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Entrevista finalista Premio Planeta 2021

Paloma Sánchez-Garnica: «Hay que estar alerta ante los totalitarismos porque pueden volver a ocurrir»

La finalista del Premio Planeta lanza su lección aprendida con Últimos días en Berlín: que el ser humano comete los mismos errores una y otra vez y lo que tenemos, lo logrado por las sociedades modernas, no está garantizado

Ya era un éxito de ventas pero con este reconocimiento literario por Últimos días en Berlín a Paloma Sánchez-Garnica se le abre un mundo mucho más amplio de cara a ser leída por el público.

La suya es una novela dura, con hechos muy trágicos encajados en la Alemania nazi, pero que pretende ser una luz en el camino basada en el amor y la amistad. Como ella mismo expresa en entrevista con El Debate, es una novela de a pie de calle, de puertas para adentro. 

–No es la primera vez que gana un premio de prestigio como novelista. En 2016 ya se alzó con el Premio de Novela Fernando Lara por Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido. Pero ¿cómo se siente uno sabiendo que es la finalista de la 70 edición del Premio Planeta?

–Siento gratitud, reconocimiento, ilusión y motivo de celebración. Con todo lo que hemos pasado no puedo hacer otra cosa nada más que celebrar este momento y disfrutarlo. Estoy en un disfrute consciente.

–Háblenos de Últimos días en Berlín. ¿Qué se va a encontrar el lector al recorrer sus páginas?

–Es una novela que trata de las consecuencias que provoca el totalitarismo en la vida cotidiana, de cómo la historia influye en el individuo. Trata de gente a la que se le hurta el derecho a vivir una vida mejor, a quienes se les coarta su capacidad de pensar y actuar. En la novela hay miedo, delación, hambre, hay impunidad, hay responsabilidad diluida en la mayoría, complicidad femenina, resignación, pero lo que que he querido que fuera Últimos días en Berlín es una novela de amor y amistad. De amor, en el sentido más amplio del sentimiento, desde el amor pasional, el amor infinito de una madre hacia un hijo o el amor entre hermanos; y la amistad, esa pasión que otorga la fuerza suficiente para sobrevivir y la valentía necesaria para enfrentar e incluso vencer.

Portada de Últimos días en BerlínPaula Argüelles

–En ella habla del totalitarismo. ¿Cree que en España puede llegar a ocurrir o está ocurriendo ya un modo de totalitarismos enmascarados en los nacionalismos?

–Soy analista político y socióloga pero solo puedo mirar a mi alrededor y observar. Ante esta cuestión a mí siempre me aplasta la frase de Stefan Zweig en El mundo de ayer que dice que «resulta de una verdad inexorable que la historia priva a sus contemporáneos de la posibilidad de conocer los inicios que determinan su época». No podemos ver crecer la hierba pero sí que podemos conocer y prever las enfermedades de ese terreno y prevenir para que no se vuelvan a establecer. Para eso tenemos que conocer el pasado. La literatura es un buen instrumento para conocer ese pasado, para estar más preparados en el presente y poder afrontar con más posibilidades el futuro.

«Nos creemos que a nosotros no nos puede ocurrir lo que ocurrió en la Alemania nazi pero nos equivocamos»

–¿Es el libro una especie de aviso de ese peligro de los totalitarismos?

–Es que no estamos exentos de todos los males y tragedias que les han ocurrido a otros en el pasado en otras generaciones y más en estas generaciones en las que hemos nacido ya en un estado de gracia, en una sociedad que ha avanzado, acomodada, bien estructurada, democrática, con un estado de derecho que nos protege. Nos creemos que a nosotros no nos puede ocurrir lo que ocurrió, pero nos equivocamos. Porque, además, la historia ha demostrado que el ser humano se equivoca y comete los mismos errores una y otra vez. Pueden darse de otra forma, con otros métodos, pero con los mismos resultados terribles que los vividos en tiempos pasados o que se viven actualmente en otras latitudes del mundo –que no todo es la sociedad occidental democrática–. Hay muchos puntos en el mundo en los que la población está sufriendo horrores. Nos olvidamos de Afganistán muy pronto. Tenemos que ser conscientes de que no estamos exentos de ningún peligro. Primo Levi dijo sobre el horror del holocausto que él mismo lo sufrió, que ocurrió y que, por tanto, puede volver a ocurrir en cualquier momento y en cualquier lugar. Tenemos que estar alerta.

–Gracias a su trabajo de documentación para la novela ¿ha llegado a comprender por qué la sociedad alemana no se enteró o no hizo nada ante el horror nazi?

