Renoir pintó esta obra en 1876. El autor destaca por el manejo de las sombras y la luz, esta vez en el jardincito trasero del pintor en su casa de Montmartre, donde las figuras parecen pintas, como los caballos pintos, en sus reflejos de colores. Un segundo concreto captado donde los lazos del vestido, como pájaros azules que ascienden, rivalizan con las expresiones y las posturas de la naturalidad (como el detalle del vestido doblado por la cuerda del columpio) conseguida en todo su esplendor. Se encuentra en el Museo de Orsay en París.