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Portada de «Roma desordenada» de Juan Claudio de RamónSiruela

'Roma desordenada': la ciudad y lo demás

De Ramón traza un mapa sentimental por los tesoros de Roma, una guía de viajes de la ciudad que se ha escrito para ser disfrutada desde el sofá

Puede parecer sorprendente que sigan publicándose libros sobre Roma. ¿No es Roma la ciudad más trillada, más visitada, más alabada y más adjetivada sobre la que se haya escrito? ¿Hacen falta más libros sobre Roma? No seré yo la que reivindique la necesidad de engrosar los catálogos de las librerías, pero Roma desordenada resulta ineludible. Que lea atentamente quien, como una amiga mía a la que envié una foto del libro por WhatsApp y me respondió «¿De qué va?», acuda en esta reseña sin saber todavía sobre qué trata este libro.

A Juan Claudio de Ramón (Madrid, 1982), diplomático y periodista, le tocó mudarse a Roma en 2015 para ocupar el puesto de secretario de la Embajada de España en Italia. (Imposible leer esta frase y experimentar otra cosa que no sea la envidia). Allí ha vivido cinco años, tiempo suficiente para conocerse la ciudad de Foro a villa, pasar una pandemia y escribir este libro, que es el souvenir para colocar en nuestra estantería que a su vuelta a España nos ha traído de regalo.

siruela / 342 págs.

Roma desordenada

Juan Claudio de Ramón

En Roma desordenada Juancla nos coge de la mano para que vayamos a recorrer las calles de esta ciudad-templo del Barroco, open air museum del Renacimiento, núcleo de la cristiandad materializado en más de seiscientas iglesias y una ciudad vaticana, y en ocasiones vertedero local con veintisiete siglos de actividad. El libro abre con una declaración de intenciones del autor sobre lo que no pretende ser: más formas de contar lo ya dicho, grandilocuencia sobre lo que ya se sabe grande, onanismo literario con la excusa de ensalzar la Ciudad Más Bella del Mundo. Yo misma estoy intentando no caer en clichés hablando de Roma desordenada: no es tarea fácil, ya lo estoy sufriendo; por eso, el trabajo que Juancla ha hecho en este libro resulta aún más digno de reconocimiento.

La ciudad que presenta nos cautiva como también cautiva la escritura sin ínfulas que exhibe, sofisticada —como escritor talentoso que es y al que no le pedimos que lo disimule—, pero absolutamente tolerable y hasta disfrutable: De Ramón es listo, cultísimo, y no tiene más remedio que demostrarlo, porque no hacerlo sería faltar a la verdad. Pero cuando Juancla se propone contarnos su Roma no siente la necesidad de ocupar el plano, dejándose entrever en el contraluz. Si san Pedro quiso que le crucificaran boca abajo por saberse indigno de que lo hicieran en la misma postura que Jesucristo, Juancla entiende que para hablar de la talla inconmensurable de Roma uno tiene que poner en juego su mejor ejercicio de sencillez. Como a san Pedro, eso lo engrandece; que a cambio esa humildad los eleve en mérito es otra cosa.

Desde un primer capítulo en el que se repasa la paleta cromática romana, el autor inicia un viaje por el pasado, que no es otra cosa que el presente y la eternidad de Roma. Se nos lleva de visita a Santa Sabina, la iglesia más bonita de la ciudad; al parque en el que con crueldad asesinaron a Pasolini; al EUR, el distrito fascista romano, en el que aún sobreviven ejemplos de arquitectura al gusto de Mussolini. Repasamos la vida y obra de Caravaggio, la rivalidad entre Bernini y Borromini y se ofrece contexto a los sonetos de Belli. Tienen cabida también en este libro exiliados españoles, como Ramón Gaya, María Zambrano y Juan Carlos de Borbón (nació en una calle que en él se indica, no diré cuál por si la curiosidad consigue traducirse en alguna venta). El último capítulo está dedicado a Ennio Flaiano, y conste que desvelando esto no estoy incurriendo en spoiler, pues todos sabemos que el desenlace de la historia que nos cuenta Juancla es que, en Roma, al final uno es feliz y come pizza al taglio.

Cada capítulo es, para quienes no tenemos Roma a la vuelta de la esquina, una provocación para ponerse a recorrer sus fuentes, sus plazas y sus iglesias de forma virtual

A falta de imágenes (confieso que las he echado de menos, aunque entiendo su ausencia), este libro ha de leerse con el Google a mano: cada capítulo es, para quienes no tenemos Roma a la vuelta de la esquina, una provocación para ponerse a recorrer sus fuentes, sus plazas y sus iglesias de forma virtual. Así, advierto de que las consecuencias de enfrentarse a Roma desordenada pueden ser las de acabar pasando horas admirando esculturas de Bernini, comprando recopilaciones de pintores en la web de Taschen o, en el peor de los casos (es decir, ¡mejor!), reservando unos billetes para ir a visitarla este verano. Si desde el 5 de mayo —fecha de salida de este libro— se ha advertido un aumento en las reservas hoteleras, no me extrañaría que fuera por culpa de la feliz idea que tuvo Siruela al decidirse a publicarlo. Juancla, Ofelia: os animo a rascar, a la italiana, alguna posible comisión.

Hace un par de años, otra amiga fue de viaje un fin de semana y cuando a su regreso le pregunté qué tal, me respondió: «Sin más. Me ha decepcionado». No quiero que alguien piense que, si mi talento para hacer amigas es tan certero como mi criterio literario, lo mejor es ir acabando ya esta reseña; pero la moraleja a extraer de estos eventos es que el ser humano, como Roma, nunca deja de sorprender. Para muestra este libro, que solo puedo recomendar. Roma desordenada bien basta una visita a la librería.