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Detalle de la intervención de Miquel Barceló en la Capilla del Santísimo de la Catedral de MallorcaTwitter Catedral de Mallorca

Miquel Barceló se sincera y cuenta el trasfondo de su intervención en la Catedral de Mallorca

El artista mallorquín ofrece detalles personales de su experiencia durante la elaboración de los frescos de la capilla del Santísimo

Un año y medio estuvo trabajando el artista Miquel Barceló en la capilla del Santísimo de la Catedral de Mallorca, como reconoce en su libro de memorias De la vida mía (Galaxia Gutenberg).

El resultado, no podría haber sido más polémico —quizás porque se mezclaron cuestiones políticas e ideológicas ajenas tanto al arte como a la función pastoral de la obra en la catedral—. En cualquier caso, guste o no, el resultado es espectacular, y está considerada una de las cumbres de la obra de Barceló.

Una de las críticas más vehementes que se pudieron escuchar tras la inauguración de la obra en 2007 fue que la obra de Barceló dañaba irreparablemente el edificio gótico original, una obra única del gótico mediterráneo.

Se trata de una crítica, sin embargo, más fruto de la ignorancia que de otra cosa, pues, como explica el propio Barceló en su libro, existe una separación de treinta centímetros entre la pared de la catedral y la obra, ya que se trataba de «un espacio histórico, tenía que preservarlo».

Por lo tanto, se trata de una intervención perfectamente reversible. Tras las cerámicas de Barceló está el muro intacto de la Catedral.

Se trata de una obra a medio camino entre la pintura, la escultura y la cerámica de metro y medio de altura, «la mayor cerámica que había realizado hasta entonces», reconoce Barceló.

Barceló moldeó y coció las cerámicas en un estudio especializado en Nápoles y las trasladó en barco hasta Mallorca.

Explica en el libro que se sintió abrumado con el encargo: «Al principio, creía que pintaría un pequeño cuadro. El obispo Teodor Úbeda me había propuesto pintar un fresco en la capilla de la Catedral de Mallorca, pensaba que sería un tríptico».

Sin embargo, al entrar en el espacio sagrado de trescientos metros cuadrados, el propio Barceló reconoció que «me entraron ganas de hacer un fresco inmenso».

La idea del usar como motivo el milagro de la multiplicación de los panes y los peces partió del mismo obispo, y la idea le encantó al artista mallorquín.

«El fresco es como una creación del mundo, incluye todos los peces y todas las frutas del mundo. Yo quería que los sujetos de la obra nacieran de la arcilla, como un gesto religioso, casi bíblico», explica.

Sobre la polémica que suscitó, Barceló se defiende: «Mi fresco no era provocativo, sino inesperado».

Miquel Barceló también habla de la buena relación que mantuvo con Mons. Úbeda y la admiración que le profesaba.

«Confió en mí en cada etapa de la obra y no quería decepcionarle por nada del mundo», reconoce. «El proyecto estuvo parado durante tres años, pero gracias a él pudimos llevarlo a término».

«Hacia el final de su vida, Teodor Úbeda anunció que quería ser enterrado en la capilla de Miquel Barceló. Y así fue. Su tumba se halla en la capilla, debajo del altar».