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Portada de «Maternidades precarias» de Diana OliverArpa

'Maternidades precarias': el pluriempleo nuestro de cada día

Diana Oliver diagnostica, mediante su testimonio y el de numerosos autores, los males de criar hijos en un mundo que ha dado de lado la maternidad.

Según un estrafalario precepto woke, yo no debería estar aquí escribiendo esta crítica. No soy mujer ni gestante, lo cual me desautorizaría para reflexionar u opinar en torno a Maternidades precarias (Arpa). No obstante, a pesar de mi condición de hombre, la maternidad es un tema que me atrae e inquieta a partes iguales. Asumo que sin el concurso de una mujer jamás podré ser yo padre cuando surja o me lo proponga, de manera que me interesa vivamente entenderlas. En cualquier caso, haciendo mía una ironía de Diana Oliver al inicio de este libro, pido perdón a las «feministas que tienen la palabra» por la osadía.

Opino que las sociedades se definen por sus miedos y sus tabús tanto como por sus expectativas. La maternidad es una de ellas. La eclosión de libros sobre la materia (sí, yo también he ironizado seguramente sobre este boom) es reflejo de ello, de que lo que antes era normal ahora necesita instrucciones de uso. Durante años fue terreno abonado para la autoayuda (un nicho más de mercado como la pesca o el ganchillo), pero en los últimos tiempos ha crecido un interés paralelo, más especulativo y narrativo, en la literatura española. Desde mi punto de vista, a pesar de la discordancia de voces y los muchos clichés, esta tendencia implica un regreso esperanzado a las bases de la maternidad, el fin del tabú y el inicio de un modo de repensar el duro «oficio» de ser madre tras años en los que la idea de maternidad ha sido devaluada, despreciada y arrinconada.

ARPA EDITORES / 208 PÁGS.

Maternidades precarias

Diana Oliver

Este Maternidades precarias encaja en este planteamiento. Diana Oliver, periodista, autónoma durante años, con lo que eso implica, habla desde y para la maternidad. No es un libro que se cuestione el hecho de tener hijos: arranca con ellos a cuestas. En sus apenas 200 páginas, la autora repasa el estado de las cosas si eres madre: quieres llevar a buen término tu carrera profesional, vives en pisos enanos y encadenas trabajos mal pagados. Su testimonio y el de personas de su entorno vehicula el libro: la preponderancia de periodistas hace que la precarización sea doble.

Resulta interesante, para los que no somos expertos en la materia, que Oliver acompañe sus reflexiones sobre la «cuestión palpitante» de numerosas referencias clásicas y actuales de literatura feminista o ensayística contemporánea. Confrontar a Zygmunt Bauman con Judith Butler, a Silvia Nanclares con Ana Iris Simón, va dibujando un escenario sobre los problemas de ser madre en el siglo XXI y las diferentes maneras de afrontar este hecho casi patológico.

Asegura Silvia Nanclares, precisamente en el prólogo a este libro, que Oliver plantea «las preguntas adecuadas». No hay duda. De hecho, el libro está plagado de preguntas y la propia autora lo asume. Por tanto, quien vaya en busca de respuestas o soluciones de futuro puede no encontrar lo que busca. Oliver, desde mi punto de vista, despliega muy bien las piezas, nos mete de lleno en el angustiante «pluriempleo» de la maternidad en una época de mercantilización total, donde la mujer tiene casi el deber de acarrear tres proyectos con ese malsano optimismo neoliberal: el suyo personal, el laboral y el familiar. «El deseo de ser madre compite con otros deseos».

Oliver supera la lógica feminista de que la maternidad es el problema, pero nunca entra de lleno en la responsabilidad de ese feminismo a la hora de converger, aunque sea inconscientemente, con las fantasías más hardcore del capitalismo moderno, en el tocomocho de la incorporación de la mujer al trabajo y el socavamiento de la maternidad por las propias mujeres. Sí diagnostica con acierto la atomización de la familia y las redes de apoyo espontáneas de antaño, que, junto a la soledad y la precariedad de la urbe moderna, configuran un entorno propicio para que la maternidad se vea como un calvario.

Lo más valioso de «Maternidades precarias», escrito por una periodista que milita o ha militado en entornos feministas, es su apuesta indubitada por la dignidad de la maternidad

«Dice la antropóloga María José Garrido que no ha habido una generación de madres menos acompañadas en la crianza que las madres de nuestro actual mundo occidental». Para que esto ocurriera, nos creímos durante años el relato de que sin niños se estaba mejor; que tú eras más tú por optar por tu profesión que por la familia. La jerarquía se invirtió por completo.

Para mí, lo más valioso de Maternidades precarias, escrito por una periodista que milita o ha militado en entornos feministas y cuyo mensaje va encaminado en muchas ocasiones a ellas por razones de afinidad, es su apuesta indubitada por la dignidad de la maternidad, por retirar la costra de ranciedad que se le ha ido asignando durante décadas de desprecio desde todos lados, entre ellos las propias feministas y un sistema que desarticuló nuestras «viejas» sociedades para vender sus pedazos al viento.

La autora lo explica así: «Es difícil encontrar respuestas cuando la maternidad, en sí misma, se ha problematizado. Pero debemos empezar a desterrar la idea de que la maternidad es «la raíz de nuestra opresión». Que la maternidad sea una experiencia que merezca la pena vivir. Quizás aquí haya que situar el punto de partida: en la resignificación de la maternidad y de los cuidados. Convertir la maternidad en una prioridad para el movimiento feminista. (…) La capacidad de gestar vida tiene que ser vista como una virtud y no como un inconveniente».

Cómo lo haremos, lo desconozco. Pero cada vez hay más voces que no comulgan con ruedas de molino. O igual sí, pero con conciencia de las trampas.