NO FICCIÓN / ENSAYO
La sombra del progreso: los irrelevantes
Ensayo sobre un proceso inacabado.
La caja books / 232 págs.
Los irrelevantes
Alexis Carrel, premio Nobel de medicina en 1912, decía que «poca observación y mucho razonamiento llevan al error. Mucha observación y poco razonamiento llevan a la verdad». Este debería ser el método de todo aquel que pretenda acercarse a la realidad social y política con ánimo de comprenderla sin sojuzgarla. Esto mismo es lo que en parte hace Guillermo Abril, y le felicitamos por ello. Es un gran relator, un buen contador de historias. Su estilo es sencillo, sin frases subordinadas, con la adjetivación estrictamente imprescindible y una sucesión de puntos seguidos que no solo marcan el ritmo, sino que denotan una intención. El libro, en efecto, es una sucesión de puntos, es una línea que marca la frontera del cambio, de lo que empieza a aparecer, y lo que queda atrás. Son, como el mismo autor dice, «fogonazos de algo que está pasando, de un proceso en marcha, de un futuro inacabado, de un cambio quizá histórico».
Los irrelevantes es el libro de un viajero acostumbrado a observar cuyo único error ha sido escoger de cicerone a Harari. Hay que tener coraje para lanzarse a comprender un mundo en transformación, para asomarse al cambio y ver lo que irremisiblemente dejamos atrás. Pero ese coraje ha de ir acompañado de una escrupulosa distinción de método: señalar lo que está mal en el mundo es una cosa, y elaborar una filosofía de la historia es otra muy distinta. Ambas intenciones son legítimas, pero cada una tiene sus servidumbres y hay que respetarlas.
Señalar lo que está mal en el mundo es una cosa, y elaborar una filosofía de la historia es otra muy distinta
Resulta muy acertado elegir como criterio a los que pierden, a los excluidos, a los débiles que cargan sobre sus vidas los desajustes de la vida. Es una inteligencia que reluce en todas y cada una de las páginas del último libro de Guillermo Abril, solo oscurecidas por la sombra del autor israelí Harari, que es utilizado explícitamente como piedra de toque para resolver los enigmas de esta época que se nos presenta tan confusa. Harari, lejos de aportar claridad a la interpretación de los hechos relatados, arroja un dogmatismo sobre ellos que los vuelve mezquinos.
Ante los problemas que presenta la cuarta revolución industrial, el terrorismo, los cambios laborales y la inmigración, tan bien relatados en Los irrelevantes, el criterio no puede ser un brindis al sol. Muñecos de paja como el capitalismo, el algoritmo, el sistema o el «monstruo», no pueden utilizarse para simplificar un problema tan complejo y justificar una petición de principio: sufrimos una amenaza incomprensible que necesariamente hará peor el mundo del futuro. Los hechos brillantemente relatados no llevan necesariamente a las conclusiones adoptadas.
Resulta muy acertado elegir como criterio a los que pierden, a los excluidos. Es una inteligencia que reluce en todas y cada una de las páginas
En el camino de la historia siempre hay una oportunidad y una amenaza por delante, indefinida y por hacer. La responsabilidad del que actúa es optar por la oportunidad y evitar la amenaza. Pero siempre hay algo que se queda atrás, y cuando ese «algo» son personas que se quedan en la cuneta, no podemos hacer como si nada pasase. Esos que se quedan tirados reciben el nombre de «irrelevantes», y esta es la gran fortuna de este libro, la agudeza de fijar la atención en las sombras del progreso y no en las luces de neón.
Mucha observación, ¡bravo por Guillermo Abril!, y poca reflexión, ¡ojalá! Porque en la reflexión sobre el sentido de nuestro mundo es donde encuentro la debilidad de este ensayo. Algo tendrá que ver el haberse dejado guiar a través de un mundo deslumbrante por un pensador que no creemos que esté a la altura de los acontecimientos. Abril reconoce en los últimos párrafos del texto que no esperaba de Harari un final así de su libro después de trescientas páginas. Un final que es una huida gnóstica del mundo: «yoga, autoconocimiento y meditación vipassanà como parte de la solución a los graves problemas que asolan el planeta». En este comentario que denota una desilusión se encuentra una intuición que seguramente dará pie a futuras reflexiones muy interesantes.
Los irrelevantes acaba de la manera más adecuada, mirando por la ventanilla «y tratando de adivinar por dónde discurren las líneas porosas e invisibles que delimitan las fronteras». Confiesa una perplejidad ante tanto cambio que es muy justa, mucho más que el juicio apresurado sobre el sentido del mundo y de la historia. Mirando por la ventana, que es el símbolo de la pequeña fisura que se abre en los muros a menudo infranqueables de la ideología, se hace posible la esperanza. Reconociendo la limitación de nuestros criterios para interpretar el sentido del mundo dejamos un espacio para que las «líneas porosas e invisibles» se dejen notar. De otro modo sometemos la masa informe de los hechos al molde reduccionista de nuestra ideología, y provocamos la paradoja que vemos en Harari: la condena inmisericorde del futuro y la consiguiente fuga del mundo.