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Asesinato en el Hotel Paradise (XXV)

Se dio cuenta de una verdad absoluta: él era el siguiente

Capítulo 25 de Hotel ParadiseLu Tolstova

3 de agosto, 09:00

Óscar hizo un repaso mental de todas las pistas. Sus sospechosos oscilaban entre Ludwig y Manzanares; sin embargo, este primero había perdido peso desde que se enteró que era Cal el que hacía el trato inicial con Manzanares. El segundo eliminaba a Cal para quedarse con el hotel y, ya de paso, la fortuna del negocio en Los Ángeles. Sin embargo, faltaba el contrato firmado. La pieza que aún no lograba localizar…

–¿Y Julieta? ¿O Mercedes? Ambas pudieron asesinar a Cal por dos razones. La primera por despecho, la segunda por venganza.

–Julieta es una cría… No me cuadra dentro del perfil de asesina, más teniendo en cuenta que estaba embarazada. En cuanto a Mercedes… creo que sabía de la aventura de su marido, pero no del embarazo. Si le quisiera muerto, hubiera utilizado otra ocasión más fría… No sé…

Silvia asintió. Óscar no lo sabía, pero acababa de darle una pista.

Ella le desveló todo sobre el pasillo oculto en el salón Escorial, las cámaras robadas, el cómo había tenido como máximos sospechosos a Ludwig y Manzanares, pero cómo sentía que faltaba una pieza que no encajaba. Ninguno tenía motivos para matar a Gonzalo.

–Creía que él había muerto por sobredosis –comentó Óscar. Esa era la versión dubitativa que se vendía en los medios.

Silvia le explicó que había algo que contradecía esa versión, las palmas quemadas de las manos.

–¿Palmas quemadas?

Silvia asintió. Habían conseguido guardar el detalle del público. Tenía la sensación de que aquello hubiera regalado protagonismo al asesino y el dato no solo le hubiera dado el reconocimiento que seguro ansiaba en los medios, sino que quizás le hubiera ganado un nombre.

–Por alguna razón las víctimas presentaban las palmas de sus manos quemadas. No entendemos por qué. Creemos que hubo algo en su pasado que les culpabiliza de algo. Estudiasteis juntos, ¿no es cierto? ¿Tienes idea de qué puede significar?

Óscar pensó que el mundo se le venía encima. Había estado tanto tiempo, tantos años tratando de enterrar aquellos recuerdos en los más profundo de cerebro. Los había guardado con llave con el objetivo de no volverlos a revivir nunca más, pero parecía que el cajón se hubiera catapultado al vacío desperdigando las angustiosas imágenes que le habían convertido en la persona que era. Alguien cerrado, con miedo de la vida, incapaz de acercarse a la gente. Y tal y como había ocurrido con Julieta, quiso vomitar. Esta vez, sin una vida de por medio.

–¿Te encuentras bien?

Supo inmediatamente que debía contarlo. Quiso abrir la boca para, por primera vez en veinte años, desahogar la historia que jamás se había atrevido a pronunciar.

Estaba solo. Ni Pablo ni Gonzalo ni Cal estaban allí para eso. Y se dio cuenta de lo mucho que le hubiera gustado hablarlo en esos momentos. Ahora era demasiado tarde.

También se dio cuenta de una verdad absoluta: él era el siguiente.

Y aún así, teniendo a la inspectora delante, no fue capaz de confesar el episodio más terrible de su vida. Se hizo tripas corazón.

–No lo sé. Creo que debería volver al trabajo. Si encuentro una pista, se la daré –le soltó.

Silvia entrecerró la mirada, poco segura de lo que decía, pero eso a Óscar le dio igual. Se introdujo en el interior del hotel hacia el bar. Pidió un güisqui-cola, tal y como pedía de joven. Se lo bebió de un trago. Subió las escaleras de caracol que en su día le habían impresionado y se dirigió hacia el único lugar que en aquel momento se podría sentir en paz.

Por su parte Silvia recibió un mensaje.

'Lo tenemos'