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Desayuno de campeones de Kurt Vonnegut

Portada de «Desayuno de campeones» de Kurt VonnegutBlackie Books

Centenario de Kurt Vonnegut

«Desayuno de campeones». Nuestro mundo visto por un alienígena

Un libro que desvela con humor las profundas contradicciones de nuestra sociedad. Vonnegut escribe a contracorriente una novela gamberra que no nos deja indiferentes. Se atreve con todo.

Este año se cumple el centenario de Kurt Vonnegut y la editorial Blackie Books está recuperándolo: el año pasado publicó Matadero cinco y acaba de salir Desayuno de campeones. Siempre me ha sorprendido el desconocimiento que tenemos de este escritor norteamericano, pero mi sorpresa ha sido mayúscula al descubrir que el aparente desinterés iba más allá, pues directamente sus libros han estado durante bastante tiempo descatalogados.

Desayuno de campeones de Kurt Vonnegut

blackie books / 312 págs.

Desayuno de campeones

Kurt Vonnegut

La ignorancia de Vonnegut se me antoja fruto de la hibridación de géneros que trabajó. Tradicionalmente se le considera autor de ciencia ficción, pero no encaja en ninguna de las tradiciones del género (por su sarcasmo, su humor y sus toques surrealistas) y tal vez esto provocó que ni los adeptos a la ficción especulativa, ni los lectores de novela literaria se interesaran en él. Curiosamente, le pasa algo parecido a su amigo Joseph Heller, cuyo clásico de humor bélico Trampa 22 también vive en los márgenes de nuestros cánones.

Vonnegut es un autor de ciencia ficción como Jonathan Swift lo es de fantasía y George Orwell de literatura infantil

Y es que Vonnegut es un autor de ciencia ficción como Jonathan Swift lo es de fantasía y George Orwell de literatura infantil. Sus vinculaciones son pura cosmética porque en realidad utilizan esos géneros para cuestionar el tiempo en que les toca vivir. Y en materia de cuestionamientos Kurt es un auténtico maestro. El enfant terrible de la cultura americana está especializado en mirar la realidad desde el otro punto de vista y tal vez su biografía le ayudara: estuvo preso durante la Segunda Guerra Mundial en Dresde. Se salvó de milagro de las bombas amigas y tras el bombardeo le tocó enterrar (y quemar) a las víctimas, principalmente civiles.

Desayuno de campeones es un libro raro incluso para Vonnegut. En el prólogo se arranca con toda una declaración de intenciones: «Este libro es el regalo que me hago a mí mismo por mi cincuenta cumpleaños», y más adelante especifica un poco más: «creo que estoy intentando dejar mi cabeza tan vacía como cuando nací hace cincuenta años en este planeta herido». El autor decidió escribir una antinovela. Una ficción en la que los personajes no estuvieran sujetos a las tradiciones narrativas más elementales, que desarrollaran su trama de forma azarosa, rompiendo las reglas básicas del relato pero sin salirse del texto narrativo. Al lector español le sonará a la «nivola» unamuniana y a la presencia del autor dentro de la obra. Vonnegut, como Unamuno, aparece en el libro, y no como un personaje más, sino como el creador de la historia. Interactúa con sus criaturas y admite manejar su voluntad sin darle demasiada importancia.

Vonnegut es un iconoclasta que no respeta ni lo más sagrado. En estos tiempos de piel tan sensible la honestidad brutal casi se agradece

La gran diferencia con Unamuno está en el humor y el sarcasmo del que el escritor vasco no era especialmente afín y que aquí empapa el libro desde la primera página. Vonnegut es un iconoclasta que no respeta ni lo más sagrado (comienza insultando a la bandera americana, ni más ni menos) lo que puede provocar cierta irritación por parte de algún lector, aunque en estos tiempos de piel tan sensible la honestidad brutal casi se agradece.

Nos describe el mundo en el que habitamos de una manera muy sencilla. El narrador –él mismo– se dirige a un receptor alienígena y le explica los mecanismos de la Tierra y del ser humano desde cero, sin referencias previas. Los hechos aparentemente más normales se tiñen de extrañeza y con esa nueva perspectiva muestra realidades que no son agradables pero su habituación las ha convertido en algo soportable o incluso apreciado. Esta mirada distanciadora pudiera parecerse a la de Houellebecq, pero el francés nos interpreta como una especie biológica inferior que no merece la más mínima compasión. Vonnegut, por el contrario, es un gran humanista y en esa visión sarcástica siempre late un cariño a las personas, una creencia en la mejora de la sociedad y una esperanza en un mundo mejor.

Desayuno de campeones puede escandalizar, pues es intención del autor ser piedra de escándalo, pero su grosería y descaro no es por divertimento vacuo sino con conciencia, es coherente con el estilo, el tono y la trama del libro y, yo diría, nunca viene mal el vernos de vez en cuando abiertos en canal.

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