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Maigret duda de George Simenon

Detalle de portada de «Maigret duda« de George SimenonAcantilado y Anagrama

Hay que llevar un Simenon siempre en el bolso

La colaboración entre dos editoriales históricas (Anagrama y Acantilado) vuelve a poner en valor la obra de Simenon

Maigret duda de George Simenon

acantilado y anagrama / 163 págs.

Maigret duda

George Simenon

Ha sido una de las noticias del año recién terminado. La colaboración entre dos editoriales históricas (Anagrama y Acantilado) para «poner en valor pensando sobre todo en los lectores jóvenes» la obra de George Simenon. La colección Simenon ha arrancado con tres títulos: Maigret duda, Tres habitaciones en Manhattan y El fondo de la botella. Por ahora solo un Maigret, aunque han anunciado que próximamente sacarán Maigret tiene miedo y Maigret y la vieja dama.

Edición cuidadísima –cubierta mate con papel especial, elegantes guardas ilustraciones llamativas de Maria Picassó…– con la que Sandra Ollo (Acantilado) y Silvia Sesé (Anagrama) demuestran su buen ojo. Y avisan: «Hay que llevar un Simenon en el bolso siempre por si acaso».

No es mal consejo. Además, lo bueno de Simenon es que hay dónde elegir: publicó 192 novelas con su nombre y 27 con pseudónimo. Entre ellas, 78 fueron protagonizadas por Maigret. Un comisario atípico, al que se reconoce a partir de dos características fundamentales: su catolicidad y la experiencia vital fundamental para empatizar con los distintos personajes implicados en los casos que investiga. Simenon es un excelente observador y creador de ambientes.

Simenon entendía la escritura como una forma de mirar a los demás a partir de su propia experiencia. Por eso su método no es la fría deducción, sino la lógica de la afectividad

Periodista y asiduo de la vida nocturna parisina, pero capaz de profundizar en las relaciones de sus personajes. Su método de trabajo consistía en seguir un consejo que le dio Colette: releer lo escrito y quitar adjetivos, adverbios y cualquier palabra efectista que se le hubiera podido escapar. «Todas las palabras tienen que estar al servicio de la frase. Ya sabe, si te queda una frase bonita, quítala».

Maigret duda es de las últimas novelas de este personaje, y comprobamos durante toda la novela que nuestro comisario tiene ya cierto hastío: «Mi mujer no me deja tomar más que una copa en las grandes ocasiones. Dice que estoy delicado del hígado, según ella estoy delicado de todo y no tengo ni un solo órgano sano»; cierta melancolía, y una decidida intención de paternidad con sus colaboradores: «Janvier se mantenía serio, pero Lapointe no pudo reprimir una sonrisa, y Maigret se dio cuenta. Su cólera quedó unos instantes en suspenso y acabó sonriendo a su vez, y dando unas palmaditas en el hombro a su colaborador: Perdonad, chicos. Este asunto ha acabado exasperándome. Allí todo el mundo anda de puntillas y yo he acabado andando de puntillas también, como pisando huevos».

Sin salir a la calle

En esa novela recibe una carta anónima en la que se le advierte que está a punto de cometerse un asesinato en un lujoso apartamento de un conocido abogado parisino. Parece recordar a otra de sus aventuras, El caso de Saint-Fiacre, donde también la trama se desencadena con un aviso misterioso y toda la acción se desarrolla en el interior de un edificio, parecería una obra de teatro. Un escenario casi opresivamente cerrado, circunstancia que intensifican los complejos personajes a los que investiga. Esta vez el comisario no tiene que recorrer las calles de París para buscar al culpable, sino que las escasas veces que sale del apartamento donde se desarrolla la investigación, lo hace para descansar, para ir a casa o para comer en un restaurante.

Simenon entendía la escritura como una forma en la que el artista se exploraba a sí mismo, y además, una forma de mirar a los demás a partir de su propia experiencia. «El escritor escribe con compasión porque siente que su prójimo es como él». Algo de eso tiene Maigret. Una mirada profunda y compasiva de la realidad. Nunca deja de confiar en la gente. Por eso su método no es la fría deducción, sino la lógica de la afectividad, dando la primacía a lo humano, poniéndose en el lugar del otro, haciéndose uno con ellos, y entonces, la verdad surge.

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