El desconocido (y real) Picasso que fue un paria asustado durante buena parte de su vida en Francia
Casi nada se ha dicho, ni él mismo, del estigma que sufrió por sus ideas y por ser español en el país donde vivió. Una historiadora ha sacado a la luz esta realidad
Dice la historiadora francesa Annie Cohen-Solal que Pablo Picasso fue «triplemente estigmatizado, por extranjero, supuesto anarquista y artista de vanguardia». Es el resultado de una investigación que ha culminado en el ensayo Un extranjero llamado Picasso, ganador del premio Femina en 2021 y que ahora publica en España la editorial Paidós. El pintor malagueño llegó a Francia en 1901 y desde el principio fue señalado y vigilado por su origen y por sus ideas.
La mayoría de los artistas catalanes que vivían a principios de siglo en Montmartre eran anarquistas y estaban en el punto de mira del Estado francés de la época. A ellos recurrió el andaluz para establecerse en París en un recorrido que incluye cartas, documentos inéditos e informes policiales que empezaron a elaborarse cuando Picasso tuvo su primer éxito en una exposición.
Cohen-Solal cuenta como mucho después, en 1940, lejos ya de aquellos primeros tiempos, el pintor tenía miedo de que le asesinaran como a Lorca y pidió una nacionalización que le fue denegada. Nacionalización que después rehusó cuando se sintió más seguro. Picasso tenía miedo y, a pesar del éxito, siempre fue mirado con reparos por las autoridades de su país de residencia. En el libro se relatan estas tribulaciones constantes y desconocidas (que cambian en buena medida «el relato»), sufridas durante décadas, frente a la idílica visión del artista satisfecho, perfectamente integrado en la vida francesa.
Incluso en 1962, cuando François Gilot pidió al Estado francés que reconociera a sus dos hijos con el pintor, nacidos en adulterio, la misma administración respondió, en una inequívoca demostración de repudio, que «no se podía quitar un apellido francés tan bonito por uno extranjero». Picasso permaneció en Francia toda su vida a pesar de esto, gracias a las relaciones personales que fue tejiendo durante décadas y que le aislaron del verdadero «rechazo cotidiano» que sufrió siempre y que llegó hasta el desconocido embargo de 700 de sus obras cubistas durante diez años.