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Detalle de portada de «Cuatro teorías sobre la expresión artística» de Ernest H. GombrichRialp

Ensayo / Arte

La comunicación y el arte. Teorías de Ernest H. Gombrich

La contemplación de una obra de arte transmite emociones y despierta sentimientos en los espectadores. Pero ¿hasta qué punto los artistas parten de esta propuesta? ¿Hay una identificación entre el sentir de los autores y la recepción de sus creaciones?

rialp / 88 págs.

Cuatro teorías sobre la expresión artística

Ernest H. Gombrich

En el campo de la Historia del Arte sobran las palabras para presentar a Ernest H. Gombrich (1909-2001), por su prolífica labor como investigador y por sus propuestas renovadoras en la interpretación de las obras de arte. Más allá de esquemas preconcebidos, parte de las coordenadas espacio temporales que nos conducen a los significados últimos de las creaciones plásticas a lo largo de los siglos. 

Tras estudiar en las universidades de Viena, Berlín y Basilea, su incorporación en 1936 al Instituto Warburg (Londres), centrado en el estudio de la iconografía, así como su estrecha amistad con el filósofo vienés Karl Popper (1902-1994), le llevaron a desmitificar las claves idealistas y totalizadoras con las que, con frecuencia, se abordan los escritos artísticos. 

Síntoma, señal y símbolo

El libro que tenemos entre manos se centra, principalmente, en un aspecto muy concreto, la expresión artística, a partir de la traducción de una conferencia impartida por Gombrich en Japón, en abril de 1980. Su disertación comienza destacando tres ideas –síntoma, señal y símbolo– como punto de partida y claves argumentales que le permiten acercarse a las funciones propias de la expresión artística. 

El síntoma, reflejo de un estado anímico a partir de las muecas o gestos de las figuras; la señal como instrumento capaz de captar emociones mediante signos visuales y acústicos; el símbolo para describir en última instancia las emociones transmitidas y producidas en quien contempla una obra de arte o escucha una creación musical. 

Tras una brevísima presentación de estos principios, Gombrich se adentra en distintos periodos de la historia, desde la antigüedad clásica, para desentrañar cuál es la función dominante en cada periodo. Arrancando del arte como imitación de la naturaleza, Gombrich no olvida cómo la oratoria, o la elocuencia, propias de la cultura grecolatina, tuvieron su incidencia en grandes maestros, como Fidias, el reconocido escultor del Partenón, o Apeles, el pintor griego por excelencia.

En su discurso rompe con el orden cronológico establecido en los estudios generales de la Historia del Arte para dar el salto al Renacimiento, destacando en este caso la gestualidad a la que apela Leonardo da Vinci, tanto en sus pinturas como en su Tratado de la Pintura, donde subraya como un buen maestro debe saber pintar el cuerpo y la mente de sus personajes. Así, pintores, escritores y músicos deben ser capaces de transmitir «las pasiones del espíritu» para que sus obras impacten realmente en el espectador. 

Para Gombrich otro punto de inflexión en la expresión artística llega con el Romanticismo, cuando los artistas plasman sus propios sentimientos en sus creaciones, llegando a la concepción del arte como comunicación de emociones. En su recorrido por los distintos siglos asoman pintores y escultores junto a literatos (Homero, Plutarco, Shakespeare…) y filósofos (Platón Aristóteles, Popper…), lo que evidencia, en última instancia, que el arte es manifestación de las inquietudes y preguntas últimas del hombre en sus distintas épocas y culturas.

A la conferencia dictada en Japón sigue en este libro de la editorial Rialp otro breve escrito, en este caso dedicado al Relativismo cultural en las ciencias del espíritu, transcripción de la intervención de Gombrich en el Congreso Internacional de Filología Alemana, que tuvo lugar en Tubinga en 1986. Con sus palabras advierte del crecimiento de un relativismo que prescinde de la tradición y que por ello impide la búsqueda de la verdad. Apela a los estudiosos a no cerrar nunca las preguntas, siguiendo en este punto los consejos de Popper de no buscar soluciones totalizantes en las investigaciones científicas o humanísticas. Salir del relativismo cultural permite abrirnos a otras culturas y épocas que a priori no han sido objeto del interés general.

El Gombrich más personal

Tras ambos discursos académicos, el epílogo del libro nos acerca al Gombrich más personal y a su obra más conocida, la Historia del Arte, publicada por primera vez en 1950 y que no ha dejado de reeditarse hasta la actualidad en numerosas lenguas. Carlos Montes, a partir de una entrevista con el propio Gombrich, recuerda algunas anécdotas que marcaron un laborioso trabajo de redacción y maquetación de lo que se pensó inicialmente como un texto para familiarizar a los niños con la Historia del Arte. 

Numerosos avatares que comienzan en Viena y terminan en Londres, determinados por las duras vivencias del autor en el periodo de entreguerras. A su vez, no hay que pasar por alto como la sensibilidad musical de su madre y las visitas que Gombrich realizó con su padre a los principales monumentos y museos de Viena sembrarían la semilla de quien se ha convertido en uno de los grandes teóricos del arte del siglo XX.