'Tácito. Precursores y actores de La Transición'
CEU Ediciones reúne en una vasta obra de dos volúmenes un total de 180 artículos firmados por Tácito, con prólogo y epílogo de dos de sus protagonistas, José Manuel Otero Novas y Marcelino Oreja
Para quien no sepa quiénes fueron los Tácito, –nombre bajo el que una colectividad publicaba un artículo semanal en la prensa española, entre 1973 y 1976, y que logró una influencia decisiva en la Transición– un coetáneo escribió de ellos, en 1975, lo siguiente:
«Van a ser seguramente cincuenta coprotagonistas inmediatos de la España real. Se trata, sin posible duda, de uno de los conjuntos más generosos y más caballerescos de nuestra confusa vida política. Primero: un centro de pensamiento (desde posiciones conservadoras-liberal-moderadas) para hacer menos imposible la inclusión de esas tendencias en un contexto democrático pleno. Segundo, un vivero de cuadros para una muy próxima agrupación democristiana de centro, con vocación mayoritaria, aunque varios de esos cuadros se deslizarán a la socialdemocracia, a la democracia cristiana radical o a otros partidos políticos liberales y algunos también –menos– a la derecha; y tercero, un centro de actuales y futuras coordinaciones con otros partidos democráticos hoy embrionarios. Conscientes del desentrenamiento democrático que durante cuarenta años ha seguido en España al despeñamiento de una democracia jamás implantada plenamente, se caracterizan por una profunda actitud autocrítica. No son el Régimen ni siquiera, como conjunto, del Régimen; se sitúan al margen del Régimen pero sin pretender apuñalarle por la espalda; y ocupan ese margen del Régimen como res nullius, como zona política abandonada por el propio Régimen en su inveterada retracción verbalista. Lo escribió Ricardo de la Cierva en Crónicas de la Transición. De la muerte de Carrero Blanco a la proclamación del Rey (Planeta, 1976).
En este doble volumen, Tácito. Precursores y actores de la Transición, se nos presentan la casi totalidad de los artículos que este grupo publicó en el Ya, y en otra veintena de periódicos españoles del periodo 1973-1976. Y como intuyó Ricardo de la Cierva, todo se cumplió: en Tácito hubo diez futuros ministros, así como directores generales y altos cargos de los gobiernos de UCD. Sus análisis se mostraron correctos y el rumbo que afirmaron que había que seguir (reformas rápidas, decididas, pero resistiendo los embates de los rupturistas) fue el que finalmente se siguió.
ceu ediciones / 870 págs.
Tácito. Precursores y actores de la Transición
Cuando no existían partidos políticos, los que deseaban intervenir en política en los últimos años del régimen de Franco iniciaron las más diversas plataformas para intervenir o hacer oír su voz en el foro público, en el que tanto el derecho de reunión como de manifestación estaban severamente limitados: clubes, cenas, sociedades mercantiles de estudios sociológicos, etc.
Del seno de la Asociación Católica de Propagandistas habían surgido muchos hombres dedicados a la política: ministros, directores generales, gobernadores civiles… pero entre aquellos de sus miembros que se asomaron a la vida pública a finales de los 60 empezó a surgir una mentalidad proclive a la imposibilidad de tomar parte en los cargos políticos del régimen. Desde finales de los años 60, el presidente de la ACdP, Abelardo Algora anima a los propagandistas no solo al estudio de los temas más candentes de la vida pública sino a constituir grupos que actúen en la vida pública, grupos separados de la ACdP. Tácito no fue sino una más de estas iniciativas, pero la más exitosa, y si su origen se halla en la ACdP, muy pronto comprende que su verdadero camino está fuera de ella, para que esta no quedara comprometida por las actuaciones de sus miembros.
Y Tácito ocupó eso que Ricardo de la Cierva llamó la res nullius del régimen, y que Huneuus, estudioso del éxito de la UCD llamó la buffer zone, un conjunto de personalidades y de ideas que estaba en los márgenes del régimen: algunos habían colaborado, otros querían colaborar, pero cuando cambiaran las circunstancias, y sin ser del régimen, no estaban dispuestos a embarcarse en la incierta aventura de una ruptura con el régimen, sino que partiendo del mismo aspiraban a su reforma en profundidad.
Bajo el pseudónimo de Tácito se publicaron algo menos de 200 artículos, de los que se recogen 180 en estos dos volúmenes con prólogo y epílogo de dos de sus protagonistas, José Manuel Otero Novas (que fue ministro de Presidencia y luego de Educación) y Marcelino Oreja (que lo fue de Asuntos Exteriores), así como una carta del rey Juan Carlos a los protagonistas y dos útiles índices temáticos y analítico.
En los artículos trataron la práctica totalidad de los asuntos que preocupaban a los españoles del momento: la mayoría los referentes a la necesidad de la reforma política para instaurar una democracia en España y equipararla así con los países del entorno, pero también de economía en época de inflación disparada, conflictividad social, crisis energética (¿nos suena?), de política internacional: Marruecos, Estados Unidos, OTAN (¿nos suena?), de educación, de medio ambiente, urbanismo, calidad de vida, ecología, etc.
