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Portada de «El río de cenizas» de Rafael ReigTusquets

'El río de cenizas' de Rafael Reig

Rafael Reig emociona y divierte con una novela confesional que transcurre en una residencia de ancianos en tiempos de pandemia

El río de cenizas no es una novela estrictamente sobre la pandemia, aunque de fondo transcurre, con alcance mítico y a menudo paródico, algo muy parecido a lo que vivimos en 2020. El propio protagonista, alimentado por su fantasía, la fantasía de sus compañeros de la residencia de ancianos Los Carrascales y los mensajes confusos y extraídos al desgaire de los noticiarios, observa con curiosidad el avance de la «peste».

Va avanzando a lo largo del relato, el narrador, un hombre de setenta años con una posición desahogada, va desgranando sus «recuerdos de egotismo» en una residencia que fácilmente ubicamos en la Sierra de Guadarrama, tan bien conocida por el autor. Allí, a principios de siglo, crecieron como setas los viejos sanatorios para tuberculosos junto a los albergues para montañistas. El río de cenizas es, de hecho, una novela de sanatorio sin sanatorio, entre Marco Aurelio (por más que le joda al protagonista) y Thomas Mann, con algo de la Juventud de Sorrentino y otro poco del Instituto Benjamenta de Walser, pero para ancianos en lugar de infantes, aunque no sea dos cosas tan diferente.

Es ésta una narración confesional excelente, libre de grandilocuencia, como son las cosas vistas con perspectiva y perspicacia. Como crítico pluriempleado en sus cosas, muy a menudo me veo obligado a «beberme los libros» por razón de los plazos; en este caso, la frase hecha se aviene con su sentido celebrativo. Este libro ponderado y ameno, tierno e inteligente, tiene el inestimable valor de situarnos en nuestro futuro más probable: una residencia de ancianos. Y no está mal echar una ojeada, pues, aunque cada vez son más numerosos los ancianos en nuestro país, la senectud (por decirlo con Svevo) está en clara remisión en la narrativa contemporánea.

TUSQUETS / 256 PÁGS.

El río de cenizas

Rafael Reig