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El pintor valenciano Ximo Amigó, junto a una de las pinturas de la exposición 'El hombre dibujado'

El pintor valenciano Ximo Amigó, junto a una de las pinturas de la exposición 'El hombre dibujado'

Ximo Amigó, «El hombre dibujado» y la vida como ejercicio de construcción de la identidad

El artista valenciano protagoniza la exposición principal de EncuentroMadrid 2023, que celebra su vigésimo aniversario con el lema 'Una amistad que teje la historia'

En el 20º aniversario de EncuentroMadrid, que tendrá lugar del 10 al 12 de noviembre en el Mirador de Cuatro Vientos, el artista Ximo Amigó dialoga con el hombre contemporáneo en una exposición, «El hombre dibujado», que refleja la fragmentación de la identidad: todos somos ese hombre que se construye mientras vive, que traza el contorno de su propia personalidad en el acto mismo del vivir.

Charlamos con el artista valenciano, que presentará su exposición el viernes, 10 de noviembre, junto a Catalina Martín Lloris, Doctora en Historia del Arte, y Guillermo Gómez-Ferrer, Doctor en Filosofía Moral y Política, con una muestra representativa de su obra: lo que propone Ximo Amigó con su juego visual narrativo de líneas y fondos (cuarenta cuadros con tipologías de «hombres», de seres humanos fragmentados e identificados con una de sus características«) es que la identidad en la modernidad ya no puede ser representada mediante el retrato o el autorretrato, sino a través de la reflexión visual figurativa sobre el hombre que representa a todo hombre: «La exposición es un juego estético y de reconocimiento», afirma Guillermo Gómez-Ferrer.

'El hombre complicado', de Ximo Amigó

'El hombre complicado', de Ximo Amigó

–«El hombre dibujado» es el título de la serie que se mostrará en la exposición de EncuentroMadrid. ¿Cómo la definirías a grandes rasgos?

–El título de «El hombre dibujado» surge tras un año y medio de trabajar sobre esta serie. Para mis últimas exposiciones, como «Dos hombres y un destino» o «La ventana indiscreta», he buscado nombres que hacían alusión a títulos de películas. En las obras de esta última, las veladuras de mis metacrilatos pintados tendían a abrirse, dejando ver más las figuras representadas. Cuando me planteé esta exposición, lo que sí que tenía claro es que ya no quería que este visillo, que esa veladura, estuviera presente. Es cierto que el metacrilato aquí ya tan sólo hace acto de presencia en tres o cuatro piezas, porque lo que pretendía es que el personaje protagonista de cada obra estuviera bien presente en ellas.

–El metacrilato fue durante mucho tiempo un material que te definió...

–Eso no significa que lo vaya a abandonar totalmente, pero ahora había que aparcarlo. Esta además es la primera exposición en la que cada pieza tiene su título, en la que las obras no quedan englobadas por una descripción general como en «Ullar» o «Cor de guix». El hombre dibujado es el hombre que se hace a sí mismo, pero que, al mismo tiempo, al darse a conocer a través de una galería de personajes –en muchos casos, referentes reales, sujetos con los que me he topado a lo largo de la vida– se construye desde los más diversos flancos. Y por eso ahí tienes al «hombre duro», al «blando», al «hombre gris» cerca del «hombre mamarracho», al «ausente» y al «tecnológico»... siempre bajo el mismo contenedor. El personaje protagonista es el mismo, pero cambia su presentación.

El hombre dibujado es el hombre que se hace a sí mismo, pero al mismo tiempo se construye desde los más diversos flancos

–De hecho, la escala es la misma para todos los cuadros.

–Así es. Todas las obras tienen una medida que se asemeja a la escala natural del ser humano: son de 2 por 1 metros, salvo una, que es «El hombre menguante», otro título que llega desde otra película, la de El increíble hombre menguante. ¡No te puedes imaginar la cantidad de filmes que contienen el término «hombre» en su título! «El hombre menguante» es el que se hace pequeño ante la adversidad. La muestra también incluye otras 'rarezas', como una pieza de metal que hace referencia al hombre duro, junto a «El gran hombre» y «El hombre grande», que también alteran su tamaño. Jugando siempre con la misma figura, el trabajo me ha llevado a construir una galería de personajes que no se agota en la exposición. Esta incluye a unos cuarenta, pero tengo en mente muchísimos más.

–El primer título que se barajó para la muestra fue «El hombre del cuadro». No sé si ese sujeto del nombre eras tú mismo y de repente te dio miedo mostrarte tanto.

