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Detalle de portada de «Quién es el hombre» de Leonardo PoloRialp

«Quién es el hombre». Humanismo cristiano sin pretensiones de propaganda

Leonardo Polo nos brinda una introducción divulgativa a la filosofía basada en clases de primer curso de carrera, con una mirada armónica, dinámica y positiva sobre la condición humana

rialp / 264 págs.

Quién es el hombre

Leonardo Polo

El madrileño Leonardo Polo (1926–2013) dedicó la mitad de su vida a impartir clases de Filosofía en la Universidad de Navarra. Hijo del teniente de alcalde de Madrid cuando estalló la Guerra Civil, pensó en dedicarse a la abogacía en el bufete de un tío suyo. Se licenció en Derecho, pero abandonó la profesión, para centrarse en estudios de doctorado, filosofía, estancias de investigación en Roma. Acabó doctorándose con una tesis en que calificaba a Descartes como voluntarista, no como racionalista. Influido por el pensamiento filosófico clásico, leyó con provecho a Balmes, Ortega, Zubiri. Trató a lo largo de su recorrido académico e intelectual con Antonio Millán–Puelles, Álvaro d’Ors, Jacinto Choza, Alejandro Llano, Rafael Alvira… y con centenares de alumnos. Y precisamente fruto de su docencia es este libro, que, en palabras del propio Polo, es una transcripción —con algunas correcciones— de sus clases a alumnos de primer curso de Filosofía. Rialp reedita el título publicado originalmente en 1991.

El estilo del libro aúna todas las características que cabrían esperarse: se mezcla el tono oral con la necesaria precisión docente; funciona como una introducción al pensamiento que trata todo tipo de temas —libertad, moral, familia, sociedad, conocimiento, Dios, lenguaje, economía, magia, religión, mundo moderno, gratitud, virtudes—; salpimentado con digresiones y ejemplos necesarios, y ninguna nota al pie. Polo no plantea el contenido de este libro como un sistema concienzudo, una metodología o un repaso a la historia de los grandes pensadores. 

Platón, Ockham, Péguy, Heráclito, Aristóteles o Nietzsche aparecen cuando hace falta, no como alarde de erudición

En ese sentido, el libro tiene mucho de divulgativo, sin ninguna necesidad de citar el canon filosófico desde los presocráticos. Platón, Ockham, Péguy, Heráclito, Aristóteles o Nietzsche aparecen cuando hace falta, no como alarde de erudición. Cierto, por otra parte, que el estilo oral requiere de una lectura pausada, casi premiosa, porque a veces el autor avanza más rápido de lo que le gustaría al lector, que ahora no tiene ocasión de levantar la mano, para preguntar dudas al maestro. Téngase en cuenta que a veces don Leonardo, en clase, se detenía, extasiado en una alguna ingeniosa reflexión, y la ceniza le acababa cayendo en la calva, sin que él se percatase.

El pensamiento que despliega Leonardo Polo en Quién es el hombre podría definirse como humanismo cristiano desprovisto de programa apologético. Porque habla de Cristo y de la Iglesia con la misma naturalidad con que diserta sobre biología y lenguaje, o sobre Ulises o don Quijote. 

Al igual que en otras obras, este filósofo presenta un ensayo sin pretensiones de contundencia; más bien, hilvana de manera coherente las principales cuestiones, para bosquejar un cuadro armónico y positivo sobre la condición humana, nuestro lugar en el mundo, nuestra relación con la naturaleza, con nuestro cuerpo, con Dios y con los demás humanos. Un compendio de filosofía que evita los tecnicismos y la jerigonza doctrinal. Describe la cultura como proyección o continuación de la naturaleza, y acaba identificando libertad con verdad. Asume que el hombre es un ser problemático —genera y resuelve problemas—, no estático, de modo que su equilibrio es perfectible y en movimiento. Al mismo tiempo, define la sociedad como un juego de suma positiva.

Polo habla de Cristo y de la Iglesia con la misma naturalidad con que diserta sobre biología y lenguaje

Al igual que Chesterton, el texto de Polo está repleto de frases rotundas, axiomáticas, con tono inopinado de máxima ciceroniana. «La verdad no tiene sustituto útil»; «El sueldo del cabeza de familia se lo expropia la mujer»; «La libertad no es arbitrariedad»; «La soledad es la muerte de la libertad»; «Describir lo santo en términos religiosos es imposible; lo santo es el silencio»; «La teoría del conocimiento de Platón es muy deficiente»; «Cada uno de nosotros es un nombre que sólo conoce Dios»; «La ideología progresista es un ceremonialismo»; «La ética no es para tontos»; «El hombre libre corre el riesgo de equivocarse»; «En cuanto el hombre está por medio, las cosas no funcionan mecánicamente».