Fundado en 1910

Entrevista al escritor Santiago Posteguillo

«Reducir las Humanidades hace gente más manipulable, que es lo que busca el poder»

«Hay que conocer al máximo la Historia y leer lo máximo posible. Sólo así, se puede ser exigente con quien nos gobierna»

Santiago Posteguillo acaba de publicar Roma soy yo; otra estupenda novela con batallas, intrigas, amores de doble filo y corrupción en la Roma de Julio César. En las respuestas, se percibe su fascinación por el viejo imperio. Pero, también, su pasión por la enseñanza; una labor que no ha abandonado nunca.

–Don Santiago, usted sigue siendo profesor, por tanto, su opinión es importante. ¿Qué opina de las medidas en torno a la supresión cronológica de la Historia?

–Yo creo que, en cuanto a educación, todos los gobiernos, desde que tenemos democracia en España en estos últimos 40 años, cada reforma educativa, ha ido mal orientada. Y en lugar de fortalecer la lectura y los conocimientos humanísticos y técnicos, ha perjudicado a la educación. La cuestión es que las coordenadas espacio–tiempo existen, y no puedes eliminar la cronología del espacio y, sobre todo, del tiempo. No puedes eliminar la cronología por decreto. Puedes intentarlo, pero no lo vas a conseguir.

–¿Qué perderán los alumnos con estas restricciones?

–Si eliminamos las humanidades, (entendiendo la Filosofía, la Historia y otras disciplinas), o reducimos su presencia en el plan educativo, lo que estás haciendo es crear seres menos inteligentes, porque conocen menos su pasado, y con menos capacidad de razonamiento si no entienden a a los grandes filósofos de la historia. Generas gente mucho más manipulable que es, probablemente, lo que se busca desde el poder. Insisto que mi crítica es totalmente transversal; porque podemos ir comunidad autónoma por comunidad autónoma y encontraremos tendencias de control de las personas en todas las comunidades de forma diferente. Y yo contra esto me rebelo; porque creo que la gente tiene que conocer al máximo su historia, su pasado y tiene que leer lo máximo posible. Sólo así se es lo más exigente que se puede ser con quien nos gobierna; que es, precisamente, lo que no quieren, claro.

Generar mentes críticas, incluso con lo que yo les digo o expongo. Eso es lo que me fascina de la docencia

Roma soy yo, la nueva novela de Santiago Posteguillo.

–¿Y qué le fascina más de la docencia? Porque usted ha seguido dando clase...

– Sí, sigo; esta semana he dado clase, y el lunes vuelvo. A mí me fascinan varias cosas. Yo tengo vocación docente, llevo ya 29 años en la universidad. A mí lo que me fascina, y que es lo más importante que le digo a mis estudiantes que pueden sacar de la universidad, no es tanto conocimientos concretos (que también y son muy importantes), evidentemente. Lo más importante es cómo desarrollar una mente crítica que esté dispuesta a cuestionar el statu quo que reciben. Además, les digo que eso incluye lo que yo estoy diciendo ahora mismo, que pueden incluso criticar lo que yo estoy pensando o exponiendo ahora; esto es lo más importante: desarrollar mentes críticas. Y para eso has de exponer a los estudiantes a los más amplios conocimientos que puedas, a que lean o emprendan actividades relacionadas con sus disciplinas; que vean los problemas a los que se pueden enfrentar en cada una de las materias que estudian. Ese desarrollo de mente crítica es lo que a mí más me apasiona de la docencia.

–¿De qué modo enseña?

–Tengo la fortuna de impartir unas clases de literatura que me permiten proponer una selección de las lecturas para hacerles reflexionar sobre temas que yo creo que son relevantes en cada momento. Les puedo hacer leer Rebelión en la granja o 1984, o Fahrenheit 451, que son lecturas que me pueden parecer relevantes en los momentos que estamos viviendo hoy día y muy propicias para reflexionar y generar un espíritu crítico. La verdad es que eso es lo que más me apasiona.

–Don Santiago. A usted le fascina Roma y, además, la hace fascinante. ¿Qué ha descubierto en ella?

–Sí, claro; es que nosotros somos fruto. Nuestra civilización occidental es fruto de este pasado grecolatino. Los griegos probablemente ya lo dijeron todo; y los romanos, que deciden asimilar el mundo griego después de unas cuantas tensiones sociales. Al final, el mundo romano asimila al mundo griego con toda su cultura y nos llega a nosotros con toda su intensidad. Puedes encontrar los primeros intentos orgánicos de democracia en las ciudades griegas, y en la primera república romana. (No la última, la que se enfrenta contra César. Eso ya es una oligarquía que está muy alejada de cualquier concepto democrático). En cualquier caso, nuestro derecho viene del derecho romano. Y ahora mismo estamos hablando tú y yo en un idioma que deriva del latín, de tal forma que si queremos entendernos, saber cómo era el mundo romano nos va a ayudar mucho. Eso es lo que se puede descubrir en Roma.

Nos hemos dotado de unos sistemas un poco más elaborados, que permiten que la sociedad prevalezca más allá de guerras o crisis coyunturales

–¿Cuánta vida quita escribir un libro de 700 páginas? ¿Cuánto silencio necesitan?

–Sí es verdad que esto es un tema delicado; porque al final no puedes leer todos los libros que quieres. No puedes hacer todas las cosas que deseas, porque es bastante exigente sacar una novela de entre 500 y 700 páginas cada dos años. Ahí está, quizá, la espina que yo tendría más clavada: el tema familiar, o el tiempo que quita esa escritura. En mi caso, tiempo con mi hija y con mi pareja. Y este es un tema que siempre hay que buscar. Una serie de equilibrios complicados de llevar.

–¿Qué podemos aprender del Imperio Romano y de su permanencia en la Historia?

–Podemos aprender que permanece lo que se articula con un sistema administrativo que funcione. A veces nos hemos preguntado cómo es que el Imperio Romano no caía en bloque cuando gobernaba un Calígula o un Nerón, sobre todo el último Nerón, o un Cómodo. Pues no caía en bloque porque tenía unas extrañas estructuras organizativas o operativas que funcionaban muy bien, con unas inercias muy potentes; de forma similar a, como hemos podido comprobar cuando en algún país europeo, o incluso en nuestro país, no hemos tenido gobierno durante semanas o meses.

Creo recordar que Bélgica estuvo sin gobierno ocho meses o nueve, y el país no estaba hundiéndose en la miseria. Evidentemente, un país no debe permanecer diez años sin un gobierno, porque al final hay que ir tomando decisiones. Pero eso demuestra que el Estado no cae porque tiene unas inercias y una serie de elementos, de estructuras que funcionan.

–¿Roma también nos enseña que los gobiernos populistas suelen terminar mal?

–Sí. Ahí se ve la necesidad de que fortalecer nuestras estructuras y que busquemos fortalecerlas de formas equitativas y justas. Se puede entender que, en un momento dado, haya un deseo por parte de la gente de una solución rápida y populista en momentos de crisis. Pero el César puede ser, o no, una solución populista. Depende. Si tienes un Trajano las cosas van bien; si tienes un César las cosas van bien. Pero si tienes un Calígula, no. Por eso, hemos evolucionado y nos hemos dotado de unos sistemas un poco más elaborados, que permiten que la sociedad prevalezca más allá de crisis coyunturales, malos gobernantes o por pandemias, o por crisis migratorias, o guerras.