«El desorden de los libros». Y tú, ¿ordenas tu biblioteca?
Un diálogo con el bibliotecario y erudito Massimo Gatta para tratar el orden de las bibliotecas
Solo hay una cosa mejor que la comida, la música y los libros: hablar de comida, música y libros con los amigos. Son ocasiones idóneas para que suceda esa matriz de toda amistad de la que hablaba C. S. Lewis con aquella exclamación de «¡y tú también! ¡a ti también te pasa!». Un ejemplo de ello fue el respingo tras leer este artículo de Jaime García-Máiquez, en el que explica el método de lectura de todo padre de familia numerosa, aprovechando los minutos vacíos que tiene cada cuarto de hora: coger un libro al azar de la estantería, abrirlo al azar, leyéndolo «de pie, apoyado en la pared, con una pierna cruzada elegantemente sobre la otra, como esperando algo en una esquina de la calle de la Luna» y la charla posterior con él.
El desorden de los libros no es ni más ni menos esa misma experiencia. Un diálogo en el que el bibliotecario y erudito Massimo Gatta tiene la voz cantante. El tema del orden de los libros, claro, es el que mas páginas ocupa: si se tiene que tener ordenada la biblioteca, si esto es posible, si a partir de diez mil volúmenes es vital, si con unos tres o cuatro mil uno puede tirar porque se acuerda de dónde los dejó… Pero luego se suceden hilos apasionantes que son un disfrute y a uno le entran ganas de participar para criticar a los que colocan la estantería por colores y tamaños (como dice Borsani, gente de la que no te puedes fiar); o cómo mantener las relaciones de vecindad (en mi caso hice auténticos malabares para que Chesterton no estuviera ni siquiera en el mismo anaquel de esos ejemplares de Paulo Coelho que compré hace tiempo porque regalaban una manta estupenda).
fórcola / 175 págs.
El desorden de los libros
Lo de que es un diálogo no me lo tomen como una cursilería de reseñador. Es que el volumen viene con un prólogo de Luigi Mascheroni y un epílogo de José Luis Melero. Mientras el primero, como buen prologuista, concuerda con el autor principal y añade tres geniales reglas: no prestar nunca un libro, no leerlos porque se destroza el canto, y no ordenar los libros jamás. Melero entra al trapo de la cuestión defendiendo la necesidad del orden en toda biblioteca: porque sería como tener un billete premiado de la lotería y no poder cobrarlo porque no sabemos dónde lo metimos. Añade después varios criterios de clasificación que pueden abrir otros tantos debates.
Al diálogo, junto con los cientos de referencias que aporta Gatta, se tiene que añadir por justicia Cómo ordenar una biblioteca, del famoso editor de Adelhpi Roberto Calasso. Este libro es citado continuamente por el autor, por el prologuista y por el epiloguista. Y claro, hay que comprárselo junto con el que es objeto de este artículo. Por cierto que lo acaba de editar hacer unos meses Anagrama en su colección de ensayos breves.
Pero es que además El desorden de los libros es un catálogo para explicar las partes que puede tener un libro. Además del prólogo y el epílogo, tiene treinta páginas de bibliografía, cuarenta de notas, y un índice onomástico. Por supuesto también los detalles a los que nos tiene acostumbrados Fórcola, que muestra que son gente que disfruta con la edición: unas bonitas guardas con una ilustración de una estantería desordenada y un colofón en recuerdo de Jean Cocteau.