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Portada de «Leyendas» de Gustavo Adolfo BécquerCátedra

'Leyendas y narraciones' de Bécquer: la magia de una España que ya desapareció para permanecer sólo en las evocaciones idealizadas

Una de las obras narrativas más reconocibles de las letras hispánicas, poblada de escenarios del paisaje nacional y con personajes que habitan en atmósferas cercanas o conocidas, pero también espectrales

Gustavo Adolfo Bécquer (1836–1870) ha pasado, para el común de los lectores, como el gran representante del Romanticismo español. Incluso suele preferirse a Bécquer antes que a autores de la primera hornada romántica, como Larra, Espronceda o el Duque de Rivas. En Bécquer se da una concurrencia de factores que lo distingue claramente del resto. Por un lado, el suyo es un Romanticismo tardío, o incluso más que tardío, pues esta corriente artística había arribado a España ya con demora.

Bécquer fue romántico durante el apogeo del positivismo y del realismo, mientras Marx, Nietzsche, Comte y Darwin planteaban nuevas ideas. Mientras él escribía sobre castillos derruidos, bosques fantasmagóricos, cuevas encantadas y amoríos medievales, Julio Verne publicaba libros sobre viajes submarinos, y exploraciones científicas al centro de la Tierra y la Luna. Además, Bécquer, que vivió, sobre todo, entre Madrid y Sevilla —como Velázquez—, se dedicó a componer poemas y música, a pintar y colaborar en revistas y periódicos. Murió joven, de tuberculosis, tras una temporada separado de su esposa, alternando penurias, bohemia, e incluso un puesto como censor de novelas.

cátedra / 416 págs.

Leyendas

Gustavo Adolfo Bécquer

Sus leyendas y narraciones fueron apareciendo en diferentes diarios o revistas. En vida, no editó ningún libro. El conocido como Libro de los gorriones (1868) es, en realidad, un cuaderno autógrafo, que no se llevó a imprenta hasta después de su fallecimiento. A su muerte, se publicaron casi de inmediato sus obras completas, reunidas en volúmenes. En otros países, las leyendas y narraciones se tradujeron y editaron de manera separada relativamente pronto: la célebre editorial parisina Firmin–Didot publicó sus Légendes espagnoles (1885); y en Berlín aparecieron sus Legenden (1907). En Boston, la afamada Ginn and Company publicó sus Legends, tales and poems (1907). La primera edición española dedicada sólo a Leyendas apareció poco antes de la I Guerra Mundial (Madrid, 1913). Durante los últimos años, las editoriales se han esforzado en eliminar narraciones sobre cuya autoría becqueriana hay más que dudas, e incluso sólidas pruebas que las repudian.

Para comprender mejor las leyendas y narraciones hay que tener en cuenta que Bécquer trasciende de algunos detalles meramente románticos. En 1859 había comenzado a publicar, por fascículos, Historia de los templos de España. Se trataba de una obra que, a resultas de la desamortización de Mendizábal, lo había llevado a conocer, de primera mano, una España antigua y arrumbada al trastero —o al vertedero— por obra y gracia de la novísima Modernidad. Anduvo por Toledo, Soria, Fitero, y contempló vestigios de lo que había sido otra era, con otros valores, con otros problemas. Sin embargo, Bécquer opta por la languidez de una belleza que sólo perdura en la borrosa memoria idealizada, y en las piedras desperdigadas que en su momento conformaron majestuosos alcázares. En las leyendas y narraciones de Bécquer hay una mixtura lograda de autenticidad, emoción, religiosidad, fantasía, evocación y patriotismo sereno. Y amor y sorpresa. Elude la afectación y lo barroco, y su empleo de ciertos términos, como «ajimez», sólo resulta excesivo o incorrecto en ocasiones contadas.

Bécquer opta por la languidez de una belleza que sólo perdura en la borrosa memoria idealizada, y en las piedras desperdigadas que en su momento conformaron majestuosos alcázares

En general, podría decirse que las leyendas y narraciones acumulan casi todas las virtudes artísticas de Bécquer. El narrador, si bien parece mostrar un estilo poco artificioso, sin elaboración rebuscada, equilibra con agrado los elementos principales. Por un lado, la vibración personal del autor y su estilo poético con aire de verso inspirado por la frescura; por otro lado, la elaboración de tradiciones o cuentos, o bien la incorporación de nuevos argumentos; por otra parte, la diversidad de personajes que resultan próximos al lector, por el modo como los describe Bécquer, pero distantes porque sólo acertamos a atisbar su espectro.

Ahí está la magia de las narraciones y leyendas; cuando casi tocamos a una hermosa doncella que parece escaparse del Ivanhoe de Walter Scott, se desvanece ante la yema de nuestros dedos y delante de nuestros ojos. No son relatos de terror, pero sí de misterio. No son narraciones delicuescentes, pero sí fascinantes. En las páginas de Bécquer, moras o judías y cristianos se aman en la noche medieval, y un organista ya fallecido da gloria a Dios con su sublime música durante la misa del Gallo.