Tres años antes sentó el precedente del movimiento artístico con Impresión, sol naciente. Este óleo sobre lienzo captura una escena de Le Havre, su ciudad natal, en un amanecer brumoso. La paleta de colores suave, compuesta en su mayoría por azules, grises y naranjas, le dan a la obra una sensación etérea y atmosférica que, unida a las pinceladas rápidas y sueltas, revolucionó la historia del arte. Fue presentada en 1874 en el Salón de los rechazados, el espacio donde exponían todos aquellos que revolucionaban el academicismo imperante. Las burlas fueron generalizadas y el crítico Louis Leroy escribió: «Al contemplar la obra pensé que mis gafas estaban sucias. ¿Qué representa esta tela?…, el cuadro no tenía derecho ni revés…, ¡Impresión!, desde luego produce impresión…», bautizando sin querer un movimiento de pinceladas inauditas, libres, rápidas y directas.