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Portada de «Una vida aceptable» de Mavis GallantImpedimenta

«Una vida aceptable»: la escritora que inspiró a Alice Munro

La editorial Impedimenta publica en español «Una vida aceptable» la segunda y última novela de la talentosa escritora canadiense Mavis Gallant (1922-2014)

Aunque la producción de Mavis Gallant no es completamente desconocida en nuestro país –desde que en 2009 Lumen publicara la primera antología en español de sus cuentos, varias de sus obras han sido traducidas a nuestra lengua–, está lejos de tener el reconocimiento que merece. La editorial Impedimenta renueva su compromiso con la escritora canadiense y publica en español su segunda y última novela: Una vida aceptable, una obra satírica y conmovedora que sitúa a su autora entre los mejores escritores de ficción del siglo XX.

Tras una infancia desamparada –su padre murió cuando ella tenía diez años y su madre la abandonó–, un divorcio y una breve trayectoria como periodista, Mavis Gallant (1922-2014) decidió dejar Montreal y emigrar a un París rebosante de escritores para crear obras de ficción. El primer relato que Gallant envió a The New Yorker fue rechazado, pero el segundo no. En total, llegó a publicar más de cien cuentos, siendo, junto con su compatriota Alice Munro (Premio Nobel en 2013 y confesa admiradora de Gallant) una de las pocas autoras canadienses en firmar en las páginas de la prestigiosa revista.

Aunque los cuentos, publicados por primera vez por el célebre William Maxwell –editor de J.D. Salinger, Isaac Bashevis Singer o Vladimir Nabokov–, son lo que más fama le dieron, Gallant también escribió una pieza dramática –What Is to Be Done? (1984)–, una compilación de textos que tituló Paris notebooks: Selected Essays and Reviews (1986) y dos prodigiosas novelasAgua verde, cielo verde (1959)– y la ya mencionada Una vida aceptable (1970).

impedimenta / 392 págs.

Una vida aceptable

Mavis Gallant

Esta última, llena de ingenio y mundanidad, relata una época en la vida de Shirley Perrigny, una joven canadiense afincada en París que, tras desatender un compromiso familiar por acompañar a una amiga que ha intentado suicidarse, llega a casa y descubre que su segundo marido –periodista de éxito, francés y distante– la ha dejado. No hay carta de despedida: una taza sin lavar es el único indicio de abandono. Lo que comienza siendo un vago temor acaba siendo un hecho incontestable: Shirley debe asumir que Philippe no regresará.

Entretanto, en medio de un París que poco tiene que ver con su imagen idealizada, Shirley se enmaraña en una serie de relaciones con personas variopintas que, de una forma u otra, se aprovecharán de su candor o debilidad. Viuda, extranjera, sola, ignorada por una madre que nunca responde a sus preguntas porque dice no entender su letra y habituada a las observaciones insidiosas de su propio marido, no puede evitar caer en las trampas que los demás le tienden. Así, se verá envuelta en las intrigas y artimañas de Madame Roux, su casera, sucumbirá a las demandas de la excéntrica familia Maurel y se convertirá en la amante de su vecino.

La vida queda representada como una improvisación azarosa, trágica, incomprensible, y, a pesar de todo esto o por esto mismo, hilarante

Y es que en esta, como en otras obras de la autora, la vida queda representada como una improvisación azarosa, trágica, incomprensible, y, a pesar de todo esto o por esto mismo, hilarante. El humor –a veces ingenuo; otras ácido e incluso cruel– tiene mucho peso en la novela. Permite a la voz narrativa sobrevolar el miedo, la angustia y el inminente sentimiento de dolor de la protagonista y adoptar una visión lúcida de los recovecos del ser humano. La sátira o la sorna de la autora no son incompatibles con cierto sentimiento de piedad para con sus personajes. Si algo portentoso tiene la voz narrativa de Mavis Gallant es que es capaz de revelar en pocas frases no sólo el carácter de estos, sino su entera biografía. Todos, hasta los más secundarios, están modelados de forma individualizada.

Shirley, la protagonista, resulta inolvidable. Como «refugiada» en París después de sus segundas nupcias, duda de sí misma, cuestiona su origen y rechaza la idoneidad de su comportamiento constantemente. Se siente juzgada por cosas que no entiende, y es incapaz de negarle nada a nadie. Shirley está viva y por eso es contradictoria: ingenua y sabia, y al mismo tiempo tan alejada del mundo como conocedora de él.

La forma de la novela, compuesta de fragmentos de conversaciones, cartas y pensamientos –todos los monólogos internos de Shirley están salpicados de citas literarias sacadas de contexto– reflejan su actitud errática en el mundo hostil que la rodea y da lugar a una estructura naturalísima y sugestiva.