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Portada de «El liderazgo en guerra» de Andrew RobertsCiudadela

«El liderazgo en guerra». ¿Cómo puede una sola persona guiar a un centenar?

El historiador británico Andrew Roberts presenta la biografía de nueve líderes en tiempos de guerra en un ejercicio de síntesis y conocimiento histórico sensacional

«¿Cómo puede una sola persona guiar a un centenar?» era una de las preguntas del examen de acceso a la Universidad de Cambridge a comienzos de la década de los ochenta. Andrew Roberts (1963) la responde recurriendo a nueve biografías de líderes en tiempos de guerra: Napoleón Bonaparte, Horacio Nelson, Winston Churchill, Adolf Hitler, Joseph Stalin, George Marshall, Charles de Gaulle, Dwight Eisenhower y Margaret Thatcher. Sería fácil criticar la selección que realiza porque parte de una perspectiva anglosajona, limitada además por lo ocurrido en los últimos doscientos años. De Alejandro Magno, Julio César, Hernán Cortés, Simón Bolívar y Mao Zedong podríamos extraer múltiples enseñanzas igual de valiosas que de los citados. Alguien dirá que sólo hay una mujer y que no hay nadie surgido desde un ambiente humilde. Todo ello es cierto. Pero sería profundamente injusto argumentar así.

ciudadela / 239 págs.

El liderazgo en guerra

Andrew Roberts

Lo sustantivo en este libro son las ideas que se exponen sobre el liderazgo y no quién las encarna, aunque su ensayo es también un magnífico libro de historia con el que acercarse a las últimas centurias. Cualquier historiador podría construir una reflexión semejante a partir de Sertorio, Trajano, Leovigildo, Pelayo, Alfonso VIII y otros líderes ibéricos en tiempos de crisis. También a partir de Franco, Vicente Rojo y Manuel Azaña. Sería otro gran libro.

Pero la clave, repito, no es tanto el quién, sino el qué. De ahí la presencia de figuras controvertidas como las de Hitler y Stalin, a los que dedica todo género de epítetos antes de contarnos qué aprender de ellos. Pocas veces he leído las palabras mediocre, resentido, cruel, insufrible, aburrido, abstemio, vegano, fanfarrón y patético al lado de un concepto al que arrogamos virtuosismo. Roberts se regodea precisamente en esta aparente contradicción para advertirnos de que hay líderes que pueden conducirnos al abismo.

El autor sostiene que el liderazgo se cultiva. Esa sería la primera enseñanza. Pero hay una serie de rasgos que nos sorprenden. Los líderes que ha estudiado tienen una profunda confianza en sí mismos. No necesariamente esa confianza aparece en la juventud. Puede revelarse tardíamente, como en el caso de Thatcher. Los demás pueden ser fundamentales en el desarrollo de esa confianza.

Alguien dirá que sólo hay una mujer y que no hay nadie surgido desde un ambiente humilde. Todo ello es cierto. Pero sería profundamente injusto argumentar así.

Una historia de fracasos sucesivos puede ser un camino de aprendizaje que culmina para bien en un momento decisivo. Incluso entonces, fracasaron y en algunos casos fueron capaces de regresar y rehacerse. Estuvieron convencidos de estar cumpliendo una misión que les superaba como individuos y que les comprometía con la colectividad. El caso de Churchill y su carta escrita durante su juventud es elocuente. Ese propósito era a priori complejo y difícilmente alcanzable, pero sin él no habrían mostrado su coraje.

Fueron capaces de motivar a otros muchos, de diversas maneras, para comprometerles en esa misión. Conocían perfectamente a aquellos a quienes tuvieron que mandar. Respetaron a sus enemigos. Descansaban poco, trabajaban mucho y eran capaces de concentrarse a la hora de resolver las tareas propias de su mando. Asumieron las ideas de otros. Fueron rápidos tomando decisiones en los momentos decisivos. Controlaron lo que los demás pensaban sobre lo que estaba sucediendo. Protegieron la base de su poder. Sus defectos eran notorios. Tuvieron dosis enormes de suerte y sentido de la oportunidad. Cada contexto, territorio y tiempo tiene su líder.

Para escribir un libro sobre el liderazgo en guerra hace falta una amplísima cultura, conocimiento histórico, capacidad de síntesis, dominio del lenguaje para ser preciso y sugestivo, y escoger ejemplos que animen la mente del lector y le persuadan de que el esfuerzo que está realizando merece la pena. Todo ello lo logra Andrew Roberts. Es uno de esos historiadores británicos capaces de exponer en unas pocas páginas algo que para mí y muchos historiadores como yo sería un trabajo inacabable. La clave está en conectar investigación, enseñanza y divulgación al más alto nivel, para simplificar y verbalizar lo aprendido e investigado. Espero dominar ese arte algún día.

Para escribir un libro sobre el liderazgo en guerra hace falta una amplísima cultura, conocimiento histórico, capacidad de síntesis... Todo ello lo logra Andrew Roberts

En España es conocido gracias a la traducción de su biografía de Napoleón (Palabra, 2016) y algo menos por la que dedicó a Churchill (Crítica, 2019). En Gran Bretaña, donde se cuida bastante más que aquí la historia militar, recibió el premio British Military Army Book del año 2010 por The Storm of War. Napoleón. Una vida es un libro monumental que ignoré cuando apareció en las librerías y que me llamó la atención cuando empecé a encontrarlo en los despachos de varios historiadores especializados en esa etapa. Es otra gran obra de historia, que también recomiendo. En El liderazgo en guerra condensa buena parte de lo que ha escrito: The Holy Fox, Wellington and Napoleon, Hitler and Churchill, Masters and Commanders y los citados Churchill y Napoleón. Gracias por su libro, Mr. Roberts.