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Detalle de portada de «Cajal» de Francisco CánovasAlianza Editorial

Santiago Ramón y Cajal: de Petilla de Aragón al premio Nobel

La biografía de Cajal, el mayor científico de la historia de la ciencia española, es ejemplo de superación y de entrega a la sociedad. Este 2022 se cumplen 170 años de su nacimiento.

alianza editorial / 533 págs.

Santiago Ramón y Cajal. Maestro, científico y humanista

Francisco Cánovas Sánchez

El Ministerio de Ciencia e Innovación ha declarado 2022 como el año de investigación Ramón y Cajal. La iniciativa tiene sabor a resarcimiento después de que Pedro Duque, el antecesor de Diana Morant al frente del ministerio, eliminase su nombre de los premios nacionales. De una tacada salieron Menéndez y Pidal, Leonardo Torres Quevedo, Juan de la Cierva y el citado Ramón y Cajal. En la convocatoria de 2021, que se entregará en 2022, ya no estarán sus nombres. Ojalá Diana Morant sea capaz de resolver la incoherencia y no sólo paliarla.

Cajal es el mayor científico de la historia de la ciencia española. Este año se cumplen ciento setenta de su nacimiento. Francisco Cánovas y la Editorial Alianza, adelantándose al aniversario, nos ofrecen la biografía más completa y mejor ilustrada —las imágenes son magníficas— editada hasta la fecha. Su dedicatoria «A los científicos» bien podría haber sido dirigida «A los humanistas».

Cajal obtuvo el Premio Nobel en Fisiología y Medicina en 1906 —sus contrincantes, Méchnikov y Paulov también lo acabaron ganando— y al año siguiente fue nombrado presidente de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Biológicas. Esa institución, creada por el ministro Amalio Gimeno durante la Restauración, fue un verdadero aldabonazo para el desarrollo de una política de Estado en España en relación a la ciencia. Fue un paso gigante en la modernización del país y pocas veces le reconocemos este mérito a aquel gabinete. El científico, además de acrecentar sus méritos como investigador del sistema nervioso, pudo desarrollar allí y en el Laboratorio de Investigaciones Biológicas su ascendiente y magisterio, que se irradió sobre las generaciones que le continuaron y multiplicaron su labor.

Esta es la biografía más completa y mejor ilustrada editada hasta la fecha

El libro dedicado a Cajal, quizás excesivamente contextualizado, ofrece muchísimos detalles en los que cualquier lector curioso puede reparar. Se me escapaban hechos tan relevantes como su contribución a la vacuna del cólera y sus estudios sobre el cáncer. Sus memorias permiten una magnífica aproximación a la historia de las mentalidades.

Justo y Antonia

Por mi parte, no he podido dejar de pensar en todo lo que ha de rodear a un talento como el suyo para que pueda prosperar y dar fruto. Su padre, Justo Ramón Casasús, también debería de ser homenajeado. Pero ni siquiera tiene una calle. Al menos ha merecido la atención de Pedro Uhalte Sevilla, un vecino de Petilla de Aragón, su mismo pueblo, que ha indagado en su vida, opacada por la propia fama de su hijo.

Justo fue un modesto labrador, hijo de labradores, que se casó joven y vivió en condiciones precarias, pero que se esforzó para dar lo mejor a su familia. Con veinte años viajó a pie a Barcelona. Allí trabajó de barbero y comenzó a asistir a clases en la universidad. Poco a poco fue accediendo a diversos títulos. Logró el de cirujano de segunda clase en 1848 y se licenció en medicina en 1862. Tenía ya cuarenta años. También fue profesor de disección en la Facultad de Medicina de Zaragoza. Ejerció en los pueblos del Alto Aragón y por eso Santiago se crió allí. El futuro premio Nobel nació en Petilla de Aragón, un enclave navarro en Aragón. La circunstancia, más allá de la anécdota, ha dado para no pocas disputas.

La relación entre padre e hijo no fue fácil. Justo fue un verdadero maestro para Santiago, como éste terminó por reconocer. No habría podido crecer en saber en el ambiente rural en que se movió, pues en ese entorno su padre era el único que podía proporcionarle una buena educación. Su esposa, Antonia Cajal Puente, es aún más anónima. Sin el esfuerzo de ambos seguro que la biografía de Ramón y Cajal sería imposible.

Esta cuestión engarza con otra, definitoria de la personalidad de nuestro científico. Presidiendo la Junta de Ampliación de Estudios, al poco de obtener el premio Nobel, Santiago envió a su hijo Jorge a estudiar al extranjero. Le preguntaron por qué no le había dado una beca y respondió: «Por eso mismo, por ser mi hijo».

Pero hay otros muchos apuntes curiosos. Su amor por el dibujo y la fotografía y su interés por formarse técnicamente fue importante para su quehacer científico, aunque su padre trató de evitarlo a toda costa. Nuestros defectos pueden terminar siendo virtudes y viceversa. Los padres condicionan, pero no determinan a los hijos.

Su trabajo como médico durante la guerra de Cuba terminó por fijar sus ideas políticas, cercanas a las del progresismo español, y le animó a actuar públicamente para denunciar los males de aquella España. Sus autorretratos, su obsesión por el aspecto y su vanidad como científico también parecen estar interrelacionados. Podríamos comentar muchas cosas más. El aprendizaje a partir de una lectura sobre la biografía de uno de los españoles más notables de la historia puede ser enorme.