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La escritora Aurore Dupin (George Sand)

La escritora Aurore Dupin (George Sand)Wikipedia Commons

Polémica de los Planeta

El «mal gusto» de esconderse detrás de un nombre de mujer

El Gremio de Editores de Castilla y León considera que los ganadores del Planeta lo hicieron para aprovechar el interés de la «literatura femenina»

El presidente del Gremio de Editores de Castilla y León considera de «mal gusto» que los ganadores del Premio Planeta se hayan escondido detrás de un seudónimo con nombre de mujer, Carmen Mola, «para aprovechar el interés que tiene la literatura femenina».

Héctor Escobar ha explicado que no le ha parecido bien que los autores hayan hecho eso «para confundir al lector y que piense que está leyendo algo del ámbito de la literatura de mujeres cuando no lo es».

No es la primera vez que sucede algo así. De hecho es una práctica habitual y conocida, acostumbrada entre muchos de los grandes nombres de la Literatura. Claro que, mayormente, a la inversa: mujeres que han tenido el mal gusto de esconderse detrás de un nombre viril para aprovechar el interés de la «literatura masculina», citando las afortunadas palabras de Escobar.

«Mal gusto», por ejemplo, el de George Sand, nombre literario de la escritora francesa Aurore Dupin, amiga de Flaubert o Dumas, entre muchos otros artistas, y amante de Liszt y de Chopin. Autora de 140 novelas, resulta difícil imaginar (entre otras cosas porque nunca sucedió) a una librería «machista» retirando uno por uno todos los tomos de Madame Dupin como hizo la librería feminista 'Mujeres y Compañía' con los de los ganadores del Planeta. 

Fernán Caballero

Otra autora de «mal gusto» es, sin duda, la inelegante (como todo el mundo sabe) Charlotte Brontë, que firmaba como Currer Bell; lo mismo que su hermana Emily, que se hacía llamar Ellis Bell. Una tercera hermana Brontë, Anne, la menos conocida, escribía bajo el nombre de Acton, por supuesto, también con el apellido Bell.

Junto a Henry James y Joseph Conrad, George Eliot puede ser considerado la máxima figura de la literatura inglesa de finales del XIX, pero resulta que también tenía «mal gusto», en expresión del presidente del Gremio de Editores de Castilla y León, porque en realidad se llamaba Mary Anne Evans.

Y quién no se acuerda de Fernán Caballero, insigne autor de La Gaviota, la historia de una mujer enamorada de un torero que muere en la plaza. Joya de la literatura costumbrista que, sin embargo, quedará para siempre marcada, desde hoy, por el «mal gusto» que desconocíamos que tuviera al haber sido escrita en verdad por una mujer llamada Cecilia Böhl.

Louisa May Alcott, autora de Mujercitas, firmó sus primeras obras como A.M. Barnard. Y a Colette se la conocía en los círculos literarios como Gauthier. Un horror. No sabíamos, pero ya lo sabemos (y la lista es larga), que la historia de la Literatura estaba tan llena de «mal gusto». Lo peor, o al menos lo distinto, es que hoy no existe nadie como Turguénev cuando dijo de Dupin: «¡Qué hombre valiente fue ella, y que buena mujer!», que diga de Carmen Mola: «¡Qué mujer valiente fueron ellos, y qué buenos hombres fueron los tres!».

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