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Portada de «El mal del chamán» de Jacek Hugo-BaderLa Caja Books

«El mal del chamán». La cultura callada del chamanismo

El periodista Jacek Hugo-Bader da testimonio de una cultura a menudo silenciada: el chamanismo, un oficio apreciado y prestigioso en la Federación de Rusia

En la taiga siberiana la vida vegetal es posible solo durante cuatro meses al año. Es un área inmensa, despoblada, exuberante, dura, de noches largas y veranos cortos. Es un rincón del planeta dejado de la mano de Dios, donde la civilización intentó llegar cabalgando sobre caminos de hierro, y se topó con el otro mundo. Allí no cuajó la nueva ciencia del alma predicada por los psiquiatras en los divanes de Moscú y San Petersburgo, y por eso todavía no son tachados de locos los que hablan con los muertos y curan a los vivos con humo y amuletos.

Jacek Hugo-Bader es reportero del diario polaco Gazeta Wyborcza, ha recibido en dos ocasiones el premio Grand Presse, y en España ha publicado En el valle del paraíso, El delirio blanco, y Diarios de Kolimá. Es un escritor de la impresión original, de la luz primera que alumbra lo humano. Pertrechado de un cuaderno, sale en búsqueda de aquello que precedió el proceso arrollador de la época soviética. ¿Qué ha quedado de aquel materialismo científico en los confines de la Rusia contemporánea?

El mal del chamán es el testimonio de una cultura callada y, a menudo, silenciada. Es el retrato de la identidad de un pueblo que ha sobrevivido a las influencias que le vienen del sur y del oeste, y es también el diálogo interrumpido entre el materialismo y el espiritualismo. «Después de la caída del País de los Soviets, explica el autor, surgió la necesidad de regresar a las raíces nacionales, de encontrar el sacrum en torno al cual, tras largos años de comunismo, fuera posible reconstruir la identidad de los pueblos de Siberia no eslavos».

La Caja Books / 364 PÁGS.

El mal del chamán

Jacek Hugo-Bader

El chamanismo es un oficio apreciado y prestigioso en la Federación de Rusia. Mientras que los registros recogen seiscientos cuarenta mil médicos, hay oficialmente inscritos más de ochocientos mil especialistas en los llamados «servicios mágicos», dados de alta como empresarios individuales. Según el autor, el cuarenta por ciento de los habitantes del país más grande del mundo cree en los milagros. Según relata, en 2020, en plena pandemia COVID-19, los diputados de la Duma acudían a las sesiones parlamentarias pertrechados con amuletos «anticorona y bloqueadores de virus».

A través de testimonios, recogidos de la convivencia y de la observación directa, Hugo-Bader, nos muestra el oficio y la sensibilidad de estas personas portadoras del «mal del chamán». Cada uno llega al chamanismo por su propio camino, que no está ausente de un gran dolor a través del cual los espíritus abren un «tercer ojo». Gracias a esa visión más aguda de la realidad, pueden ver el interior del alma o de la cabeza de otra persona, asomarse a sus penas, delitos o enfermedades, y sanarlas. Hay un mundo paralelo a nosotros en el que habitan las causas de la desolación y del dolor. Los chamanes, se dice, pueden pasearse por la frontera que los divide y traer de la otra orilla los frutos preciados.

Hugo-Bader es un escritor de la impresión original, de la luz primera que alumbra lo humano. Pertrechado de un cuaderno, sale en búsqueda de aquello que precedió el proceso arrollador de la época soviética

Jacek, uno de los chamanes, dice que, más o menos, ocho de cada diez personas de las que acuden a él sufre una enfermedad causada por el pecado de sus padres o antepasados, y por ellos pagan los hijos. «La enfermedad tuene una causa. ¡Siempre!». Pero ¿y por qué enferma el hijo y no el padre? «Para causarle más dolor al padre. La mayoría de los casos de drogadicción y alcoholismo de los jóvenes se debe a los pecados de sus padres. Beben a cuenta de la generación siguiente». Un mal que también puede transmitirse de hijos a padres, pero que es tan difícil como de humanos a animales, porque «los animales no han nacido para cargar con el pecado ajeno».

Como concluye Jacek Hugo-Bader, «no lo verás hasta que no lo creas». Es la inversión del método al que nosotros estamos acostumbrados. A mí me cuesta aceptarlo, pero coincido en que «la humanidad deberá existir mucho tiempo aún para poder explicarse a sí misma».