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El Santo Cáliz de la Catedral de Valencia

Leyendas, literatura e historia: ¿dónde está realmente el Santo Cáliz?

La doctora Catalina Martín Lloris lleva 25 años investigando la reliquia de la Última Cena. Tras la publicación de un artículo de investigación, desvela en esta entrevista los pasos que ha ido dando en su búsqueda

«El historiador debe ser fiel a sí mismo, a su trabajo y a su búsqueda en los archivos, y ofrecer de la manera más rigurosa y científica posible sus hipótesis, justificarlas, presentarlas, y que sea el lector el que saque sus propias conclusiones». Este es el único interés que mueve a Catalina Martín Lloris, doctora en Historia del Arte y profesora en la Universidad Católica de Valencia, en una investigación en la que lleva inmersa más de la mitad de su vida: la del Santo Cáliz, la copa que empleó Jesucristo en la Última Cena.

En las investigaciones sobre la reliquia de la Catedral de Valencia se afirma que la copa se encontraba en la Península Ibérica desde muchos siglos antes de su inventario en el Monasterio de San Juan de la Peña en 1399. Esta teoría se fundamenta en la tradición de un itinerario que partía de Jerusalén, pasaba por Roma y llegaba a Huesca en el siglo III. En dicha narración el cáliz era traído por san Lorenzo, permaneciendo oculto más de mil años. Sin embargo, la posibilidad de que llegara a la Corona de Aragón desde Egipto por petición de Jaime II, entre 1322 y 1327, resulta más plausible tanto por documentos a los que no se había prestado suficiente atención como por nuevas aportaciones aparecidas en los últimos años.

Por ello Martín Lloris decidió revisar las notas de su tesis y volver a investigar, junto a Guillermo Gómez-Ferrer, doctor en Filosofía y colega en la UCV, la documentación histórica para trazar de nuevo el itinerario de una reliquia que desata pasiones. «Cada paso dado en el artículo que publicamos juntos en Anales Valentinos, la revista de Filosofía y Teología de la Facultad de Teología San Vicente Ferrer, responde a una pregunta que me planteaba con el fin de no dar nada por supuesto o evitar aquello que fuera incómodo para la hipótesis. Esto ha permitido no huir nunca de la búsqueda de la verdad».

Una de las máximas expertas en el Santo Cáliz, la doctora Catalina Martín-Lloris, en una ponencia en el Ateneo de ValenciaMaría Serrano

–Tus conclusiones son fruto de muchos años de investigación, no siempre fáciles. ¿Qué despertó tu interés por la reliquia en un primer momento?

–Realmente yo no elegí este tema como tesis doctoral; las reliquias no era un tema que me apasionase. Al acabar la carrera, la Cofradía y la Hermandad del Santo Cáliz (que son instituciones centenarias que hoy velan por el cuidado y la promoción de la reliquia) propusieron una beca a un alumno de Historia del Arte y el departamento me eligió a mí para hacer la tesis sobre el Santo Cáliz. Al principio el tema no me entusiasmaba, pero con el tiempo me ha resultado emocionante. Llevo investigándolo desde que en 1997 acabé el grado hasta hoy, y no siempre ha sido fácil. Es un tema que desata pasiones, a nivel nacional e internacional, y genera expectación, nerviosismo y tensiones. Esto hace que el trabajo del historiador no siempre resulte fácil por el miedo a la respuesta de la gente.

–En 2005 defendiste tu tesis. ¿Qué has descubierto desde entonces hasta hoy, casi 20 años después?

–He dado un giro total, no tanto porque haya cambiado la hipótesis, sino porque se ha completado. En 2005, con la tesis, me centré sobre todo en la documentación desde 1399 hasta 1437, dando por hecho la vía de Roma, que era la defendida por todos los historiadores anteriores. Sin embargo, a partir de 2015 que sale la hipótesis de León, el recorrido del siglo I hasta 1399 cambia, es totalmente nuevo, y surge la vía de Jerusalén.

–Siempre defiendes que lo que te mueve no es defender una determinada vía, sino la pasión por la Historia. ¿Crees que ha perdido la investigación histórica su rigor en aras de una visión partidista o interesada?

–Este es un tema que desata pasiones, tiene muchísimo interés literario, histórico, religioso, antropológico; afecta a la historia del hombre en su totalidad. Esto hace que cuando los historiadores, arqueólogos, filólogos, historiadores del arte o artistas se acercan a la reliquia lo hagan siempre con muchas expectativas, con muchos intereses. Con un objetivo. No parten de lo que encuentran, sino que, en función de la finalidad, ajustan los datos. De hecho, es algo muy humano en la investigación histórica: no analizamos capiteles góticos, estamos buscando el recorrido de una reliquia que a lo largo de la Historia ha sido de un valor incalculable. Una investigación de tanta envergadura hace que al historiador le cueste mantenerse cien por cien objetivo. Que se haya perdido el rigor histórico en cuanto a la visión partidista o interesada es inevitable. Como historiador tienes que mantener distancia y objetividad, pero al final también es lo maravilloso de la investigación histórica: que la hacen las personas y que está siempre viva.

