«Aventuras y desventuras de la razón». Una historia del pensamiento occidental
En tiempos de zozobra y distracción, Juan Padilla nos propone un riguroso recorrido por los complicados vericuetos del pensamiento occidental. Una lectura rigurosa e inteligible que recupera el peso tan grávido de las humanidades.
«La filosofía se limita a marcar el paso sobre el terreno». La frase, seguramente apócrifa, se atribuye a Hegel. Y no es baladí que el inspirador de todos los totalitarismos contemporáneos ponga el dedo en la llaga sobre un asunto crucial: la en apariencia frustrante falta de brío del pensamiento para evolucionar y formular nuevas propuestas frente a la revolución de las llamadas «ciencias duras» en los dos últimos siglos. En cierto modo, tiene su expresión en el retraso con que los consensos éticos responden a los más controvertidos avances de la investigación sobre las bases biológicas del ser humano y otros asuntos. En otras palabras, que a la revolución del átomo, del desvelamiento de los secretos del universo o de la secuenciación del ADN quizá no les haya acompañado una reflexión bien definida en torno a sus más inmediatas consecuencias sobre la vida de las personas.
Si a ello unimos el recurrente debate en torno a la crisis de las humanidades, que en la reforma en ciernes del Bachillerato español se presenta con tintes destructivos e inspiradores de la burricie más sectaria (la historia de nuestro país se explicará como un «relato» sesgado, contaminado por las ideologías presentes, parcial y ayuno de fechas y referencias), hemos de congratularnos de que aparezcan libros, en el mejor de los sentidos, a contracorriente.
ediciones CEF / 716 págs.
Aventuras y desventuras de la razón
En esta obra el orteguiano Juan Padilla se propone abordar así una síntesis sobre el pensamiento occidental que constituya –son sus propias palabras en el escueto prólogo– «un relato lo más claro y veraz posible». El empeño, como se puede fácilmente comprender, no resulta sencillo, pero el autor lo consigue. Casi setecientas páginas pueden parecer muchas para un magnífico libro de texto, pero sin duda son las justas para desentrañar nada menos que la historia del pensamiento occidental.
Padilla apenas tiene que justificar remontarse a la Grecia clásica («nosotros somos los griegos», apuntó con sagacidad Zubiri), pero confía la dificultad de señalar un punto de llegada. Tomando como modelo la claridad que Ortega predicó como cortesía de los filósofos, el autor aborda con lenguaje inteligible, que no renuncia a lo académico, la evolución del pensamiento en Occidente. Su mayor virtud, junto a lo omnicomprensivo del recorrido, quizá sea el tino para enmarcar los cambios en su adecuado contexto social, económico, cultural e, incluso, religioso. El lúcido Gibbon ya apuntó en su monumental ensayo sobre la caída del Imperio las raíces de la tolerancia religiosa en Roma: al pueblo todos los dioses le parecían igualmente verdaderos, mientras que los filósofos los tenían por igualmente falsos y a los magistrados se les presentaban igualmente útiles. En este sentido, el licenciado en Teología que firma el libro entronca estas aventuras y desventuras de la razón occidental en la sociedad de cada momento. Esto se muestra muy especialmente en un capítulo no sencillo como es el del pensamiento cristiano en el mundo tardorromano. Un título sin duda sugestivo como Dominio, de Tom Holland, no parece haber acabado de dar con la tecla.
El autor aborda con lenguaje inteligible, que no renuncia a lo académico, la evolución del pensamiento en Occidente
Por lo demás y tras surcar con éxito los océanos del medievo, la Edad Moderna y Contemporánea, Padilla alude a los problemas de identidad de nuestro mundo actual, con el declive occidental y, en consecuencia, la inédita inexistencia de una cultura «universalmente prestigiada» (página 696).
Es otro motivo para felicitarse que esta obra aparezca en la colección «Humanidades y Comunicación» de una institución, el grupo CEF-UDIMA, que, sin renunciar a las más avanzadas técnicas pedagógicas, apuesta por la alta cultura y la exigencia formativa.