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Portada de «Capitanes intrépidos» de Rudyard KiplingAlianza Editorial

'Capitanes intrépidos': la otra «ruta del bacalao» que un niño pijo podía recorrer en 1900: a bordo de un pesquero

La novela que sirvió de base para una de las mejores películas de Victor Fleming se diferencia mucho de esta. En vez de centrarse en Manuel —«¡Ay, mi pescadito, deja de llorar!»—, Kipling optó por reflejar la vida marinera como gran protagonista

Harvey Cheyne es un adolescente presuntuoso, hijo de un multimillonario norteamericano, y cree que con su inmensa fortuna todo puede comprarlo. Viajando en un transatlántico de lujo, y para demostrar su inexistente hombría, acepta de un alemán un cigarro. Comienza a fumárselo, pero se marea y acaba cayendo al mar, sin que nadie se percate a bordo. Lo recoge un marinero portugués, Manuel, que faena en su barca, y lo lleva a su goleta, el Aquí estamos, cuyo puerto de origen es Gloucester (Massachusetts). El choque inicial entre Harvey y la curtida —pero afable— tripulación del velero es notable. Él les ofrece enormes cantidades de dinero, si la goleta pone rumbo inmediato a Nueva York, y les explica que su padre es un destacado magnate industrial poseedor de dólares sin fin. Los marineros se lo toman a broma, y lo enrolan como grumete que ayude a Dan, el hijo del patrón Disko Troop.

De manera muy rápida —gracias a un contundente bofetón que le propina Disko—, el adolescente ricachón cambia de actitud y se amolda, cada día más gustoso, a la vida de la pesca de altura. El Aquí estamos, sin otra fuerza que la del viento, y guiado por la destreza y veteranía del capitán Disko, se halla en una ruta pesquera de bacalao que engloba varios puntos del Atlántico Norte occidental. Durante unos cinco meses, recorren los Grandes Bancos y pasan cerca de una serie de enclaves aislados de fuerte sabor internacional —surge una suerte de ciudad flotante. Dentro de la tripulación de esta goleta y de otros barcos similares, aparecen franceses, irlandeses, portugueses e incluso un negro procedente de la isla canadiense de Cabo Bretón y que conoce el idioma gaélico.

alianza editorial / 248 págs.

Capitanes intrépidos

Rudyard Kipling

En la traducción suelen perderse los constantes matices de esta profusión idiomática, empezando por el modo como habla Dan. Esta perspectiva náutica y humana es una de las facetas que mejor desarrolla el libro, junto con algunos detalles habituales en Kipling —un par de referencias masónicas que recuerdan a El hombre que pudo ser rey (1888), aparte de ramalazos de su pintoresca visión sobre lo latino y lo católico. No faltan alusiones a todo tipo de peripecias marineras: desde las fatales cazas de ballenas hasta algún tesoro pirata, naufragios, nieblas, sargazos, catalejos y pescadores que perdieron la vida en aquellas aguas del océano, «abundoso» en peces, como diría Homero.

Uno de los méritos de Capitanes intrépidos estriba en la agilidad narrativa, el estilo habitual del escritor británico nacido en Bombay, y primero en esta lengua que ganó el Premio Nobel de Literatura. La trama avanza sin empleo de digresiones ni adjetivos innecesarios; no hay lucimiento estético que reste fuerza a la aventura, la exótica ambientación y el atractivo y curiosa cercanía de sus personajes. El realismo en esta novela de Kipling resulta evocador y refleja de manera evidente la profusa investigación previa. Capitanes intrépidos es la obra más reconocible de Kipling cuyo tema y escenario se localizan lejos del entorno de resabio imperial de la mayoría de sus publicaciones. De mano de un amigo suyo, había indagado de manera directa la vida marinera de Boston y Gloucester, e incluso había asistido al funeral que cada año se celebra por las almas de los pescadores ahogados o desaparecidos.

El realismo en esta novela de Kipling resulta evocador y refleja de manera evidente la profusa investigación previa. «Capitanes intrépidos» es la obra más reconocible de Kipling

Quienes conozcan la magistral adaptación que, un año tras la muerte de Kipling, rodara Victor Fleming —con Spencer Tracy como Manuel y Freddie Bartholomew como Harvey— deben tener en cuenta que existen notables diferencias entre el papel y el celuloide. Dentro de las muchas divergencias, destacaremos tres: el final trágico y heroico que Fleming depara para Manuel; el protagonismo del pescador portugués y las sabias, emotivas y sencillas canciones que recita Spencer Tracy; y la ubicación temporal, pues la película no se retrotrae a 1896, sino que prefiere el presente de 1937. Lo cual amplía la distancia entre el transatlántico y la industria de los Cheyne, por una parte, y la goleta y la pesca artesanal de Disko Troop, por otra.