Cuando los historiadores o arqueólogos se acercan a la reliquia lo hacen siempre con muchas expectativas, con muchos intereses. Con un objetivo

–Es conocida la controversia que hay en torno al cáliz. ¿Por qué hay «enfrentamientos» en lugar de unión en lo referente a algo tan importante no sólo para Valencia y España, sino para los cristianos?

–Me resulta difícil contestar. Creo que son miradas apasionadas y distintas en la búsqueda del cáliz; distintos historiadores (o ni siquiera historiadores), muchísimas personas que se acercan a su estudio y que lanzan hipótesis distintas, y no creo que esto sea malo en absoluto. De hecho, no creo que tenga que haber una unión en la búsqueda, ni que los cristianos tengamos que ponernos de acuerdo. El historiador debe ser fiel a sí mismo, a su trabajo y a su búsqueda en los archivos, y ofrecer de la manera más rigurosa y científica posible sus hipótesis, justificarlas, presentarlas, y que sea el lector el que saque sus propias conclusiones.

A mí no me gusta dar una historia verdadera y auténtica del Santo Cáliz; de hecho, nunca presento así mis artículos o conferencias. Yo defiendo una hipótesis que nace de una investigación y una búsqueda a partir de una serie de documentos. Pero hay otros acercamientos (diseño, arqueología, leyenda, literatura) y no tienen por qué coincidir. Cuanto más interés haya, más se estudiará, como ha ocurrido con la reliquia de Valencia. Puede que dentro de dos años lo que yo defiendo hoy no se sostenga porque ha salido un documento nuevo. Para mí eso es una maravilla: me parece muchísimo más positivo que negativo y me hace ver que la Historia no es una ciencia muerta, sino que está muy viva. Y eso es apasionante.

–Dices que desde el siglo IV despierta pasiones, con las leyendas artúricas, la literatura, el cine… ¿A qué crees que se debe?

–A la pieza en sí. El Cáliz nos habla de Jesús, de Cristo, de la Iglesia, también de las Cruzadas, de las leyendas artúricas y de la inmortalidad, y hasta del Parsifal. Interesa desde los primeros siglos del cristianismo hasta Harry Potter o Indiana Jones, ¡es brutal! Es una pieza arqueológica importantísima porque es testigo de acontecimientos esenciales para el hombre, pero además tiene un valor simbólico espectacular.

–¿Hay una diferencia entre la leyenda del santo grial y la historia documental del santo cáliz?

–Sí, y en esto hay que insistir. El Santo Cáliz es una reliquia histórica, existió y existe. El grial es una creación literaria que luego se cristianizó pero que nunca existió realmente.

El Santo Cáliz es una reliquia histórica, existió y existe. El grial es una creación literaria que luego se cristianizó, pero que nunca existió

–El Santo Cáliz es la copa que se utilizó en la cena de Pascua de Jesús. Arqueológicamente, ¿de qué año data la pieza y de qué materiales está hecha?

–Es del siglo I antes de Cristo y es de ágata cornerina oriental. La reliquia es sólo la copa. Las asas, nudo y naveta son añadidos posteriores que se ponen en el siglo XIV como relicario, para no tocar la copa, que es la reliquia en sí.

Dos vías: Roma y Jerusalén

–Respecto a la historia, existen dos hipótesis, la vía de Roma y la vía de Jerusalén. ¿Qué defiende cada una de ellas?

–Existen dos hipótesis que hablan documentalmente de su llegada: la vía romana y la vía de Jerusalén. Esta segunda no fue tenida en cuenta hasta 2015, cuando se publicó un libro por parte de unos profesores medievalistas de la Universidad de Valladolid. Siempre se había defendido como única hipótesis que el cáliz había llegado a la Península Ibérica por la vía romana, que se apoya en el hecho de que, en el documento de 1399, que es el que se ha considerado hasta el momento más oficial, se justificaba la presencia de la reliquia en San Juan de la Peña porque san Lorenzo lo había llevado allí por orden de Sixto II en el 258. Por su parte, la vía de Jerusalén surge a partir de una documentación encontrada en El Cairo en 2015: dos pequeños pergaminos encontrados por Gustavo Turienzo. Son notas que un biógrafo escribió en el siglo XIV, pero hacen referencia a acontecimientos sucedidos en el XI. No son documentos oficiales, sino simplemente unas notas que hablan de que el Cáliz de la Última Cena estaba allí, en El Cairo, y que fue solicitado por el emir de Denia en el siglo XI para regalárselo a Fernando I de León.

