'Un hijo extranjero': pequeño pecado editorial
El escritor bonaerense Eduardo Berti relata en este libro su travesía para indagar en el misterioso pasado de su padre.
Si supe de la existencia de Eduardo Berti –que me perdone el escritor no haberlo descubierto antes, pero son muchas personas las que se dedican a este noble oficio y cada día más: solo hay que echar un vistazo a Twitter– fue porque una persona de mi círculo íntimo desde hace un año me recuerda, cada vez que pasa delante del ejemplar que guarda en su biblioteca, que Faster (2019) le gustó muchísimo.
Con ilusión me agarré yo fuerte a Un hijo extranjero al entrar en la redacción de El Debate por varios motivos: porque era cortito, porque el señor de la portada me pareció apuesto y porque después de haberme pegado un atracón con Creían que eran libres me apetecía una ficción ligera y que me hiciera desconectar. Y vaya ojo tuve. El mismo que cuando vaticiné, en 2009, que el argelino ese que había fichado el Madrid no nos iba a dar ni una Champions.
«Creían que eran libres»
El mayúsculo trabajo periodístico de Milton Mayer para entender el triunfo del nazismo
Cuando Eduardo Berti recibe por correo unas copias del legajo de su padre, rumano que justo antes de la Segunda Guerra Mundial se mudó a Argentina, el autor descubre muchos de los datos que hasta entonces este le había ocultado, como su verdadero apellido. Movido por la curiosidad y la necesidad de conocer más acerca de su pasado, Berti decide viajar a la ciudad rumana de Galati para así investigar los orígenes y conocer de cerca la verdad que le ocultó su padre.
Este nuevo libro de Berti es un libro corto, cosa estupenda; y hasta trae fotos, que también está muy bien. Pero ni es ficción ni es autoficción ni, una vez terminado, sé muy bien qué es. Creo que prescindible.
Y es que desde hace un tiempo advierto una tendencia que me obliga a ponerme política: creo que se publican demasiados libros. Yo misma soy consciente de que la maquinaria de la industria editorial se engrasa con la fiebre de las novedades, pero considero que ya ha llegado el momento de pararnos a reflexionar sobre por qué se lanza un título al mercado. ¿Es un libro ineludible? Adelante. ¿Es un autor novel, todo un descubrimiento, el próximo Javier Marías? Démosle una oportunidad, pero quizá ya tengamos suficiente con este Javier Marías. ¿Es el nuevo éxito de Houellebecq? Sácalo, pero cámbiale esa portada, haz el favor.
La lectura de este libro me ha dejado indiferente, y me hago cargo de que esto es una cosa feísima de decir. Porque, aunque Berti escribe bien y en esta obrita se aprecia una prosa trabajada y elocuente, la historia que cuenta dudo que pueda interesarle a más de cien lectores. Y si digo esto con tal rotundidad es porque me he animado a echar cuentas: Un hijo extranjero es algo así como la coda, el complemento a otra novela de Berti, Un padre extranjero (una novela autobiográfica que he escuchado a varias voces respetables decir que merece mucho la pena). Pongamos que ese libro lo leyeron mil personas. Gustó a ochocientas. Quizá la mitad de ellas se haya enterado de la publicación de Un hijo extranjero. Y, por mi experiencia en el mundo editorial, de cada cuatro personas con voluntad de compra, hay que dar gracias si al menos una de ellas llega a materializarse. A cien personas puede interesarle este complemento a aquella historia, esta investigación sobre el pasado del padre extranjero. ¿Merecía la pena publicar el libro?
impedimenta / 130 págs.
Un hijo extranjero
Muy tarde me di cuenta de que para disfrutar de Un hijo extranjero primero tendría que haber leído Un padre extranjero, para así poder empatizar mínimamente con lo que en él se cuenta; entiendo que solo de esta manera puede este spin-off generar alguna emoción en quien se enfrente a él. Ni yo lo sabía ni sé si lo sabrá su potencial lector. Pero, aunque la historia no me haya dicho demasiado, sí quisiera destacar el bonito reconocimiento que Berti hace al trabajo de los traductores (se ha de barrer siempre para casa): «Nadie lee como un traductor, nadie lee con el cuidado y la atención de un traductor que mira el libro como en «cámara lenta» y al detalle». Cierto es y muy bien visto.
Me sabe mal no poder contaros cosas más elogiosas sobre este título –la edición es muy bonita–, pero después de haberme pasado dos semanas en la Feria del Libro y de haber visto en directo y una vez más que la saturación del mercado editorial es patente, se me hace imposible dejar a un lado todas estas realidades para juzgar este libro. Leed Faster, que ya me han dicho dos veces esta semana que es estupendo (tengo que quitarlo de esa estantería). Pero, sobre todo, leed Un padre extranjero antes de enfrentaros a esta nueva obra de Berti.