–En realidad, ese título hacía referencia a otro filme de animación ruso de los años cincuenta, un corto de diez minutos que representa al «trepa», al hombre que hace todo lo necesario para conseguir sus objetivos. Lo barajé, pero tras volver a escuchar la canción de Jaume Sisa L'home dibuixat consideré que era más acertado. Pero es cierto que en este conjunto todas las obras están dibujadas con grafito. Asimismo, la obra homónima del conjunto representa a un individuo que se está dibujando en tiza, que se hace a sí mismo. Cuando estaba realizando esa pieza fue cuando me di cuenta de que éste tenía que ser el título.

La exposición «L'Home dibuixat», de Ximo Amigó

La exposición «L'Home dibuixat», de Ximo Amigó

–Estamos acostumbrados, o nos hemos acostumbrado, a que las cuestiones identitarias se traten desde la fotografía o el vídeo. ¿Cómo se abordan desde la pintura?

–Yo he intentado hacerlo lo mejor que he podido, con mis medios y con mi lenguaje. A mí me ha supuesto un giro en mis formas de proceder hasta la fecha. Sin embargo, los que conocen mi trabajo me van a identificar rápidamente en él. Los resultados son muy coherentes con todo lo que he hecho hasta ahora. El cambio es evidente, pero sigue llevando mi firma.

–No destacas una individualidad identitaria sobre el conjunto, ni resaltas ese conjunto como una identidad férrea y homogénea. ¿Es el choque de diferencias en la colectividad lo que te mueve? Diferencias que, a su vez, se dan de forma intermitente en el propio individuo…

–Eso es. Habrá espectadores que se sentirán totalmente identificados, frente a aquellos cuya pieza identitaria aún no he llegado a realizar, pero lo cierto es que identidades como la del «hombre duro» son máscaras que nos ponemos para crear nuestro propio personaje. Tras la coraza, se encuentra siempre una persona vulnerable. Y uno puede ser un hombre blando y, a la par, un hombre gris. Hay un personaje que al final no realicé que es el hombre de las mil caras. Lo más parecido de todo lo que hay aquí sería «El hombre bipolar». Su imagen tiene como referente a esa figura del póker que aparece volteada, de forma que el cuadro también funciona igual del derecho que del revés.

Tras la coraza, se encuentra siempre una persona vulnerable. Y uno puede ser un hombre blando y, a la par, un hombre gris

–¿Cuál es tu propia identidad? ¿Cómo te has definido siempre como artista y cómo notas que esa personalidad es múltiple y con aristas?

–Esta exposición parte de dos piezas que no tienen que ver con la serie y que se titulan El bien y El mal. Todos llevamos una parte positiva y otra más negativa en nuestro interior, que a veces afloran. A partir de ese pensamiento comencé a desarrollar todo esto. A lo largo del tiempo que llevo trabajando todo el conjunto me he visto reflejado en muchas de las piezas. Con 2 años, mi propio hijo me hizo un retrato como «hombre mamarracho». Este queda ahí plasmado. Y según he ido desarrollando la serie me he visto reflejado en otras personalidades. Si algo ha caracterizado mi labor a lo largo de los años ha sido intentar ser coherente con mis intereses. Ser uno mismo a lo largo del tiempo, también como pintor, es complicado. El compromiso que al final te marcas es el de superarte, no hacerlo peor. Y no defraudar a los que te siguen. Eso es quizás lo que más me obsesiona y lo que me mueve a seguir pintando. Hay momentos en el camino en el que te ves diciéndote: «Ximo, si eso ya te lo sabes». Si el trabajo no te sorprende a ti es que no vale, porque no va a sorprender al espectador. Lo difícil es no caer en la monotonía en el trabajo.

–¿Hasta qué punto las piezas de esta serie no son un autorretrato? Dices: «Me han salido cuarenta; me podían haber salido muchas otras»...

–No es un autorretrato en un sentido canónico, pero claro que me veo representado en muchas piezas. Por ejemplo, en el mismo home dibuixat. Pero hay otras a las que les podría poner hasta nombre y apellidos, porque he conocido a personas que son el arquetipo al que hacen referencia de una forma más que literal. Lo que quiero decir es que hay modelos en los que me veo y otros en los que no quiero verme nunca. Curiosamente, no he pintado al «hombre artista». Ese sí que podría ser un autorretrato. Pero el propio concepto de «artista» es muy amplio, no es sólo el que pinta, Por eso lo dejé de lado. Como muchos otros, porque el sentido era muy abstracto.

La obra 'El hombre dibujado', que da título a la serie y a la exposición, de Ximo Amigó

La obra 'El hombre dibujado', que da título a la serie y a la exposición, de Ximo Amigó

–¿Hay modelos que podrían servir para varias piezas?

–Desde luego. Es el caso del Hombre discreto, por ejemplo. Ese es un sujeto que pasa desapercibido. El Hombre invisible, representado con una tela de camuflaje, también es en cierto modo un hombre discreto. Esto tiene que ver con la idea de las identidades para nada homogéneas y que se superponen.