Los pergaminos encontrados en El Cairo por Gustavo Turienzo

–¿Por qué la vía de Jerusalén no se había tenido en cuenta hasta 2015?

–Porque se desconocía la existencia de los pergaminos encontrados por Gustavo Turienzo y nadie podía pensar que el cáliz estuviese en El Cairo. De hecho, hay una petición del cáliz por parte de Jaime II de Aragón en 1322 que se pensó que era una equivocación.

–Por su parte, la vía de Roma defiende que el Santo Cáliz salió de Jerusalén, fue a Roma y llegó a la Península Ibérica. ¿En qué se sostiene esta hipótesis?

–Documentalmente se basa, únicamente, en la frase del acta de donación del cáliz de los monjes de San Juan de la Peña a Martín el Humano en 1399 que afirman que el cáliz está allí porque san Lorenzo lo llevó por orden de Sixto II. Pero en el documento se dice que el santo envía la reliquia al monasterio de San Juan de la Peña... cuando éste todavía no se había fundado.

El Monasterio de San Juan de la Peña se encuentra en Botaya, al suroeste de Jaca, Huesca

–Existía un decreto que obligaba a que hubiera una reliquia para la construcción de una iglesia. ¿De qué manera eso afectó al Santo Cáliz y a las leyendas que circulaban sobre él?

–El III Concilio de Braga (675) establece un decreto que obliga a que todos los altares contengan reliquias para poder llevar a cabo la consagración. El II Concilio de Nicea (787) dice que todo altar de iglesia debe contener una «piedra del altar» que albergara las reliquias de un santo. En Europa esto despierta un enorme interés por conseguir reliquias, ya que las iglesias eran elementos fundamentales en la lucha contra el Islam y las invasiones del Norte de Europa. De ahí que el tráfico fuese tan intenso, también las posibles falsificaciones, y por tanto inmediatamente procuraron limitar los traslados.

–¿Cuál es el recorrido que hace el cáliz según la vía de Roma? ¿Hay documentos que lo confirmen?

–La vía romana asegura que Sixto II, por mediación de san Lorenzo, lo envía a Huesca en el siglo III y que, durante la invasión musulmana, a partir de 713, se oculta en la región del Pirineo, pasando por Yebra, Siresa, Santa María de Sasabe (hoy San Adrián), Bailio y, finalmente, el Monasterio de San Juan de la Peña (Huesca). Documentalmente, la única evidencia que se tiene de estos datos es que en el documento de 1399 aparece que Sixto II se lo dio a san Lorenzo.

–¿Qué sucedió cuando leíste que el cáliz de doña Urraca era el cáliz de la Última Cena?

–Se me vino el mundo encima. Porque además utilizaban mi tesis de manera muy torticera para desarrollar su hipótesis. Hicieron, como vulgarmente se dice, «un corta y pega» de mi tesis que a ellos les beneficiase. Yo lo leí y creí morir.

El cáliz de doña Urraca es una pieza de orfebrería románica donada a la infanta leonesa Urraca de Zamora (1033-1101)

–¿Hizo falta por tu parte abandonar las creencias y conclusiones a las que con tanto esfuerzo y estudio habías llegado para empezar a investigar la vía de Jerusalén?

–Sí, y no fue fácil, tardé dos años. Tuve que volver a coger la tesis, mis notas, la documentación recogida durante tantos años y revisarla, darle un sentido nuevo, no leerla condicionada por nada. Muchos prefirieron no hacer caso a la documentación de El Cairo, ningunearla y seguir con su hipótesis, pero yo no podía: estaba ahí, existía y decía que el cáliz había estado allí. Hablé con Turienzo, incluso con Margarita Torres, que escribió el libro. Yo quería saber la verdad y me puse a trabajar como una loca para encontrarla. Luego fue una maravilla.

La primera referencia: una monja

–¿Quién fue la monja Egeria y qué papel tuvo en la documentación del recorrido del Santo Cáliz?

–Se sabe muy poco de ella, pero me encanta que la primera referencia documental que tenemos del cáliz sea suya, una mujer que se fue a Tierra Santa en el siglo IV a visitar los Sagrados Lugares y que lo contó en un libro, el Itinerarium ad Loca Sancta, que luego era utilizado por otros como guía de viaje.

Muchos prefirieron no hacer caso a la documentación de El Cairo y seguir con su hipótesis, pero yo no podía: estaba ahí, existía y decía que el cáliz había estado allí

–¿Qué otros documentos prueban que estuvo en Jerusalén?

