Ensayo / Arte
Contemplación y belleza: María, protagonista de la historia de la salvación
Las páginas de este libro plantean un recorrido por el arte de distintos siglos y escuelas y nos ayuda a profundizar en la figura de la Virgen como «nueva Eva», como protagonista de la historia de la salvación, desde su nacimiento hasta su asunción a los cielos.
Nueva Eva / 173 págs.
María, una obra maestra
El Adviento y la Navidad son tiempos litúrgicos privilegiados para mirar a la Virgen, y el libro María, una obra maestra es un precioso instrumento para acompañarnos en este camino desde el arte, o, mejor dicho, desde la iconología, donde forma y contenido se unen para desvelarnos el significado profundo de cada representación.
En sus páginas no encontramos un catálogo de imágenes marianas, ni un mero estudio técnico o descriptivo de las piezas seleccionadas, sino una invitación a contemplar en silencio a la Virgen a través de la belleza. Los datos relativos a contextos históricos y a los artistas son inseparables del papel de la obra de arte como medio para comunicar al mundo la maternidad divina de María. María del Camino Viana, la autora del libro, se propone conducirnos desde la belleza material hasta la Belleza con mayúsculas, la espiritual, aquella que encuentra su correspondencia con el bien y la verdad.
En este sentido, parece seguir los pasos del Discurso de las imágenes de san Juan Damasceno, quien, en el marco de la crisis iconoclasta vivida en el siglo VIII bizantino, traza una analogía con el misterio de la Encarnación para incidir en que los iconos, desde su materialidad nos remiten a una realidad trascendente.
En 15 imágenes
Entre las 15 imágenes seleccionadas por la autora encontramos grandes maestros, como Fra Angelico, Miguel Ángel o el Greco, junto a obras anónimas, lo que evidencia que los protagonistas no son los artistas, ni siquiera citados en el índice inicial, sino la Virgen. No se trata de afirmar la genialidad individual, sino el alma de un pueblo en su veneración de la Virgen. Por eso en este libro tiene el mismo valor una escultura mundialmente reconocida, como la Piedad de Miguel Ángel, que la vidriera anónima de la Catedral de Saint-Étienne de Auxerre.
La universalidad del mensaje cristiano se advierte a su vez en el elenco de las obras escogidas, de distintas escuelas y cronologías, realizadas con diversas técnicas, poniendo de manifiesto que en la iconografía cristiana las formas cambian, pero el mensaje permanece invariable para el hombre de todos los tiempos. En este sentido María del Camino Viana trasluce una fe viva que le permite, a partir de cada imagen, hablar al hombre de hoy, mostrarle a la Virgen como guía y protectora, como modelo de mujer y de madre.
Y es que, en el trasfondo de los capítulos, partiendo de la contemplación de la Virgen, se descubren temas de gran calado: la familia, la maternidad, la vida y la muerte, la misión, el papel de los testigos, la fuerza de la intercesión, la Eucaristía… Por eso, no me atrevo a decir que estemos ante un libro de arte, sino de espiritualidad a partir de una mirada atenta y acompañada de las imágenes propuestas y de las enseñanzas que transmiten. Enseñanzas no como acumulación de saberes, sino como propuesta de vida.
Simbolismo y humanización
A lo largo del recorrido simbolismo y humanización se unen para hablarnos del corazón sencillo de la Virgen y de una belleza no exenta de sufrimiento, pero siempre confiada, sin desviar la mirada de su Hijo, tal como evidencia Gaudí en la fachada del Nacimiento de la Sagrada Familia, otra de las referencias incluidas en este libro.
En la interpretación de las distintas manifestaciones artísticas, tanto en su origen como en el significado para el hombre de nuestros días, la autora ha cuidado la selección de las fuentes literarias que han inspirado estas obras y su posterior relectura a lo largo de los siglos. Por eso encontramos referidos relatos apócrifos, esenciales en la tradición oriental que tanto peso tiene en la configuración de la iconografía mariana, textos patrísticos o citas de la tradición medieval, a la par que escritos de los papas de los siglos XX y XXI. Y por encima de todos, como fuente primaria, la Biblia, con numerosas citas de Antiguo y Nuevo Testamento que evidencian el cumplimiento de las profecías en la persona de María. Quizá se eche de menos, aunque entiendo que no es la finalidad de este libro, una mínima bibliografía que permita profundizar en la riqueza de matices que se van sucediendo en sus distintos capítulos.
La via pulchritudinis trazada en este libro me lleva a evocar las palabras de san Juan Pablo II, quien, con motivo de la institución del Pontificio Consejo de la Cultura (1982), nos recordó que «una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente acogida, no totalmente pensada, no plenamente vivida». Y este libro nos habla de la cultura de la Belleza generada por la fe.