Nosferatu, el centenario de un vampiro demasiado actual
El mito de una vida sin fin que refleja, como en ningún relato vampírico, el horror del tedio y la ausencia de alegría
El año 2022 viene cargado de centenarios ilustres en la vida cultural de occidente, y lo iremos relatando. Sin embargo, hay uno que no pierde vigencia y que parece rejuvenecer, a pesar del paso del tiempo, fiel quizá a su propia naturaleza inmortal.
De Drácula a Nosferatu
El mito vampírico nace y retorna desde que lo echara a rodar Bram Stocker en Drácula, dando una vuelta de tuerca tenebrosa al deseo humano de inmortalidad. Pero aquella obra, tantas veces repetida y versionada en el cine o en la literatura, tiene un protagonista quizá igual de importante, o más, como Nosferatu, de Friedrich Wilhelm Murnau: director al que Albin Grau, productor ocultista, encarga la versión libre de la obra de Stoker, para no pagar derechos a la viuda del escritor, y en la que el cineasta vuelca toda su genialidad expresionista para mostrar una imagen muy cercana de la vida cotidiana contemporánea.
Pues el expresionismo, lejos de ser una exageración visual de la realidad es, más bien, la representación angustiosa, opresiva de un hombre aterrorizado que exagera, por deformación, aquella forma perfecta e iluminada de las cosas que una vez se mostraron ante los ojos.
Sed de sangre, sed de vida
Nosferatu sufre el vértigo de esa mirada perdida, trastornada ante un mundo que no es signo porque no remite ya a la belleza velada y atractiva de los objetos, sino que se encierra y se derrite entre las sombras, los ángulos inquietantes, alargados de ruido silencioso y ensordecedor como la espera insoportable de una vida sin novedad ni alegría.
La histeria y el ansia que proceden de ese hastío, de ese aburrimiento por la repetición secular de unos gestos sin trascendencia, desembocan en la triste imagen de un hombre pálido, enjuto; en un alma consumida por un deseo roto que deviene en obsesión hambrienta, que no recuerda el origen de su hambre y que al consumir y succionar la belleza que le atrae de las personas, realmente se consume él mismo en un eterno retorno de instinto y desilusión.
Los filtros saturados de hoy
Nosferatu quiere saciar su sed infinita. Pero en el violento gesto de la succión, ya no revive ni florece, sino que muere un poco más, retardando el descanso de la vida, mientras comparte con sus víctimas, su herencia de lúgubre condenado a un sinvivir.
Nosferatu vive hoy, quizá, escondido, invisible a los espejos, difuminado en los vértices de los paisajes saturados de color, o en los filtros que tratan de esconder, ingenuamente, los defectos y las arrugas que el tiempo horada en los rostros de todas las criaturas sedientas de eternidad.