–Unos no hicieron nada, otros miraron para otro lado, otros quedaron pasivos por miedo y poco a poco hubo una gran mayoría entusiasta que apoyó y se involucró en esto. ¿El por qué? La base fundamental es una sociedad vulnerable. En 1933 Alemania tenía un paro muy alto, económicamente estaba muy comprometida, tenían una desmembración política tremenda, no se conseguía formar gobierno porque había muchísima división. Era una sociedad con la necesidad de un salvador de la patria y apareció Hitler. Subestimaron a Hitler, cometieron un error nombrándolo canciller. Y ese error fue fundamental para la historia de la humanidad.

–En su última novela La sospecha de Sofía ya se trasladó a la capital alemana. ¿Por qué repite escenario para su prosa? 

–Porque yo creo que Berlín es una ciudad con una historia fascinante que ha sabido reconstruirse y aprender de sus propios errores. Y es el núcleo de lo que somos como Europa con todas las tragedias, no solamente de la I y II Guerra Mundial, sino luego, hasta la caída del muro de Berlín. Era una forma de volver a ella. Le tengo un especial afecto a esa ciudad. 

Paloma Sánchez-Garnica durante la entrevista con El DebatePaula Argüelles

–Es su octava novela. ¿Se ha convertido el ocho en su número favorito?

–Bueno, yo siempre digo que la última siempre es la mejor porque esto es un oficio, a medida que escribo lo que trata mi ambición es hacerlo cada vez mejor siempre. Es la octava pero espero que haya una novena, una décima... ¡Espero estar escribiendo hasta que la vida me dé! Ahora lo que hago es disfrutar de este momento, de la promoción, de poder hablar con vosotros... porque aunque parezca tan normal ha habido épocas en las que no se podía hacer. Yo no podía escribir con libertad, tú no podías comprar los libros que quisieras y como periodista no podrías preguntar lo que quisieras preguntar o informar de lo que realmente estás viendo. Entonces tenemos que celebrar el momento en el que vivimos. 

–Con este reconocimiento se le abre un cupo de lectores más amplio que podrán leerle y conocer su trabajo...

–Estar en el sello Premio Planeta es ampliar a unos lectores que no hubiera llegado de ninguna manera. Me da unas alas impresionantes. Es una de las promociones más grandes del mundo en lengua castellana. 

–En 2014 ya una de sus novelas se adaptó a televisión. ¿Esta la ha escrito pensando que también podría adaptarse?

–No escribo nunca ni pensando en que puede adaptarse, ni pensando en presentarla a un premio, ni siquiera pensando en los lectores. A mi me mueve la escritura por pasión. Me tengo que poner a escribir disciplinadamente y con un horario y me dejo llevar. Dejo que los personajes se presenten, me cuenten... Las musas te pillan trabajando. Me tiene que apasionar, fascinar... y ahora mismo estoy pendiente de cómo va a llegar este libro a mis lectores, qué va a provocar en ellos, qué van a sentir, eso es lo que me preocupa ahora, lo demás ya llegará. 

–¿Y qué sentimientos ha provocado en usted? ¿Qué le ha enseñado este libro?

–Esta historia me ha enseñado muchísimo porque he leído muchísimo sobre un tema, además, de historias de a pie de calle. El resultado es que a partir de una determinada época, que es el ascenso al nazismo en Alemania, lo que hago es llevar al lector de la mano para que entre a las casas particulares, a las vidas privadas. Y me ha enseñado que hay que estar alerta, que lo que tenemos no está garantizado, que es muy peligroso y que se vive muy mal, se vive una vida distinta con una dictadura o un totalitarismo. 

–¿Qué hay del pseudónimo Hijos de la ira como título para esta novela con la que se presentó a los premios?

–Utilicé Hijos de la ira como homenaje al poemario de Dámoso Alonso. Ese iba a ser el título de la novela al principio pero luego profundizando más en el poemario, él mismo decía que sus poemas eran muy desesperanzadores y pesimistas y yo no quería una novela así. Es una novela con una historia muy dura, con asuntos muy trágicos pero con mucha luz en cuanto a amor, amistad y sentimientos muy claros y luminosos y no me encajaba ese título con lo que realmente es la esencia de la historia. Por eso se quedó con Últimos días en Berlín, un momento en el que los protagonistas logran dejar atrás más de dos décadas convulsas. Consiguen atrapar esa luz del ser humano.

–¿Qué le queda por contar de la novela que nadie le haya preguntado?

–Pues... sobre el espíritu del personaje de Yuri Santacruz. Tengo que decir que lo tomé del Doctor Zhivago y su historia.