Ficción / Novela
«Los alcatraces»: relato lírico del mal
Impedimenta nos trae una obra de la laureada Anne Hébert, autora canadiense poco conocida en España
impedimenta / 241 págs.
Los alcatraces
Emile Cioran (Rasinari, 1911- París, 1992) decía que, al igual que amamos los libros que nos hacen llorar o las sonatas que nos cortan el aliento, nos enamoramos de los mares cuyo oleaje induce a ahogarse en su seno. En Los alcatraces, la autora quebequesa Anne Hébert (Canadá, 1916-2000) imagina un pequeño pueblo costero cuya oscuridad amenaza con aplastarnos en cada página. Todo cuanto esta tierra maldita sufre –los vendavales, las lluvias– reverbera en sus habitantes, un rebaño abyecto y perverso que camina hacia su perdición.
La historia transcurre en la imaginaria tierra de Griffin Creek, situada entre Cap Sec y Cap Sauvagine, espacio novelesco y agreste que se antoja existir en la región marítima de la Gespésie. Allí, aislada, resiste una comunidad protestante y anglófona que ha sido replegada por un asentamiento de católicos de habla francesa. Un suceso –la desaparición de las jóvenes Olivia y Nora Atkins, un 31 de agosto del año 1936– supondrá la culminación de la desintegración moral que lleva décadas consumiendo al pueblo. La autora nos asomará, con su sugestivo lenguaje, a las almas de sus gentes, tan corroídas por el mal como la madera de sus casas por la sal y la humedad.
La deuda de Los Alcatraces con El ruido y la furia (1929), de William Faulkner, es explícita. Se trata de una novela polifónica: cinco narradores distintos contarán la decadencia del pueblo y la imposibilidad de su redención. El discurso monológico desaparece para dar paso a una confederación de conciencias. Son estas conciencias, atávicas y liberadas entre el sueño y la vigilia, las que conforman el argumento esencial de este tempestivo drama, que concluye con una revelación.
La novela comienza con las reminiscencias de Nicolas Jones, reverendo de Griffin Creek. Hombre venal y lujurioso, «hermano indigno y legítimo pastor», será uno de los causantes de la caída de la comunidad que él estaba destinado a conducir a la salvación. Un verso de Macbeth –«¡La vida no es más que una sombra (…), un cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que nada significa!»– preludia las deshilvanadas memorias de Perceval Brown, un joven deficiente que se convertirá en testigo privilegiado de los acontecimientos.
También hablarán ellas: Olivia y Nora, las adolescentes desaparecidas. Su belleza y juventud las expondrán a la avidez de unos hombres cuyo deseo toma parte siempre en el gobierno y en el discurso. Codiciadas y, al mismo tiempo, aborrecidas, consideradas los «últimos florones de un linaje de mujeres oscuras», no hallarán fuerzas contra el mal que ahogará sus esperanzas juveniles.
Las brutales cartas del joven Stevens Brown abren y cierran este coro de voces, entremezcladas con referencias a libros populares infantiles y citas de la Biblia o de la poesía de A. Rimbaud. Una polifonía que causa desazón: demasiado mórbida, siniestra y obsesiva.
La autora
Los alcatraces fue la quinta novela de Anne Hébert. Publicada en 1982 con el título Les Fous de Bassan, ganó el Premio Fémina, uno de los grandes galardones literarios franceses. La obra fue llevada al cine por el director Yves Simoneau en 1987.
Anne Hébert fue poeta, guionista, dramaturga y novelista del Canadá francófono. Hija de un crítico literario, empezó a escribir muy joven y llegó a ser reconocida con los premios más relevantes de la literatura de su país, de Francia y de Bélgica. Murió en enero de 2000 dejando tras de sí una vasta producción. A pesar de haber sido una de las escritoras de habla francesa más reconocidas y premiadas, Anne Hébert ha sido poco traducida en España. De sus novelas, únicamente Kamouraska –galardonada con el Prix des Libraires de Francia y el Premio de la Real Academia de Bélgica– y, ahora, Los alcatraces (Impedimenta, 2021) han sido vertidas en lengua castellana.