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Detalle de portada de «Un mar de nombre impronunciable» de José María Paz GagoHiperión

Un canto por los mares... y que no se convierta en réquiem

Paz Gago se aparta de cualquier demagogia, de cualquier dictado grupal o político, para subrayar el contraste entre la belleza de lo creado y el resultado de su degeneración, fruto del descuido de los seres llamados inteligentes

Hiperión / 61 págs. / XIII PREMIO INTERNACIONAL DE POESÍA CLAUDIO RODRÍGUEZ

Un mar de nombre impronunciable

José María Paz Gago

Paz Gago, catedrático de Teoría de la Literatura de la Universidad de La Coruña, ya avisaba en su Expulsión del paraíso. Poemario del Caribe (Premio Gustavo Adolfo Bécquer, SIAL, 2018) sobre la necesidad de cuidar el «jardín secreto», de evitar «el lento / suicidio / de este edén marino» (pág. 80), advertencia de múltiples sentidos, pero orientados todos a una reflexión sobre cuanto el humano conserva en depósito y debe disfrutar con cuidado.

Ironizaba entonces a propósito de los entramados de explotación, fueran los de la naturaleza, los de la inocencia infantil o los de la vida de los pueblos. El recorrido por paraísos turísticos servidos en menús permitía al poeta captar el comercio voraz y el atropello de la naturaleza, de los niños y de los humanos más débiles o menos advertidos.

Conforma el sustrato de este nuevo libro el contraste entre la belleza de lo creado y el resultado de su degeneración, fruto del descuido de los seres llamados inteligentes

Conforma el sustrato de este nuevo libro el contraste entre la belleza de lo creado y el resultado de su degeneración, fruto del descuido de los seres llamados inteligentes. Esa naturaleza cuyo nombre y custodia se encomendó a la humanidad, aquel mar cantado por Homero, amado por Safo (pág. 43), tras perder su esplendor, análogamente ha quedado también impronunciable.

La amenaza del apocalipsis se despierta con el recuerdo de los desastres habidos en la costa gallega, a saber, el de Urquiola, en 1976; el del petrolero Mar Egeo en 1992; el del Prestige, como el del golfo de Méjico en 2010. Pero, sobre todo, es el «lento envenenamiento fatal» (pág. 23) en más global escala el que genera las imágenes de la catástrofe. Para sus causantes, como un carguero del estilo de los ya conocidos protagonistas de otras desgracias, el poeta inventa la metáfora de «cetáceo mecánico». Sagazmente, atribuye a su «rabia cainita» el escupitajo de su fuego químico, en una suerte de desplazamiento calificativo, nueva personalización, sinécdoque y analogía, que obliga a reflexionar sobre esas máquinas construidas, convertidas en hermanastras de los peces.

Paz Gago se sirve de una personalización permanente de los elementos marinos con la clara intención de subrayar su importancia decisiva para la vida, la equivalencia de destino entre las aguas y la humanidad; una personalización a veces amparada por símiles de igual fuerza expresiva: «Los pescadores lloraban / como si los peces muertos / fueran sus propios hijos, / sangre de su sangre» (pág. 41); o bien por eficaces aliteraciones: «una pestilencia (…) se incrustaba en el caparazón / de los hombres y los crustáceos» (pág. 42).

Queda la esperanza de una vuelta al «edén ignoto» (pág. 19), a esa amorosa declaración a los arenales, en lengua indescifrable y placidez pendular, formulada por las aguas vivificadas y personalizadas en los primeros poemas, aguas que reflejan el cielo, en un poema de múltiple interpretación.

Paz Gago se sirve de una personalización permanente de los elementos marinos con la clara intención de subrayar su importancia decisiva para la vida

El yo poético que Paz Gago ha ido desarrollando en los últimos años ama los espacios terrestres, y de ahí su preocupación por el devenir anunciado. En su Guía de lugares inexistentes (SIAL, 2011), cabía encontrar una suerte de comunión entre el yo poético y las ciudades visitadas y amadas, de modo que proyectaba en ellas la propia sensibilidad poética –de ahí su ser «inexistentes»– del mismo modo que se dejaba seducir por ellas, llenarse de sus historias y dolerse con sus tragedias.

El autor, por otra parte, se aparta de cualquier demagogia, de cualquier dictado grupal o político. Y acierta en evitar aspectos panfletarios de oportunidad partidista, en acusaciones directas tantas veces contradictorias, incoherentes en los propios programas con otros alegatos por temas de otra índole. La voz de este poeta es la voz del que comprende el auténtico eslabón entre el humano y su entorno nutricio, es voz objetiva.

La cinematografía y la narrativa han cumplido las exigencias del imaginario cultural en torno al fin del planeta. Aparte de incluirse en lo que viene llamándose «ecopoesía», este libro se suma con dignidad a aquel inventario.