–Entre los años 381 y 384 Egeria ve el cáliz en la Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén. Luego, en el 400, el Breviarius A, una pequeña guía de Jerusalén, también describe su presencia allí. En el 570 lo ve Antonino Piancenza, otro peregrino que viaja a Tierra Santa. En el siglo VII se pierde un poco la pista: había habido un saqueo en 614 y algunos historiadores afirman que quizá en esa época la copa fue escondida, intervenida o recubierta de plata, porque en 625 un peregrino sigue ubicando el cáliz en la basílica del Santo Sepulcro, pero dice que está cubierta de oro, y en 638 el patriarca Sofronio no cita el Santo Cáliz. En el siglo IX se hace un inventario en el que se habla de las personas que se dedican al cuidado de las reliquias en la Basílica del Santo Sepulcro y se indica que dos están «al cuidado del Cáliz del Señor», lo que demuestra que seguía allí.

–¿Cómo llega a El Cairo y cuánto tiempo permanece allí?

–En el año 1009 el sultán Al Hakim derriba la Basílica del Santo Sepulcro y unos años más tarde, en 1056, Al Mustansir acabó definitivamente con ella llevándose joyas, alhajas y reliquias. El siguiente documento es el pergamino que sitúa el cáliz en El Cairo en el siglo XI por la petición del emir de Denia. Pero no tiene continuidad. El emir lo pide para el Rey Fernando I de León, pero no existe inventario, testamento o registro luego que confirme que se le entregó la reliquia.

–¿Es posible que el cáliz se mantuviera escondido en León y por eso no haya documentos que avalen su permanencia en el reino?

–No, es imposible que tuviesen una reliquia como el Santo Cáliz de la Última Cena y no haya resto o huella documental de la misma. Imposible. Las reliquias se tenían para mostrarlas. Eran símbolo de poder para los reyes y en época de Reconquista esto era fundamental.

Es imposible que tuviesen una reliquia como el Santo Cáliz de la última cena y no haya resto o huella documental de la misma: eran símbolo de poder

–El Rey Jaime II también pide el cáliz al Sultán de El Cairo a través de un documento oficial. ¿Eso da pistas de que no se encontraba en San Juan de la Peña, como defiende la vía romana?

–Efectivamente. El problema es que nadie quiso hacer caso a este documento. Siempre han pensado que el Rey estaba equivocado porque el cáliz ya estaba aquí. Todo menos pensar que el cáliz no estaba aquí aún, como además confirman los inventarios llevados a cabo en los siglos XI y XII en San Juan de la Peña, que no lo mencionan.

–El cáliz había estado en Jerusalén, después en El Cairo… ¿Cuándo llega a la Corona de Aragón?

–Debió llegar entre la petición de 1322 y 1327, cuando la mujer del Rey Jaime II vuelve a pedir reliquias al sultán de El Cairo, pero ya no pide el Santo Cáliz, ¡porque ya lo tendría!

–Según la vía de Jerusalén, ¿cuál es el papel de Martín el Humano?

–Es el Rey al que los monjes de San Juan de la Peña devuelven el cáliz que, en algún momento entre 1322 y 1399, les había dado, no sabemos por qué, Jaime II. Desde entonces, con su testamento, se conoce todo el recorrido del cáliz: a partir de aquí está perfectamente documentado.

–¿Quién fue Margarita de Prades, segunda esposa de Martín El Humano, y qué relación tiene con la reliquia?

–Es una mujer fascinante a la que obligaron a casarse siendo muy joven con Martín el Humano ante el miedo a que se quedase sin descendencia. Fue reina apenas ocho meses, pero pese a los muchos esfuerzos no consiguió quedarse embarazada y tuvo que sobrevivir en un mundo complejo. Se sirvió del cáliz como chantaje a los reyes de la Corona de Aragón, para que la mantuviesen económicamente; se casó en secreto, se metió a monja, y fue admirada por los mejores poetas de la época, que la describen como bellísima. Da para una novela; es apasionante.

–¿Cuándo llega entonces el Santo Cáliz a Valencia?

–En 1432 Alfonso el Magnánimo encarga que le hagan una caja de madera enorme para traerse al Palacio Real de Valencia todas las reliquias. El Cáliz ya debía estar entre ellas.

–¿Cuáles son las lagunas que quedan en la documentación histórica del recorrido?

–Sobre todo, la llegada del Cáliz a España entre 1322 y 1327 y el paso de los reyes al Monasterio de San Juan de la Peña de 1327 a 1399. Para ser una investigación histórica, son lagunas muy pequeñas. Pero la Historia está viva y siempre nos da sorpresas.