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Antonio Lara Luque, junto al cuadro realista que ha pintado para El Debate con las vistas desde la redacción

Antonio Lara Luque, el discípulo de Antonio López que pinta el cuadro de El Debate

El pintor jerezano ha realizado un cuadro de gran formato en el que ilustra la vida y la vista desde la redacción

A sus 37 años de edad, el pintor jerezano Antonio Lara Luque tiene una trayectoria consolidada en el mundo del arte. Su estilo, el realismo que aprendió de la mano de Antonio López, le ha granjeado el aplauso de sus colegas, y también de la crítica especializada.

Desde aquellos años en los que vendía retratos de imágenes cofrades en la Alameda Vieja, cuando contaba 16 años de edad, hasta contar con su propia exposición en Madrid han pasado pocos años, pero mucha técnica y formación. Y ante todo, una gran educación de la mirada.

Desde pequeño tenía claro que su vocación artística y su talento marcarían su vida: entró en la Escuela de Arte y después obtuvo el grado en Bellas Artes y Restauración en Sevilla, donde cuelga uno de sus cuadros. Hoy vive de la pintura, pinta en el campo y alimenta su vocación en la tranquilidad, si bien últimamente ha visitado Madrid más de la cuenta: para cerrar una inminente exposición, de la que todavía no puede compartir datos, y para pintar las vistas desde El Debate. «Una vista que sobrecoge», recalca uno de los nombres más importantes de la pintura en Jerez.

–¿Cómo le llegó este encargo y cómo ha sido el proceso de pintar las vistas del periódico?

–Fue un encargo del director, Bieito Rubido, a quien conozco desde hace tiempo. Sigue mi trabajo y ha apostado mucho por mí. Él tenía la idea de desarrollar lo que es la vista desde aquí, desde la calle Magallanes hasta la zona más comercial de Madrid, representada por las Torres Kio y las cuatro torres. Desde la redacción todas las vistas son bonitas, pero la perspectiva hacia el lado noreste es especial, por la fuerza que tiene. Vine en septiembre de 2021, poco antes del lanzamiento de El Debate, para hacer algunas fotografías y tomar un primer contacto con lo que desarrollaría después.

–Una auténtica primera visión, ya que aún no estábamos aquí los periodistas...

–Estaba el personal de recursos humanos realizando entrevistas. Como aún era verano, la luz era muy rojiza, y no me convencía: había venido al atardecer y la luz era muy pasajera, muy rápida, y quería que el cuadro reflejase la luz con la que vosotros tenéis más relación: la luz del día. Al final vine tres veces, en distinto horario, para hacer fotografías.

–¿Y ya empezó a pintar a partir de las fotografías?

–Claro. La fotografía era para hacerme una idea, especialmente del encuadre, que en un principio iba a ser más grande y abarcar incluso las montañas, pero para eso había que hacer una obra un poco más grande de tres metros. Hice el boceto y a raíz de ese boceto, trabajé la fotografía, usé los niveles, le cambié la luz.

El pintor Antonio Lara Luque, junto a su esposa Tamara, durante los Premios El DebatePaula Argüelles

–Cuando le hacen encargos, ¿se ciñe a lo que le piden o tiene margen de sugerir e innovar?

–Las instrucciones suelen ser bastante específicas, aunque depende de la idea de la persona. No obstante, yo siempre trato de llevármelo un poco a mi terreno, y en este caso también. Cuando uno se asoma a las ventanas de El Debate ve muchísimas cosas; en esta vista en particular, parece que los rascacielos se te vienen encima, como si estuviesen más cerca de lo que están en realidad. En mi primer boceto parecía que iban a quedar muy pequeños, y me indicaron que «recortara» el encuadre para hacerlos más grandes... pero yo no quería perder la profundidad de Madrid.

–¿Ahí sale tu vena realista?

–Realmente soy una persona muy analítica, y lo que trato de pintar es exactamente lo que estoy viendo. No me invento nada, pero «hiperrealismo» no es una palabra que me termine de gustar. Nada supera lo real.

