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Portada de «Diálogos de Luciano» de Tomás Moro

Portada de «Diálogos de Luciano» de Tomás MoroRialp

'Diálogos de Luciano': el humor contra la tiranía

Diálogos de Luciano es uno de los primeros textos de Tomás Moro y en él anticipa gran parte de su pensamiento. Primero traduce a un grande, se mide con él, y lo hace comprensible a los demás y a sí mismo

Rialp ha hecho lo que una editorial de prestigio tiene que hacer. Se ha atrevido a publicar una obra dos veces clásica. Una, porque la traducción que parte del texto es de Tomás Moro; la otra, porque los textos traducidos son unos originales de Luciano de Samósata, del siglo II d.C. Y con su atrevimiento dignifica a sus lectores habituales y a la colección Pensamiento, haciendo gala de lo que es apostar por hacernos pensar.

Se trata de uno de los primeros textos de Tomás Moro y en él anticipa gran parte de su pensamiento. Pero siguiendo el camino que todo pensador debería hacer, lo primero que hace es traducir a un grande, medirse con él, darle luz y hacerlo comprensible a los demás y a sí mismo. Ya solo en esto encontramos una gran enseñanza: primero traduce, luego escribe. Porque solo el que hace hablar antes a otro, puede luego pensar por sí mismo.

Así hizo Tomás Moro, y tradujo del griego tres obras de Luciano (120-180 d.C), El Cínico, Menipo o Necromancia, y Philopsevdés o El incrédulo. Luciano ha tenido una influencia intermitente a lo largo de la historia del pensamiento. Ha habido épocas como el Renacimiento o la Ilustración en las que se le prestó mayor atención, quizás porque es un autor que se sitúa en una época que hace de bisagra entre dos periodos civilizatorios. En los momentos de cambio, dominados por la incertidumbre de lo que está por venir, y el lamento por lo que queda atrás, el estilo cobra una especial importancia. Del mismo modo que el Romanticismo generó primero un estilo, y luego un pensamiento, así Luciano desarrolló la sátira como modo de expresión.

No es de extrañar, por tanto, que Moro se fijase en Luciano. En el contexto de la Reforma protestante, y destacado como uno de sus más firmes objetores, Moro no rehúye mirar a la fragilidad humana, pero descubre que el instrumento más eficaz para responder al rigorismo luterano es el humor inteligente, honesto, y algo punzante. Si el luteranismo se escandaliza ante la debilidad de la naturaleza humana, y se atasca ante la constatación de la caída, la contrarreforma descubre el claroscuro y el contrapunto como expresión de la luz de la salvación entre las grietas de la naturaleza.

La elección de la ironía, del sarcasmo, y del humor con un toque ácido, es la mejor manera de expresar la relación necesaria entre el vicio y la virtud, la unión del Cielo y la Tierra, de lo sagrado y lo profano. El estilo, en este caso, no es solo la forma del discurso, sino el hilo que repara el tapiz que la espada racionalista del protestantismo desgarró. Ese humor sarcástico sitúa al lector en la tesitura de preguntarse por la estúpida confianza en sí mismos que tienen los personajes.

Moro descubrió en los clásicos que el mejor antídoto contra la tiranía es el humor. Seguramente, si hubiese vivido en el siglo XX, se hubiese molestado en hacer un recopilatorio de los chistes rusos contra el totalitarismo soviético. No vivió esa época, pero en la suya escribió la Declamatio contra la tiranía que publica en este libro como coda. Tampoco es casual. La traducción de Luciano le lleva a concluir un ensayo de juventud que luego marcará el resto de sus preocupaciones: la naturaleza divina del poder y la tentación de su abuso. Un tema, el cratológico, que marcará la Edad Moderna, y encuentra en Moro uno de sus precursores.

Portada de «Diálogos de Luciano» de Tomás Moro

rialp / 218 págs.

Diálogos de Luciano

Tomás Moro

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