Las armaduras de Carlos V y el arte de la guerra

La devolución a España de los efectos personales, armadura y pintura de Carlos V, que iban a exponerse en el Kremlin en la muestra El duelo. Del juicio por combate a un crimen noble, han devuelto a la actualidad este arte de acero y gloria bélica

Emperadores, monarcas, príncipes y nobles encargaron estos trajes de acero, conscientes de la imagen simbólica y del poder que de ellos se desprendía. Carlos V (1500-1558), comienza una colección de armas, que será el núcleo de la Real Armería, encargando los trabajos a los mejores centros de producción de los territorios controlados por su imperio. Los armeros más relevantes: Los hermanos Negroli, la familia Helmschmid y Wolgang Grosschedel construyen sobre los cuerpos mortales de sus clientes el poderosísimo reflejo del poder y de las victorias en el campo de batalla.

La forja, el pulido y el ensamblaje alcanzan en el siglo XV su máxima expresión en las cotas, mallas, guanteletes, celadas, petos, golas o codal, con el grabado como atavío de formas imposibles en el acero, y que convierte a la armadura en encarnación de gloria sobre los cuerpos.

La armadura de Carlos V donada a Moscú y devuelta por el veto de las instituciones a Rusia, resume en metal esta grandeza buscada y que inmortaliza Juan Pantoja de la Cruz en su lienzo del emperador.

Imágenes triunfantes, poses autoridad, como símbolo de una autoridad más alta, y que se inmortaliza en el retrato. Velázquez, Tiziano o Juan Pantoja de la Cruz, construyen el lenguaje corporal de un monarca todopoderoso, como signo de una voluntad divina que gobierna con puño de hierro y terciopelo a todo un imperio.

Uno de los ejemplos más sobresalientes de esta concepción se da en la inscripción de esta armadura que, en su iniciales KD (Karolus Divus), el emperador está vinculando su autoridad con lo Divino, propio de los emperadores romanos.

Celadas de parada con el Toisón de Oro como condición real de gran maestro de la orden de caballería, o la borgoñota del Emperador Carlos V, que simboliza la victoria del cristianismo sobre el Islam, como nexo de unión entre lo religioso y el triunfo en la guerra. La orden fundada en 1430 por Felipe el Bueno, Duque de Borgoña y tatarabuelo del emperador, se vincula desde entonces a la Corona de España.

Carlos V en la Batalla de Muhlberg, de Tiziano es otra excelsa imagen de un hombre cercano al orden y la autoridad divina. Carlos V en la Batalla de Mühlberg carece de precedentes en la pintura italiana, por lo que se invocan referentes del clasicismo ecuestre (Marco Aurelio) o del arte alemán de Durero (El caballero y la muerte, 1513-1514). Pero, sobre todo, Hans Burgkmair el Viejo (1473-1531), autor en 1508 de un Maximiliano a caballo.

Sin embargo, debajo de la coraza de acero y de los triunfos; y debajo de la austeridad y elegancia del color negro, Tiziano también encontró la humanidad sosegada y el cansancio que todo hombre siente y que se desvela en el ademán del asiento. Aunque este sea en una solemne butaca, y la pose y los ropajes creen un volumen acorde a su nobleza, al pintor italiano no se le escapa el brío que deviene en fatiga y la pincelada esboza la ternura que anida, de un modo u otro, en todos los hombres, reyes o plebeyos.