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Captura de un cuadro de la exposición 'Grisailles', de Miquel BarcelóTwitter

Miquel Barceló vuelve a la Edad Media en el Louvre con sus «naturalezas vivas»

De la galería Thaddaeus Ropac al antiguo palacio real parisino, el artista mallorquín presenta, entre otros cuadros, sus nuevos «bodegones» con huesos y esqueletos

La técnica de la grisalla produce una especie de relieve en el lienzo. Para los pintores de la Edad Media era una de sus favoritas, la técnica, cuyo proceso trataba la forma y el color por separado. Miquel Barceló vuelve a ella muchos siglos después, casi como Morante de la Puebla va y vuelve en carreta de las plazas. Si se cierra el tríptico de El Jardín de las Delicias (La creación del Mundo), la pintura que reveló la imaginería de Tim Burton, se puede ver una grisalla: como un fondo marino lleno de figuras extrañas que podrían ser las de Barceló.

La Creación del Mundo, de El Bosco

Bodegones con criaturas marinas, flores y huesos. Toros (alguno rupestre) y otros animales. Una especie de Mediterráneo flamenco en las «cenizas congeladas de las cosas», como dice el propio autor, en el que hay que sumergirse casi hasta el punto en el que uno ya no ve y ha de imaginarlo todo, siempre que le quede oxígeno. La vanitas de los esqueletos alusivos a lo efímero de la vida, encima de la mesa, cementerios marinos y oníricos, como los versos de Valéry, interpretados hasta la saciedad. La no explicación de Barceló, que mezcla cebras, leopardos, peces o cocodrilos «como si Balzac sacase a los personajes de La Comedia Humana y los metiese en una sola habitación», según sus propias palabras, en vez de las vituallas típicas del género. ¿Qué género?

«Una combinación tan bizarra como la mezcla de ron y coca cola», dice el creador de la cúpula de la Sala de los Derechos Humanos de la ONU, cuyas «estalactitas» (otra suerte de «fondo marino») se cayeron a pedazos al poco tiempo de su inauguración. Barceló cobró seis millones de euros por ese techo cuyas secretas reparaciones costaron otros 20. Las cifras extraordinarias del arte moderno que en este caso superaron su propia chufla, como hubiera dicho también Morante. Dice Barceló que todas esas imágenes muertas «es obvio que están vivas y bien»: ¿el absurdo y el autobombo? No es tan obvio, valga la redundancia, pues se olvida la abstracción en la que todo cabe.

«El pigmento soplado sobre el lienzo»

Lo que parece muerto está vivo. Las naturalezas muertas que los críticos dicen que «nos animan a comprometernos con la renovación y la decadencia en el corazón de algunas de las cuestiones más apremiantes de la vida contemporánea» o «la delicada materialidad de las pinturas en grisalla. Mientras lo que él describe como el carbón «polvoriento y chisporroteante» se mezcla con el pigmento vibrante soplado directamente sobre el lienzo, en otros lugares, el suave empaste se acumula como la espuma del mar o el liquen en la base blanca. La presencia se equilibra con la ausencia, el color con la monocromía, la abundancia con la escasez, la vida con la muerte...», como describen sus galeristas de la Thaddaeus Ropac con un lenguaje que a veces, más que artístico, se asemeja al de un vendedor californiano de coches usados que expone sus piezas llenas de ceros en el Louvre.