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Portada de «Ética para valientes» de David CerdáRialp

«Ética para valientes». Ensayo con vocación de clásico

El ensayo de David Cerdá sitúa la ética en el preciso lugar del que nunca debió de salir, esa delgada tierra de nadie en la que la dejó Aristóteles.

Me he llevado una grata sorpresa. Ética para valientes es un ensayo sugerente, bien escrito, con referencias inteligentes y escrito para nuestros días. Es raro encontrar ensayos de ética con vocación de ser clásicos que no se limiten a hacer una historia del pensamiento. Javier Gomá lo ha conseguido, y no muchos más en nuestros días, hasta la feliz aparición de este ensayo que se coloca en mis anaqueles, con justicia, junto a la tetralogía de la ejemplaridad.

rialp / 394 págs.

Ética para valientes

David Cerdá

Sitúa a la ética en el preciso lugar del que nunca debió de salir, esa delgada tierra de nadie en la que la dejó Aristóteles, el espacio en el que lo individual y lo común se tocan sin negarse. El círculo virtuoso en el que la política acaba en la ética y la ética termina en la política, ese círculo que no termina de estar cerrado porque el cristianismo lo abre a la trascendencia y lo introduce dentro de una esfera superior.

La redacción es muy ágil, tiene el tono ensayístico que un libro como este debe tener, y que es tan difícil de alcanzar. Se nota que el autor tiene tablas en el mundo de la comunicación, y que se preocupa mucho por hacerse entender. Ayudan mucho las referencias a películas, hechos históricos, incluido el acto heroico de Echevarría y su monopatín, música y relatos antiguos. Son pequeños puntos de conexión a los que cualquier lector puede volver a agarrarse si por alguna razón se perdiese en la argumentación. Son las muestras de generosidad que todo autor debería tener hacia su lector.

Es raro encontrar ensayos de ética con vocación de clásicos que no se limiten a hacer una historia del pensamiento. Javier Gomá lo ha conseguido, y no muchos más hasta la feliz aparición de este ensayo

En una época hipervoluntarista, rígida hasta el extremo por haber perdido la vinculación entre la norma y la persona, David Cerdá recupera la idea del honor para volver a unir lo que nunca debió separarse: el individuo con sus semejantes y con su propio destino. El héroe que describe no es el protagonista anodino de una película de Hollywood. «El héroe es ejemplar por ser frágil y falible. Eso es lo que lo distingue del superhéroe». El héroe es Batman, no Superman. Es el humano que percibe la fragilidad de sus semejantes, el que empatiza sin volverse ni blando, ni duro, el que se reviste de la ejemplaridad que otorga la conciencia de compartir un destino común.

Solo discreparía del autor en una afirmación que, en fondo, carece de importancia, porque todo el libro, en realidad, es una defensa de lo contrario. Matizaría aquello de que «la posmodernidad ha volado todos los puentes que iban del sujeto al cosmos» porque, en realidad, los puentes que recupera el autor tienen el esqueleto construido con materiales clásicos, pero el diseño y el barniz son radicalmente posmodernos. El modo en el que habla de la vulnerabilidad, la compasión, la vergüenza, la autonomía o la individualidad, parte de la experiencia histórica posmoderna que nos ha dado la posibilidad de profundizar en las verdades de siempre. Es una crítica sin importancia, es normal que a veces utilicemos la «posmodernidad» como muletilla, como piedra de toque para la crítica de nuestro tiempo, pero comparto el fondo de lo que se señala y, sobre todo, de lo que se propone.

La ética de Cerdá apunta, desde el principio hasta el final, a la política. Por eso afirma que «todos los nacionalismos, los patriotismos ciegos («mi país, tenga razón o no») son variaciones sobre el tema del honor tribal». Porque la ética del honor en nuestros días «es una elevación de conciencia en el ciudadano medio», la conciencia de la trama que nos une, y no de lo que nos divide. La conciencia de pertenencia a una comunidad, a una historia, y a un destino compartido.

Dado que «las aumentadas capacidades humanas del siglo XXI llevan aparejadas responsabilidades superiores», David Cerdá nos ofrece pistas muy útiles para un comportamiento ético a la altura de las circunstancias, a la altura de una responsabilidad más grande y más plena.