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Portada de «Un tal Cangrejo» de Guillermo AguirreSexto Piso

'Un tal Cangrejo': un título tan pegadizo como su prosa

Guillermo Aguirre llevaba varios años sin publicar nada, y la espera ha merecido la pena. Ha escrito una monumental novela de aprendizaje

En los agradecimientos finales del libro, el propio autor ironiza con las prisas que antes tenía por escribir. «Es la urgencia que te lleva al crimen» es una de las ideas que machacan al protagonista durante todo el libro y bien se podría aplicar a la escritura. Aguirre le ha dedicado una década a este casi medio millar de páginas, y creo que tanto él como el lector exigente estarán contentos con el resultado.

Un tal Cangrejo es un libro complejo en su estructura, hábil en su ejecución y vibrante en su estilo. Podríamos decir que el autor, profesor de escritura creativa, haya construido un mecanismo con estructura posmoderna, ejecutado a lo modernista anglosajón y escrito en clásica prosa castellana.

La historia parece sencilla: la vida de un chaval problemático (un tal Cangrejo) desde los doce años hasta la mayoría de edad en el Bilbao industrial de los años noventa. Así dicho suena a sabido, pero en realidad es un relato muy complicado. El juego de perspectivas posmoderno aparece en los tres niveles narrativos que la componen: el grueso de la historia con un focalizado Cangrejo (el protagonista), una sección de entrevistas a otros personajes (su madre, sus amigos…) donde desde el presente comentan lo que sucedió esos años y otros capítulos escritos en colectivo plural, en el que la propia generación de la ESO revisitar sus años de formación.

La vida de un chaval problemático (un tal Cangrejo) desde los doce años hasta la mayoría de edad en el Bilbao industrial de los años noventa

La historia de Cangrejo tiene también mucho de modernismo anglosajón: estilo indirecto libre a espuertas con pizcas de flujos de conciencia, saltos temporales bien administrados, referencias culturales y populares para quien las pille, con interesantes juegos de intertextualidad. El resultado, que a fin de cuentas es lo que importa, es un relato en el que se combina bien la historia externa y el interior del protagonista. Lo que aparenta ser una novela picaresca (avalada por las introducciones a las tres partes, al más puro estilo barroco) termina siendo un análisis de un individuo complejo, multifacético y profundo en su aparente simplicidad. Un personaje que no es ejemplar pero se le acaba tomando cariño. Cangrejo, Grejo o como se llame es lo mejor del libro.

sexto piso / 494 págs.

Un tal Cangrejo

Guillermo Aguirre

La tercera pasa es la calidad de la prosa. Aguirre rompe con la tradición española de las últimas décadas, de inspiración norteamericana, donde el estilo brillaba por su ausencia. Ha decidido escribir un texto bello, lírico en momentos, plagado de símiles y metáforas impactantes y aliteraciones poéticas que contrasta con la crudeza de lo contado.

Un aspecto que me ha llamado la atención es la mínima presencia de la realidad política de la región. Pienso que una tentación del novelista hubiera sido tintar la historia con la épica del conflicto vasco (y español), más después del exitazo de Aramburu. Pero en sus páginas no se mencionan ni a Miguel Ángel Blanco, ni a Ortega Lara y ETA no aparece más que de pasada, como quien habla de una tormenta. Aguirre tiene bien claro lo que quiere contar y no se desvía un pelo. Sin concesiones a la galería. Eso no quita que no sea una novela vasca. Ese Bilbao periférico, poligonero y en construcción está en el tuétano de la historia.

Un texto bello, lírico en momentos, plagado de símiles y metáforas impactantes y aliteraciones poéticas que contrasta con la crudeza de lo contado

Un tal cangrejo es heredera de aquellas novelas de adolescentes perdidos de los noventa (la generación X) que inauguró la madrileña Historias del Kronen. Pero han pasado casi treinta años desde entonces. Serán los años pasado los que desidealizan, pues en esta novela nada mola. Las drogas, el sexo, la música y los amigos no tienen nada de grunge, sino que son herramientas de las luchas del poder de los adolescentes por prevalecer sobre los demás al más puro estilo El señor de las moscas.

Encontramos violencia intrafamiliar, acosos sexuales, delincuencia y traiciones. Esto hace que no sea una novela agradable de leer. Lo que cuenta no es bonito, más bien feo y desagradable. A los que vivimos esa época su lectura nos puede dejar con ese mal sabor de boca que te dejan ciertas fotos encontradas en un cajón. La memoria es selectiva y embellecedora y Aguirre cuenta la verdad sin piel. Aun así, a pesar de que la lectura pueda no ser confortable, el magistral cierre te deja con un muy buen sabor de boca. Hay motivos para la esperanza.