La identidad de género y los movimientos sociales se instalan en el Reina Sofía
'Nueva colección. Vasos comunicantes. 1881-2021' es el título de la reordenación integral de la pinacoteca madrileña que se ha presentado hoy
Bajo el título Nueva colección. Vasos comunicantes. 1881-2021 se ha presentado la reordenación integral del Museo Reina Sofía. «Se trata de repensar el modo en que se cuenta el arte desde un lugar situado como es España. Pretendemos que las reflexiones propuestas estén vinculadas al ahora y por ello se abordan temas que preocupan a todo el mundo: los exilios, la crisis o el feminismo».
Dos mil obras y 15.000 metros cuadrados, dos mil de ellos abiertos por primera vez (las 22 salas de la planta A0), como por primera vez se presenta el 70 % de las obras expuestas donde tienen cabida los últimos movimientos sociales: el 8M, el 15M, el colonialismo, la ideología de género...
Es la adecuación a (y de) los tiempos. Un anhelo del director, Manuel Borja-Villel, por esta remoción: «Cambiar las cosas para que nada cambie, como decía Lampedusa, no tiene sentido. La última reordenación fue en 2010. El mundo no tiene nada que ver desde entonces. Además, en 2012 se creó la Fundación Museo Reina Sofía. En poco más de ocho años ha entregado obras por valor de 20 millones de euros. Y ha habido un cambio generacional, con un equipo de conservadores jóvenes muy bueno».
Es el arte a través de la historia y de los flujos sociales. Desde las vanguardias de Madrid y Barcelona. El cubismo, el surrealismo, la guerra y el exilio. No hay cronología por donde navegue el «barco ebrio» de Rimbaud, la parte dedicada al eclecticismo, la institucionalidad y la desobediencia. ARCO y los 80, el Muro y los primeros tiempos del Sida. Curro y la Expo de Sevilla. Más allá el cambio de siglo y luego la crisis de 2008. Las primaveras... Dice Borja-Villel que quiere volver a la historia y dejar atrás el memorialismo. Se refiere a la arqueología de algunas exposiciones y a la transversalidad como guía, una liana de Tarzán que deja atrás cuadros en vez de acacias.
«Tenemos a Dalí, Miró, Picasso, pero también a una artista como Maruja Mallo, que aparece en varios momentos distintos y en diferentes ubicaciones. Esa es la idea», advierte Borja-Villel. La Movida y Alaska y los Pegamoides, los carteles de Rock-Ola, Las Vulpes. El cine y la fotografía.
La guerra fría y el contrapunto de la iconografía soviética, las resistencias en América Latina, el arte a través de las transformaciones políticas del continente. Pinochet, el compromiso social argentino... Una guía del arte, esencialmente, que después genera las tensiones, reconoce el director. Y al final los paisajes abstractos de Sanlúcar y Carmen Laffón, fallecida el pasado 7 de noviembre: «No estaba previsto que este fuera un homenaje, pues estaba decidido mucho antes de su muerte, pero al final lo es». La remodelación que es la mezcolanza visualmente íntima entre la alta cultura y la cultura popular.
Se tiene la sensación cercana de aparecer en el MoMa de Don DeLillo y su Punto Omega, en la Psicosis de Hitchcock ralentizada para durar 24 horas, hasta que uno se reconoce de repente en la modernidad y en la actualidad y en el pasado de un arte irreconocible y sin embargo en un ambiente novedosamente familiar.