«Franziska Scheler»: Weimar era esto (y se parece a lo de ahora)
Alianza Editorial recupera una novela de amor y sociedad ambientada en la Alemania de entreguerras surgida de la pluma de Bernard Von Brentano
En las últimas décadas, el mercado editorial español ha redescubierto (o directamente descubierto) la literatura centroeuropea del siglo XX y, en especial, la germánica. A los clásicos Thomas Mann y Franz Kafka, se le han ido sumando en los anaqueles Stefan Zweig, Joseph Roth, Arthur Schnitzler, Robert Walser… Si se mira un poco hacia atrás, resulta increíble que nosotros, los lectores, hayamos vivido tanto tiempo sin ellos.
Bernard Von Brentano (1901-1964), que fue amigo y colega de varios de ellos, es la última rehabilitación, no ya en España sino, en su caso, en la propia Alemania, donde su obra, exitosa en su día, había caído en el olvido y en las sospechas sobre la ideología de su autor. En los años 20, Brentano fue un prometedor periodista del Frankfurter Zeitung (aquí recreado bajo el nombre de Berliner Allgemeine), donde sucedió a Joseph Roth, y se lanzó a la literatura en varios frentes: el ensayo, con El comienzo de la barbarie en Alemania (1932), que le valdría la quema de sus libros por los nazis, y la novela, con Theodor Chindler (1936), un retrato de una saga en decadencia.
El malentendido con Brentano arranca en medio de la guerra mundial. El autor, que había sido marxista y colaborador de Walter Benjamin y Bertolt Brecht, si bien nunca condescendió con el stalinismo, trató en los 40 de regresar a la Alemania nazi dorándole la píldora supuestamente al régimen. Quien quiera saber algo más sobre este controvertido episodio puede recurrir al epílogo del editor alemán de este volumen impreso en España por Alianza, que ya había traducido en España Theodor Chindler.
ALIANZA EDITORIAL / 480 PÁGS.
Franziska Scheler
Franziska Scheler se escribió al final de la II Guerra Mundial pero echa la vista a la etapa precedente, los años 20 y 30 de la República de Weimar. Grosso modo trata de los amores del periodista Leopold Chindler con la mujer que da título al libro, separada de su marido. Pero, a través de ellos, Brentano va tomando el pulso a la sociedad de Weimar, concretamente a la burguesía y los círculos artísticos de Berlín.
Se ha exagerado quizás a nivel promocional la lectura feminista de este libro, que, está claro, ahonda en el dilema de Franziska entre el amor y el temor a perder a su hijo, reclamado por el padre. Más que sobre la liberación de la mujer (Franziska sería un muñeco del patriarcado para una feminista de hoy), esta obra reflexiona sobre el deber y el deseo, la fidelidad y el sometimiento, en torno a una institución como el matrimonio. Las páginas románticas son meritorias y los flashbacks a los tiempos en que Leopold conoció a su futura amada tras la Gran Guerra son, a ratos, dignas de un Fitzgerald.
Más que sobre la liberación de la mujer, esta obra reflexiona sobre el deber y el deseo, la fidelidad y el sometimiento, en torno a una institución como el matrimonio
Por deformación profesional, y ese malsano orgullo del plumilla, los periodistas disfrutarán con el retrato del suplemento cultural y las otras secciones del Berliner, con la viveza y las miserias de las redacciones, el artisteo vario del Berlín de entreguerras y su concomitancia con la política. Pese a venir envuelta en una novela de amor, la política emerge cada tanto para dar la nota de lo que, a posteriori, sabemos que fue el fracaso de la República de Weimar. Brentano también lo sabía cuando escribió este libro en 1945, pero no quiso hacer de ese extremo el eje del relato.
Los menos avisados en la historia alemana de este periodo pasarán sin advertirlo pero sin menoscabo sobre estas claves. Otros irán tomando nota de la actitud de unos y de otros, de la desalentadora soledad de Leopold en defensa no ya de la democracia, sino de una actitud democrática. Weimar se parece algo, a veces mucho, a esta Europa descreída de sí. Algunos ejemplos:
- «La República lo había tratado bien, pero en opinión de Karl era una estructura tan débil y lamentable, tan carente de energía, que solo merecía el látigo y nada de afecto».
- «A Talleyrand lo criticaron porque expresó la opinión de que las palabras sirven para ocultar los pensamientos, pero a estos charlatanes meapilas y patéticos los discursos les sirven para ocultar su vida entera».
- «Detesta a sus antepasados y los teme. No lucha en pro de algo, de un ideal, sino que solo lucha en contra de».
Los extremos aparecen por la narración: la hermana fieramente comunista de Leopold recién regresada tras años de ausencia, los diputados nazis… En esta novela no se nombra nunca a Hitler ni a su partido. Estamos al borde de los años 30, pero Brentano desiste de acercarse al goloso (narrativamente) despuntar del III Reich, tal vez consciente del peligro de hurgar demasiado en la herida de su ambiguo caso. Habrá quien encuentre irritante esta manera de pasar por encima de los grandes acontecimientos y rebajar el acíbar con el azúcar del amor de Leopold y Franziska.
Sobresale de todos modos la fuerza del retrato social y de personajes, la enorme fluidez de la prosa de Brentano, que no es plana nunca pero tampoco es en exceso aguda, no sé si me explico. La gran facilidad para el aforismo y la frase ingeniosa sin que el autor sea pirotécnico. En suma, un extracto de vida del Berlín burgués y artístico de una república, la de Weimar, que no sabía cómo de cerca estaba de ser pasto de las llamas.