del precio máximo histórico en subasta de un artista iberoamericano, que sustentaba precisamente Diego Rivera, con el cuadro Los Rivales, que fue vendido por Christie's en 2018.

Diego y yo ya había hecho historia la última vez que salió a subasta, en 1990, al venderse por 1,4 millones de dólares, lo que supuso la primera vez que se superó en una puja el millón de dólares por una obra de un artista latinoamericano. Antes de la venta, Sotheby's ya estimaba que se vendería por entre 30 y 50 millones de dólares, no solo por el nivel artístico del cuadro, sino también por el momento de la venta, cuando las obras de mujeres artistas del siglo XX se están revalorizando, y cuando se está mostrando un profundo interés hacia artistas iberoamericanos surrealistas.