Ensayo
Cuando la ideología de género exige suspender el sentido y el bien común
La periodista Abigail Shrier expone las causas del aumento desproporcionado de casos entre menores mujeres de la llamada “disforia de género”
deusto / 302 págs.
Un daño irreversible
Quizá no conozcan que existe una especie de asociación llamada Glamazon, definida como «grupo de afinidad LGTB de Amazon», cuya finalidad consiste en vigilar la adecuación de los productos que vende la famosa tienda online y realizar el consabido chantaje sentimental en caso de que así lo consideren.
Uno de esos productos atacados fue Un daño irreversible. La locura transgénero que seduce a nuestras hijas (publicado en España por Deusto) de la periodista de The Wall Street Journal Abigail Shrier. Es decir, que estamos ante un libro que ha intentado ser cancelado en esta espiral de corrección política que vivimos últimamente alentada por las políticas identitarias. Cuestión que, por otra parte, hace más necesario leerlo ahora que ha sido calificado de «ser poco científico» y de fomentar «el odio contra el colectivo o negar la realidad trans».
Shrier se presenta con la ya innecesaria excusatio en el prólogo del libro, a cargo de Juan Soto Ivars, «ella se sitúa en el espectro progresista y se manifiesta a favor de la luchar por los derechos del colectivo» (además se incluye a pie de página un enlace a un podcast para así apoyar la afirmación). Como si hubiera que presentar credenciales para preguntarse si todos los tratamientos hormonales y quirúrgicos que están recibiendo menores son necesarios y pueden ser peligrosos, por qué no se cuestiona cuando una menor manifiesta que cree que ha nacido con el sexo equivocado y sí se cuestiona si manifiesta estar demasiado gorda, o por qué las autoridades médicas han claudicado ante la dispensa moral e intelectual de la ideología de género.
Estamos ante un libro que ha intentado ser cancelado en esta espiral de corrección política que vivimos
Ante el dato del aumento repentino de adolescentes que afirman sufrir «disforia de género», publicó en The Wall Street Journal el artículo «When your daughter defies biology» preguntándose por qué ese grupo de edad que siempre había sido minoritario entre los afectados, ahora era el mayoritario. El artículo suscitó una controversia enorme. La reacción de Shrier fue invitar a aquellos que la atacaron a que le contaran también sus historias, además de las 200 que había realizado ella, con sus familias, entre las que se encontraban «desistiroras» (niñas que en algún momento se identificaron transgénero y luego dejaron de sentirse así) o «detransicionadoras» (aquellas que se había sometido a procedimientos médicos, que se han arrepentido y ahora luchan por revertir el tratamiento). Y de todo ello salió este libro.
«La locura transgénero» que la autora ha detectado se nutre de varias claves. Por supuesto, está la ineludible alusión a las redes sociales y a la información sin filtro de fácil acceso en internet. «Las adolescentes de hoy pasan mucho menos tiempo en persona con sus amigos», afirma Shrier, y además la adolescente que busca información en soledad muchas veces encuentra foros y grupos que sin ninguna consideración, animan a cortar lazos familiares y a apostar por iniciar cuanto antes procesos químicos y quirúrgicos, para luego abandonarlas a su suerte. Este es el verdadero problema de la ideología de género que disfruta de la triple dispensa que explicaba Jean-François Revel: dispensa intelectual, moral y práctica, a la que habría que añadir la total falta de escrúpulos por el bien de la persona.
Entre los promotores de esta ideología solo encontramos afirmaciones sin explicación, con una total falta de reflexión del bien y del mal para la persona, a la que se invita constantemente a desprenderse de vínculos familiares y sociales fuertes. Esta cuestión ha llegado al ámbito médico, porque la despatologización del proceso ha dejado en una posición de indefensión a chicas confundidas con su propia identidad y descontentas con su cuerpo. “La atención afirmativa” se ha convertido en el estándar médico.
Pero desde luego, la clave final que podemos concluir es el miedo que inunda a padres ante el desafío de la educación, y esa mirada a la adolescencia como etapa que se mejor pasar cuanto antes. Si a eso le sumamos la crianza con pocos muros, ya tenemos la mezcla perfecta. Ambiente educativo en el que padres y educadores hemos abrazado dogmas de soluciones temporales, «la convicción de que nadie debe aguantar ningún tipo de malestar». La emergencia educativa es algo que nos compete a todos, y no podemos permitir que el cálculo electoral o utilitarista de una ideología vaya en contra de la verdad de la persona.