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Detalle de los cuadros de Rubens y Jordaens en Las meninas de Velázquez

'Las Meninas' o el lienzo insondable donde siempre se descubren cosas nuevas como los cuadros del fondo

Hace tiempo que se supo la «identidad» de las copias de Rubens y Jordaens realizadas por Juan Bautista Martínez del Mazo, pero los detalles nunca dejan de sorprender

Las Meninas de Velázquez o, más propiamente, La familia de Carlos IV, título original que las propias meninas abolieron casi por aclamación («menina» es el femenino de paje, las hijas de la nobleza que hacían de doncellas de honor de las Infantas), es como un océano pictórico. El mismo océano que Picasso no se cansaba de contemplar como si en él estuviera todo: El Quijote de la pintura.

Palas y Aracne de Rubens

Es el cuadro que nunca se presta y que no ha salido de su sala en el Museo del Prado desde 1936 por la única razón de que es el mayor reclamo de la pinacoteca madrileña, como dijo Carlos Chaguaceda, director de comunicación del Prado: «Los espectadores que acuden al museo quedarían enormemente decepcionados al no ver la obra en su interior». El mismo Chaguaceda ya aportó la idea extraordinaria de que Velázquez en realidad está pintando al espectador, lo cual es cierto, o puede serlo, en la increíble riqueza de la obra del artista sevillano.

Las meninas de Velázquez

La pintura fotográfica, indescifrable, que pinta al espectador o a los reyes, que están donde el espectador y se ven reflejados en el espejo, o que pinta a las meninas y capta el momento en que aparecen los reyes y todos les miran. El espacio superior, el de la sala, es enorme, y allí aparecen dos cuadros al fondo en la penumbra, pero protagonistas. Hace tiempo que se supo qué cuadros eran, pero no deja de asombrar volver a recordarlo.

Apolo vencedor de Pan de Jordaens

Se trata de Palas y Aracne de Rubens y de Apolo vencedor de Pan de Jordaens, un discípulo del anterior. Hay quien dice que la pintura como arte es el verdadero tema de Las Meninas debido al espacio en el cuadro, eso sí, difuminado y misterioso, casi inidentificable, dedicado a la misma más allá del protagonismo de las figuras que le dan título. Desde luego vale la pena seguir observándolo, buceando en él como el mar artístico que es. Quién sabe si después de casi cuatro siglos aún se pueda encontrar lo nunca visto, lo nunca apreciado, quizá una mota de polvo no advertida y suspendida en el aire asombroso que sí aparece reflejado.