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Portada de «El estrecho de Bering» de Emmanuel Carrère

Portada de «El estrecho de Bering» de Emmanuel CarrèreAnagrama

El ensayo breve de Emmanuel Carrère que se hizo con el Grand Prix de la Science-Fiction en 1987

'El estrecho de Bering': introducción a la ucronía

Anagrama publica en su colección Compactos este ensayo en el que Carrère desgrana los mecanismos de la ucronía

Emmanuel Carrère, cuando se pone a escribir no-ficción, juega en casa y hasta la afición visitante se pone de su lado: es un maestro innegociable de lo suyo, y si todavía quedase alguien que lo dudara solo habría que deslizarle un ejemplar de El adversario para que acabase concediéndole que, efectivamente, no solo es un maestro del género, sino que es el maestro.

Fue desde el momento en que alguien que me quiso mucho me trajo un ejemplar de dicha obra y me dijo «léelo, es buenísimo» que yo me hice forofa carrèriana. Ocurrió esto el año pasado, por lo que comprenderá el lector que cuando me enteré revisando las novedades de Anagrama de que en octubre salía algo que no se había publicado del escritor francés se me aceleraran las pulsaciones como si fuese la final de la Champions. No sé qué me ha dado con los símiles futbolísticos, pero me niego a renunciar a ellos sin antes echar mano del que mejor representa lo que pienso del autor; para que se me entienda, sin rodeos: Carrère es Real Madrid.

El estrecho de Bering es un ensayo breve que se hizo con el Grand Prix de la Science-Fiction en 1987 y que revisa un tema de lo más atrayente: la historia de lo que pudo ser y no fue, la versión alternativa. Porque si la utopía es un género de lo más popular en literatura que fantasea con el no-lugar; el no-tiempo, lo condicional e hipotético se materializan en la ucronía, etiqueta que ha tenido peor fama a falta de un Tomás Moro que la popularice.

Portada de «El estrecho de Bering» de Emmanuel Carrère

anagrama / 154 págs.

El estrecho de Bering

Emmanuel Carrère

Si alguien necesitara una explicación pedestre de cómo funciona la ucronía, se me ocurren dos ejemplos bastante esclarecedores, uno muy manido y otro de mayor actualidad: ¿qué habría ocurrido si al joven Adolf lo hubiesen admitido en la escuela de arte de Viena? ¿Se habría destacado el 1 de septiembre de 1939 en todos los libros de Historia? ¿Y qué hubiera pasado si Vladimir Putin hubiese pillado un COVID fuertecito en 2020 y llevásemos dos años sin actualizar su página de Wikipedia? Nuestro mismo presente es espacio idóneo para el ejercicio de la ucronía, un locus especulemus. Así, el ucronista es un nostálgico creativo, que se pregunta ¿y si...? bien por divertimento literario, bien por verdadero anhelo de que todo hubiese sido diferente.

Quien haya leído a Carrère sabrá que es un autor obsesivo: se obsesionó con Eduard Limónov, se obsesionó con el caso Jean-Claude Romand y, en El estrecho de Bering, se mete a revisar la producción de los grandes ucronistas de los últimos siglos hasta exprimirles la última letra. ¿Qué habría sido de Napoleón si no hubiese salido derrotado de la batalla de Waterloo? ¿O qué dirección habría tomado el catolicismo si Poncio Pilatos hubiera dejado libre a Jesucristo, si no hubiese muerto en la cruz? Y suma y sigue va repasando lo que ya se ha escrito sobre este tema, que él mismo lamenta que no haya sido más (el obseso nunca tiene suficiente). Por mi parte, yo con treinta páginas ya estaba satisfecha: lo justo para darme cuenta de que en esta obra no iba a encontrar la prosa inteligente, precisa y matemática que Carrère tan bien sabe ejercitar.

El estrecho de Bering es una tesis —literalmente, su tesina versó sobre la ucronía— que no deja espacio a que el autor se luzca en lo literario. Es por esto que no me puedo meter demasiado en cuestiones de forma y estilo, ya que en este ensayo, lamentablemente, poco he encontrado de eso. Como no podía ser de otro modo, se trata de un análisis bien escrito y estructurado, con un manejo de fuentes exhaustivo y un hilo conductor que facilita que el lector no se pierda, pero es que estamos hablando de la tesis de Carrère, no de un TFG de la Universidad de Albacete. Qué menos que sea magistral.

Planteo ahora el último ejercicio ucrónico, esta vez aplicado a mi persona: ¿qué hubiese ocurrido de no haberme leído El estrecho de Bering? Probablemente nada. Como manual para quien quiera jugar a conocer las tramoyas de la ucronía resulta interesante, pero al resto de los mortales no nos habría pasado nada si hubiésemos dedicado ese tiempo a otra cosa. A releer El adversario, por ejemplo. A sugerirle a algún positivo por COVID que le pida audiencia urgente a Putin. O a esperar con ilusión el próximo libro de Carrère.

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