Asesinato en el Hotel Paradise (XIV)
Ese era su mayor defecto. No hacer nada
2 de agosto, 17:00
En bachillerato estaba profundamente enamorado de Carolina Vázquez. Tenía el cabello rubio con mechones de caracol y se tintaba uno de ellos de rosa. Aunque formaba parte del grupo de las chicas cursis y petulantes del instituto, la veía todos los sábados en un grupo de voluntariado de la Cruz Roja donde repartían bocadillos a los indigentes de la calle. Aun maquillada, iba vestida con vaqueros y camisetas básicas y se recogía el pelo en un moño alto. Ironías de la vida quisieron que también coincidieran en la universidad. Tenían clases contiguas. Sus ojos se cruzaron alguna vez… pero Óscar nunca forzó que hubiera un contacto.
Ese era su mayor defecto. No hacer nada. Pensar que todo lo que tenga que ser, será; sin poner ningún tipo de esfuerzo por su parte. Dejó de nadar en sus recuerdos proponiéndose realizar cambios en su vida cuando advirtió que el ascensor hacía tiempo que había cerrado sus puertas.
Bajó al recibidor con la intención de dar un paseo cerca de los jardines del Museo Nacional de Ciencias Naturales y sacó un cigarro del bolsillo que posiblemente le hubiera dado Cal antes de la ceremonia, aun sabiendo que él no fumaba. Al ver a Ángel, este sacó su mechero ofreciéndole inconscientemente fuego.
–No, no fumo, gracias –aclaró. Una duda revoloteó en su cabeza–. Oye Ángel, ¿no habrás visto a una chica con un vestido rojo?
–¿Floren? Ha salido con el empresario.
–Ah, vale. Gracias.
Ambos hombres se quedaron unos segundos mirándose hasta que Óscar carraspeó, incómodo. Distinguió la voz segura de Silvia a sus espaldas despidiéndose animadamente de alguien que él conocía bien. Esta se dirigía hacia la salida cuando le saludó.
–Óscar.
–Inspectora.
Este se acercó al hombre que acababa de saludar.
–Vicente, te creía escribiendo columnas en El Debate.
Conocía al veterano periodista por su padre, con quien compartió profesión y días.
–Y yo pensaba que estarías algo más informado, ¿sabes algo de lo que está pasando más allá de estas paredes?
Este se encogió de hombros, preocupado.
–¿Qué ha pasado?
–Que habéis liado una buena. Gloria Hueto, a la cual tenéis alojada en la quinta planta, lanzó anoche una serie de preguntas en directo desde sus redes sociales con una encuesta con sus sospechosos. Estoy escribiendo sobre los juicios prematuros y es conocida de un amigo así que voy a hablar con ella.
«Mierda, la influencer». A Óscar se le había olvidado ponerle límites. Esto no podría venirles bien. No entendía cómo no la habían echado aún. ¿Dónde estaba Ludwig?
–¿A quiénes tiene como sospechosos?
–Algunos típicos como el hermano, la mujer y otros no tanto, como cocinera, el guarda, bueno… y a ti.
–¿Yo?
–Consiguió un anuario donde estás junto a Calisto Wagner, y según sus redes, no os habéis vuelto a ver hasta el inicio del Paradise por lo que intuye que algo debió pasar entonces que sigues arrastrando.
Óscar tragó saliva. Calmó su corazón que empezaba a desbocarse.
–Menuda bobada.
–Y bien grande, pero tiene un público fiero y cabezón que ya está exigiendo el cese de Ludwig, por ejemplo, quién sabe si pedirán tu cabeza.
–¿Eso importa?
–No. En este caso no creo… ¿quieres venirte? Me juego el cuello a que ella estará encantada de tener audiencia.
Óscar asintió sin dudarlo y ambos se encaminaron a la quinta planta.