Son muchas las razones por la que merece la pena leer Tácito. Precursores y actores de la Transición. Pero enumeraré siete:
1. Chesterton decía algo así como que las cosas que gozan de salud se están muriendo continuamente. Parece que España es una de esas cosas. Problemas la han aquejado siempre y desde luego, nada fue fácil en el periodo de 1973-1976: terrorismo, conflictividad social, amenaza de ruptura violenta, riesgos de involución. Muchos hombres lograron ver la pulsión de una mayoría de la sociedad que no quería saltos bruscos ni aventuras, y conectando con ella, lograron darle las esperanzas y articular los mecanismos de cambio adecuados. Hoy nos aquejan los mismos problemas, otras han desaparecido y otros han sobrevenido, pero épocas idílicas, edades de oro de la humanidad no han existido más que en las fabulaciones de algunos.
2. Poca ideología, mucha observación. Poca ideología en el sentido fuerte de la palabra, la de servir de dispensa intelectual (J. F. Revel), que te evita tener que pensar y enfrentarte a un mundo complejo, porque la ideología te aporta una visión completa que considera al que no lo comparte como alguien errado y alienado. En Tácito nada de eso. Sí hay principios y fuertes convicciones doctrinales, pero se parte siempre de observaciones certeras, detalladas y valientes de la sociedad. Nada de «blanco o negro», «todo o nada», «cuanto peor mejor», ni de construcciones a priori para explicar el sentido de la historia, ni dogmas que imponer frente a todos.
3. La historia sigue siendo maestra. Uno de los artículos de Tácito, «Un príncipe leal y un pueblo libre» (29 de noviembre de 1874) encuentra caminos transitables en la experiencia histórica de cien años antes, en el Manifiesto de Sandhurst, obra de Cánovas y que proponía una senda restauradora de la monarquía y que constituyó la experiencia constitucional más larga de España. Casi cincuenta años después de los artículos de Tácito, su metodología es viable y verdadera: análisis serenos, certeros, comprendiendo las imbricaciones de la política y de la economía, la necesidad de ajustar los tiempos de las medidas, de planificar, de comunicar, etc, en general entendiendo los complejos mecanismos que encierra la acción política, y la necesidad de entender el entorno internacional para salvaguardar los intereses de los españoles allí donde puedan ser amenazados.
4. Matices y ausencia de descalificaciones personales. Quizá fuera para evitar la censura -aunque alguno de sus artículos cayó bajo sus redes-, pero su modo de hablar estaba lleno de matices. Poco dogma, mucho sentido práctico. De las vías posibles, buscar siempre las que más bien pudieran traer, aunque no fueran químicamente puras, porque en política eso no existe. Y salvando siempre las intenciones personales de los responsables. La tarea a la que se enfrentaban era tan grande que no se podían permitir el lujo de entrar en descalificaciones ni ataques personales. Hay un estilo de periodismo, que corresponde a un estilo de lector, y es el que necesita la demonización del contrario, casi el insulto. Sí, pero otro periodismo es posible. Tácito fue un ejemplo.
5. Nada de improvisación. El hecho de que muchos de sus autores fuesen miembros de la Administración del Estado por oposición o profesores universitarios muy competentes les hacía estudiar los problemas en sus raíces, en sus imbricaciones con medidas de otro tipo, y con toda la complejidad de los mismos. Medidas políticas y económicas, siendo distintas por su materia, necesitan contemplarse en conjunto, en sus tiempos, en sus consecuencias, en su viabilidad etc. El sentido de la realidad de los hombres de Tácito fue proverbial.
6. Entender la historia requiere hasta entender el lenguaje de los momentos. Leer la historia desde nuestros prejuicios y nuestras concepciones actuales es hacer injusticia a otros protagonistas. La lectura de estos artículos, por ejemplo, los que aluden a las últimas condenas a muerte del régimen permite asomarse a los horrores del terrorismo, al exceso de las penas, a los riesgos de involución, al sentido de la mesura de la sociedad, a la defensa de España desde los funcionarios exteriores, atacados e insultados, etc.
7. Parece que el ataque más virulento contra la Transición ha sido conjurado recientemente, teniendo entre 2015 y 2019 su fase más aguda. La lectura de estos textos nos ayuda a entender que nada hay escrito en la historia, que las cosas podrían haber sido de otro modo, pero que en el fondo de los pueblos hay un sentido innato de necesidad de paz, de justicia, de bienestar, que es incordiado por siempre minorías, que si, aunque sea por un momento, lograsen hacerse con un asentimiento mayoritario, podrían devastar un país. Defender lo logrado es un imperativo moral. La democracia no está segura para siempre. Y no hay que bajar la guardia.
Tácito es un ejemplo, ejemplo de hombres leales y comprometidos, que hicieron lo que tenían que hacer en un momento determinado y cuando acabó su misión, volvieron al ejercicio de sus profesiones, sin haber obtenido ni la más mínima ganancia económica.
Los Tácito fueron también Cincinato.
Esa res nullius coincide con el término que Huneeus aplicará a la UCD que es el de la buffer zone . Con las dificultades que encierra trata de perfilar un retrato de una colectividad, José Luis Álvarez describió las notas que podrían aplicarse a una mayoría del grupo:
Ese hombre tiene entre treinta y cincuenta años. Cree en un sistema democrático y quiere que se instaure cuanto antes, pero con el menor coste social posible. Vive a distintos niveles económicos, pero exclusivamente de su trabajo. Considera que es indispensable lograr un pacto social que permita la convivencia de todos los españoles; (…) participa del deseo de reforma social, está influido por la filosofía cristiana de la vida y cree que la libertad es un bien del que no se puede prescindir. Se siente europeo y le gustaría que España, sin prescindir de su propia personalidad, fuera un país al nivel de los mejores de Europa Occidental .