–En su proceso, ¿es más importante la mente, la mano o la vista?

–Todo va unido. La mente es imprescindible: uno puede tener una cualidad, y con el trabajo va saliendo la pintura hacia adelante, pero la mente es el motor creativo. Sobre todo cuando tienes que trabajar con una pieza tan, tan grande y durante tanto tiempo. Tienes que tener enfocados todos los sentidos.

–¿Cuánto ha tardado en total en acabar el cuadro?

–Un año y dos meses, mientras que fragua la idea, hago el boceto, lo planteo, lo veo en grande y lo ejecuto.

–En un mundo en el que prima lo abstracto, ¿estamos faltos de realidad?

–La realidad el mundo no la quiere. Y no hablo sólo de la pintura, sino de lo real, porque la realidad suele ser dura y un poco cruel. Por eso la gente demanda cosas más banales, que no te hagan pensar y sean fáciles de digerir. La pintura realista que yo hago no es tan fácil de digerir. Requiere tiempo, requiere analizarla y mirarla.

–En algunos de sus bodegones se ve la realidad tal y como es, sin maquillar: ya no es un faisán muerto con sus plumas, sino un envase de carne de Mercadona. ¿Su realismo va más allá de la técnica pictórica? ¿Está también en la mirada?

–Esos bodegones los hice hace varios años ya, y aunque ahora he evolucionado, mi mirada sigue siendo la misma. También depende del concepto de belleza que tiene cada uno, que no es universal. Por ejemplo, hace poco he pintado unas uvas podridas, que producen rechazo, pero mi vista está educada en la observación, y me parece que muestra cómo ha pasado el tiempo, y me permite sacar más matices en el color. Me gusta pintar lo que veo, como hacía Zurbarán con sus cacharros, aunque lo dispusiera sobre una mesa.

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–¿Cree que hoy en día hay una confusión entre lo bello y lo estético? ¿Que el arte se confunde con la decoración?

–Exactamente. Ahora lo que se busca es algo estético, porque el arte se consume, de la misma manera que hoy en día se consume el turismo. Hay una crisis enorme, tanto en las artes plásticas como en otras disciplinas artísticas.

–¿Cree que es una crisis de la mirada, que no sabemos mirar? ¿Hasta qué punto se educó su mirada estudiando Bellas Artes y después aprendiendo junto a Antonio López?

–Antonio López es la persona más relevante con la que yo he tenido contacto cercano. Lo he conocido y he estado en cursos con él pintando, y me ha influido mucho. Yo sigo mirando pinturas, no solamente miro a Antonio, porque entonces sería solamente un seguidor: yo tengo que hacer mi pintura, no la de él. Ahora me fijo en artistas cercanos, muy diferentes, y exceptuando Velázquez, no me interesa nadie en particular, sino todo en general.

–Ahora que acaba de celebrarse ARCO, ¿qué opina del arte convertido en mercado, en comercio, en feria?

–Una feria está concebida para vender, aunque otra cosa es que se haga de manera descarada, que es lo que hace ARCO. Exceptuando algunos artistas, y con todo el respeto, creo que se busca demasiado esa estética, esa facilidad y ese comercio, incluso por parte de las galerías. Forma parte de lo que pasa en la sociedad. Exactamente igual. De manera paralela, están surgiendo en Madrid muchísimas exposiciones con mucha calidad, que son otro tipo de feria urbana.

–Aunque a usted le beneficie, ¿no cree que hay una predominancia de la pintura? España tiene una gran tradición pictórica, pero ¿no echa de menos otros lenguajes?

–Predomina la pintura, pero ¿qué tipo de pintura? Se comercializa un tipo de pintura concreta, y es la que se ve en ARCO: en una gran mayoría es un tipo de pintura comestible que se digiere con facilidad, que es relativamente fácil de vender. Antes había investigación, había cosas rompedoras, había vídeoinstalaciones... hoy todo está enfocado a la venta, y ARCO sabe muy bien lo que se vende.