–El género del retrato, en tu caso, ¿es sólo una excusa, un punto de partida obligatorio?

–Para esta exposición es obligatorio. Porque, más allá del pretexto, también estás intentando «retratar». Cuando pensé en El hombre del cuadro como título sí tenía en mente la idea de retrato de retratos. Aquí hay muchos retratos que, por el fondo, me recuerdan a Goya. Algunos me remiten a El coloso... Esta podría ser una galería de retratos o, al menos, una galería de «retratados». De los más turbios a los personajes más amables, también los más excéntricos.

–También la pintura cuenta con una identidad múltiple. ¿Cómo se relacionan la figuración y la abstracción, su dos caras más evidentes, en tu trabajo?

–En esta serie, la abstracción tiene que ver más con la propia «asimilación» del arquetipo representado. Esta es claramente una exposición figurativa. La abstracción la entiendo más en la forma en la que he representado a cada personaje. Por ejemplo, El hombre complicado es un tablero de puzle. La abstracción está más en el concepto, y la figura, en la abstracción.

En esta serie, la abstracción tiene que ver con la propia «asimilación» del arquetipo representado

–Te has movido siempre bien por la técnica del collage, aportando a la pintura elementos de la publicidad, de la estética pop, del dibujo... ¿eres realmente pintor?

–Así me considero yo. Durante mi última exposición le comentaba al crítico Román de la Calle que, si bien había dejado de lado el collage en Cor de guix, en La ventana indiscreta y en Dos hombres y un destino este volvía. Era el propio Román el que subrayaba que quizás esa era mi manera natural de expresarme. Sí que es verdad que en esta última exposición también vuelvo casi a abandonar esta técnica, y lo que más se le asemeja es un ensamblage, el de El hombre roto, lo que me lleva a pensar que no puedo liberarme del collage. Sin duda, forma parte de mi lenguaje, y con ella me siento muy cómodo. Mi mismo uso del metacrilato lo es. Aún así, me siento pintor.

–En series anteriores como Ullar hacías referencia a la manera en la que tenemos de mirar, de escrutar el entorno. Un lienzo no deja de ser un marco, una ventana. ¿Qué te interesa de todo esto?

–Esta exposición se podría hacer en colaboración con un fotógrafo. El ejercicio sería fantástico. Porque el proyecto nace del retrato: el que retrata no deja de ser un mirón que trata de sacar el máximo del retratado; y sería fantástico ver cómo el espectador se enfrenta a estos arquetipos. Yo mismo no dejo de ser un voyeur, de presentarme como alguien que no deja de mirar a la gente para retratarla. Todo eso es un compendio de imágenes que vas almacenando y que luego vas sacando cuando le toca el turno. De hecho, las dos primeras piezas, las más antiguas, pertenecían a una muestra que celebré en la galería May Moré en la que se exponía la dicotomía del hombre bueno y el hombre malo. Ya en el momento en el que las hice sabía que me serían útiles en una futura exposición. Y hablo del año 2011. Se trataba entonces de ilustrar un cuento de Italo Calvino, lo que me llevaba a que ya hubiera retratos...

'El hombre roto', de Ximo Amigó

'El hombre roto', de Ximo Amigó

–«El hombre artista» no está entre los convocados. ¿Es fácil ser artista hoy?

–Lo difícil hoy no es ser artista, sino sobrevivir como artista. Son muchos los que aun así sacan su trabajo adelante y hacen cosas muy interesantes. Si no está presente esta obra en esta galería es porque me veía retratado en muchos personajes. También me parecía un arquetipo quizás más fácil, que se podía resolver con un autorretrato, y yo ya me había hecho varios. Resolver otros personajes del conjunto me parecía más estimulante. En realidad, fui resolviendo los que me resultaban más interesantes por lo que tenían de reto.

Lo difícil hoy no es ser artista, sino sobrevivir como artista

–Hablas de ti como un voyeur, incluso alguna vez has confesado que te gusta mirar a los que miran tu obra. ¿Qué conclusiones se saca de un ejercicio como ése?

–Lo cierto es que es una satisfacción. Todo trabajo se hace además para que sea visto, aunque luego no agrade a todo el mundo. E imagínate las ganas de mostrar algo cuando incluso es nuevo para su mismo creador. Siempre se dice que la obra se completa cuando es vista por el espectador. Me gustaría para esta exposición tener una cámara que siguiera a los espectadores hasta el punto de descubrir si hay gente que se encuentra reflejada en alguna de las piezas. Ese juego sería fantástico. Que alguien se posicione delante de un cuadro y me diga: «Esta persona soy yo».

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