Cinco obras de Magritte, el surrealista tradicional y maestro de la paradoja

Se cumplen 125 años del nacimiento del genial artista belga, coetáneo y amigo de Dalí, Miró o Breton, que abandonó la bohemia parisina antes de dejar atrás la juventud, pero siguió pintando sus inconfundibles «acertijos» artísticos

El hijo del hombre (1964)

Detrás de la manzana está el rostro del autor en su obra más famosa. La manzana que puede ser la de Adán si se piensa en el título: El hijo del hombre. Un hombre común, con bombín, corbata y abrigo en una postura común. Se ven un poco los ojos, dejando entrever la mirada que no aparece en toda su expresión. La policía perseguía a cientos de Magrittes en la versión de El caso Thomas Crown, cuyo protagonista hacía un homenaje al conocido cuadro del artista.

Los amantes (1928)

¿Qué quiere decir Magritte aquí? Se sabe que su madre murió ahogada cuando él tenía 13 años, y que su rostro, cuando él a vio, estaba cubierto con una tela húmeda, que remarcaba el contorno de sus rasgos. Un hombre y una mujer envueltos (¿vivos?, ¿muertos?) se besan. Un poema sobre el amor o una metáfora del amor imposible.

Golconda (1953)

Otra vez el bombín y el abrigo, él mismo, en forma onírica de lluvia. Una maravilla surrealista tradicional sin sentido y con todo él. Lo ordinario hecho extraordinario. La Bruselas tranquila, ciudadana, común. La lluvia de lo cotidiano, El leve azul sobre la grisura de una obra surrealista también en el título, el engaño, el juego constante: Golconda, una ciudad de La India conocida por sus diamantes, se le ocurrió a un amigo poeta.

El espejo falso (1928)

Esta es la primera versión del espejo que Magritte pintó. La segunda es de 1935. Man Ray, su propietario hasta que lo compró el MoMA dijo: «Ve tanto como es visto». La inmejorable expresión de su significad: «Mi propósito al pintar es hacer visible el pensamiento», llegó a decir.

La traición de las imágenes (1929)

A pesar de su título, se conoce a esta obra como Esto no es una pipa. La negación de lo evidente para mostrarnos con sencillez el arte conceptual: «La famosa pipa. ¡Cómo me reprochó la gente por ello! Y sin embargo, ¿podría usted rellenarla? No, claro, es una mera representación. ¡Si hubiera escrito en el cuadro «Esto es una pipa», habría estado mintiendo!». Ni rellenarla, ni fumarla porque solo es la representación de la realidad.