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Pablo Neruda atiende a los periodistas tras la concesión del Nobel en 1971

Pablo Neruda atiende a los periodistas tras la concesión del Nobel en 1971GTRES

«Neruda, cállate tú» vandaliza la canción desesperada

El 50 aniversario de la concesión del Nobel al poeta chileno se produce en medio de la revisión de sus aspectos personales y literarios

«Por una poesía que con la acción de una fuerza elemental da vida al destino y los sueños de un continente» la Academia Sueca concedió el Premio Nobel de Literatura a Pablo Neruda en 1971. Cincuenta años después el revisionismo restaurador lo circunscribe a una consigna feminista, «Neruda, cállate tú», en referencia a su famosos versos: «Me gusta cuando callas porque estás como ausente...».

Según los datos personales que se van conociendo y se conocen de su vida, no es el poeta chileno un dechado de virtudes íntimas (y menos de las «virtudes» actuales), y tampoco se pretende atestiguarlo aquí. Basta una consigna en el mundo actual para destruir cualquier obra, independientemente de su época. No es difícil y está de moda: actualizar la historia o acomodarla o devolverla al presente para borrarla tal y cómo sucedió. 

Si Astérix y Obélix son fascistas, como Lucky Luke y Tintín, ¿qué no será el poeta que confesó que había vivido? Pueden serlo o no, fascistas y comunistas, como lo era el poeta chileno. Pero presentarlo mediante un hecho políticamente incorrecto y más allá: delictivo y deleznable, es lo que se aprende en lugar de interpretarlo a través de de sus miles de poemas, novelas, ensayos, autobiografías y toda clase de escritos y referencias biográficas.

Es la cultura del hashtag que nos indica que con «Neruda, cállate tú» ya no hace falta saber más del vate y político y diplomático.

«Confieso que he violado»

«Una mañana, decidido a todo, la tomé fuertemente de la muñeca y la miré cara a cara. No había idioma alguno en que pudiera hablarle. Se dejó conducir por mí sin una sonrisa y pronto estuvo desnuda sobre mi cama. Su delgadísima cintura, sus plenas caderas, las desbordantes copas de sus senos, la hacían igual a las milenarias esculturas del sur de la India. El encuentro fue el de un hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con sus ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme. No se repitió la experiencia», escribe Neruda.

A raíz de este pasaje, «Confieso que he violado» (en referencia a Confieso que he vivido, el título de su autobiografía) fue otra de las consignas surgidas en 2015 (sus memorias se publicaron en 1974), como si la iniquidad y la desaprensión del hecho narrado, casi medio siglo después, lo significaran todo y nada más que todo.

Hace cincuenta años un día como hoy Pablo Neruda recibía el premio Nobel de Literatura y comenzaba diciendo: «El poeta no es un pequeño Dios...», sin poder imaginar que medio siglo después no solo él no lo sería (como quizá en realidad pensaba), sino que además tratarían de reducirlo a tres palabras.

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