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'El mal de Corcira': nuevo caso para Bevilacqua y Chamorro

La trama de la última entrega de la serie Bevilacqua y Chamorro de Lorenzo Silva tiene un punto de solidez extra, unos ritmos y niveles de intriga modulados con maestría, y el aliciente de dar a conocer la sacrificada labor antiterrorista de la Benemérita

Los potenciales nuevos lectores del sargento, brigada y ahora subteniente Rubén Bevilacqua se preguntan si aprovecha leer esta última entrega –duodécima de la serie– de buenas a primeras, o hay que pasar primero por las anteriores. Si usted llega de nuevas a los casos de Bevilacqua y Chamorro a través de El mal de Corcira sepa que sí, que se sigue, que se entiende sin haber leído otros casos anteriores de los célebres guardias civiles creados por Lorenzo Silva.

Desde luego, si le han seguido la pista a Bevilacqua, muchos fragmentos adquieren otra dimensión –sobre todo los tocantes a su pasado familiar y los guiños a casos previos–, y la lectura en conjunto gana. Pero aun con esas, El mal de Corcira es la mejor oportunidad reciente para que los rezagados se enganchen a este célebre personaje literario creado más de veinte años atrás.

Porque esta entrega abunda en el pasado de Vila: su entrada en el cuerpo, su trayectoria como agente de Información, sus primeras misiones en País Vasco y su pasado en la lucha contra ETA. Cronológicamente, en lo que toca a la vida del protagonista, no es del todo descabellado empezar por aquí.

Y porque, si el listón narrativo de la serie era ya muy alto, me parece que la trama de esta última entrega tiene un punto de solidez extra, unos ritmos y niveles de intriga modulados con maestría, y el aliciente de dar a conocer la sacrificada labor antiterrorista de la Benemérita, la acción policial más importante de nuestra historia reciente.

destino / 544 págs.

El mal de Corcira

Lorenzo Silva

Además, la naturaleza de su argumento lleva aparejada la reflexión, y la posición de Lorenzo Silva ante el terrorismo vasco. Consideraciones al hilo de la trama que llevan la narración allá donde la mejor tradición del género policiaco siempre quiso situarla: en la interpretación y juicio de una realidad social e histórica.

En El mal de Corcira esta interpretación se despliega a dos niveles. La dimensión universal de los conflictos que enfrentan a las personas de todo tiempo y lugar, de la mano de los clásicos, títulos y autores de ese gran lector que es Bevilacqua, en concreto Tucídides y Walter Benjamin. Y el plano psicosocial de los afectos, responsabilidades, culpabilidad y perdón de quienes se vieron involucrados en el terror.

El acierto o error de la posición de Silva ante el conflicto, y la mayor o menor exactitud con que ambas dimensiones vienen a confluir en el relato, es algo que, como el propio autor señala en los agradecimientos finales, deberá juzgar el lector en cada caso.