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«Céntrate» (Deep Work) de Cal Newport

Una llamada a salir de la distracción continua

Reivindicación del trabajo profundo en tiempos de atención dispersa

península / 315 págs.

Céntrate (Deep Work)

Cal Newport

Llegué a este libro por una entrada del blog de Aurora Pimentel (Master en nubes) que hablaba de Minimalismo digital, otro libro del mismo autor. Céntrate (título elegido para la edición española en lugar del original inglés: Deep work) es una obra que se escribió antes, pero se edita por primera vez ahora en España.

El concepto central del libro, desde el título mismo, es el de «trabajo profundo», que Newport define como «actividades profesionales que se llevan a cabo en un estado de concentración desprovisto de distracciones, de tal manera que las capacidades cognitivas llegan a su límite máximo. Este esfuerzo crea valor, mejora las habilidades y no es sencillo de replicar». El opuesto del trabajo profundo no es, como cabría esperar, la ociosidad o el aburrimiento o la dispersión, sino lo que el autor llama «trabajo superficial» y define como aquel «constituido por tareas que no son exigentes desde el punto de vista cognitivo, tareas de tipo logístico que se suelen ejecutar en medio de distracciones. Estos esfuerzos por lo general no crean gran valor en el mundo y son fáciles de replicar».

La distinción es importante porque el libro no es un alegato contra el ocio ni la pereza. De hecho, defiende ardorosamente conceptos tales como la inactividad, el tiempo de descanso e incluso el aburrimiento. La tesis central del libro es que el trabajo profundo (que podríamos mejor definir como «trabajo intelectual») es valioso, tiene sentido por sí mismo (para vivir una buena vida, no sólo como medio para alcanzar resultados concretos de productividad) y es escaso en nuestros días (porque no se dan las condiciones adecuadas para lograrlo: es más, en muchos trabajos se dan las condiciones contrarias).

Este último punto es, quizás, el que me ha resultado más sugerente: la cantidad de distractores que existen en nuestros trabajos, empezando por la propia disposición de las oficinas como «espacios abiertos» en los que la concentración es prácticamente imposible; la «cultura de la conectividad», «en la cual se espera que las personas lean y respondan rápidamente los correos electrónicos (y medios de comunicación similares)»; el estado de ocupación permanente como sustituto de la productividad (hacer cosas, sin criterio, en lugar de preguntarse por la finalidad) y «el culto a internet» –siguiendo a Postman el autor habla de «tecnópolis»–.

La sabiduría monástica occidental era muy consciente de la estrecha relación entre la vida intelectual y el trabajo manual

Al lector avisado no le extraña que, antes de llegar a las cincuenta páginas, Newport ya esté citando al dominico Sertillanges, autor del imprescindible libro La vida intelectual (todo un clásico, publicado en español por Encuentro). Él y Guitton, con su libro El trabajo intelectual, publicado por Rialp, han sido faro para la que esto escribe, y no me resisto a citarles aquí: son precedente indispensable de este libro.

Tampoco es de extrañar que el trabajo artesano ocupe un lugar preponderante en la ejemplificación del trabajo profundo que hace Newport: la sabiduría monástica occidental era muy consciente de la estrecha relación entre la vida intelectual y el trabajo manual. Por cierto que el autor habla de «filosofía monástica» pero no se refiere a esta relación, sino que define con este término la actividad que «busca maximizar la profundidad mediante la eliminación o la reducción drástica de las obligaciones superficiales».

Como buen norteamericano, el autor hace alarde de pragmatismo ofreciendo una batería de recetas para reducir las distracciones y conseguir los mejores resultados mediante un trabajo cognitivo intenso y mantenido en el tiempo. Una y otra vez venía a mi mente, al leer sus propuestas, como un ritornello, la sentencia de Gregorio Luri en La escuela no es un parque de atracciones: «La atención es el nuevo cociente intelectual». Realmente, hay un gran acuerdo entre lo que Luri propone en el capítulo dedicado a la atención (desde la definición: «la voluntad que conscientemente se abre paso entre los diversos estímulos que compiten por distraerla, para centrarse en un fin que considera superior a esos estímulos» hasta la relación entre atención y hábito) y lo que Newport quiere conseguir con sus «reglas para el éxito en la era de la distracción».

Aunque agrupe sus consejos y sugerencias en cuatro grandes reglas (trabajar con profundidad, abrir las puertas al aburrimiento, alejarse de las redes sociales y eliminar lo superficial) son muchísimas más de cuatro las indicaciones que recoge el libro en su segunda parte. De distinto rango y efectos, además, y no todas posibles (o deseables) para todas las personas ni todos los trabajos.

Pero, aunque no todas las reglas resulten igual de útiles o efectivas, aunque no todas sean igualmente aplicables, sí vale la pena el libro como una ayuda en el esfuerzo de reflexionar sobre el trabajo cognitivo que llevamos a cabo: cómo es de riguroso, qué precisaríamos para ejercerlo con mayor profundidad, qué podríamos hacer mejor en lo que hacemos.